Capítulo 3

2533 Words
Antes de ir al mundo mágico, los nefilim decidieron hacer una rápida parada en el mundo mortal. Necesitaban hacerlo, en especial Vlad, que por tanto estrés y preocupación, necesitaba desfogarse. Calculó que en Israel sería apenas medio día, así que abrió su portal en la oficina de Raquiel, y el rubio se sobresaltó, mientras almorzaba una hamburguesa de McDonald's que había ordenado. Por supuesto que el rey de Israel se alegró al ver a su novio tras varias semanas de no hacerlo, pero hace rato que habían hablado sobre las apariciones inesperadas de Vlad en su lugar de trabajo. Apariciones que podían ser riesgosas, porque...¿y si justo se apareciera cuando estaba en una reunión con algún ministro o cualquier otra persona? Raquiel se puso en pie, y Vlad, sin decirle nada, solo dirigiéndole una mirada depredadora, lo empotró contra la pared, casi que tumbando un caro cuadro que tenía pintado lo que se creía que en algún tiempo fue el Templo de Salomón, y lo besó hambrientamente, hundiéndole la lengua casi hasta la garganta. Discúlpame. Pero necesito esto...  Le dijo Vlad a Raquiel en la mente mientras lo seguía besando y manoseando. No quiero que te sientas usado para satisfacer mis necesidades, pero...joder, necesito follarte ahora mismo.  Lo que sea que hubiera pasado en la dimensión mágica...Raquiel ya se imaginaba que no había sido bueno, y que Vlad tenía todo el peso del destino del universo en sus hombros, y lo amaba tanto, que en serio no le importaba si lo utilizaba como un muñequito s****l. —Me dejaría “usar” por ti día y noche —ronroneó el rubio en la oreja de Vlad, mientras este le soltaba la hebilla del pantalón y le mordisqueaba el cuello —. Sabes que soy tu puta. Así se hablaban ellos en la intimidad. Se decían guarradas, y aunque en realidad Vlad no veía a Raquiel como una “puta”, le encantaba decirle así, y al rubio le prendía que le dijera así mientras lo penetraba sin piedad. El ruso, ya lo suficientemente prendido con esas últimas palabras de su chico, tuvo la delicadeza de formar un escudo alrededor de ellos para que no se escuchara sonido alguno, y por supuesto, selló la puerta. Empujó a Raquiel sobre el escritorio, quedando boca abajo, con la cara sobre varios papeles que estaban pendientes de firmar, los pies aun en el suelo, sin saber exactamente cómo haría para mantener sus piernas firmes cuando el éxtasis lo alcanzara, y su culo descubierto, porque Vlad le bajó un poco los pantalones y el boxer. El azabache a su vez se bajó el cierre del pantalón, sacó su ya dura virilidad, que ya brillaba por el pre-semen, que fue lo que sirvió como lubricante para penetrar a su chico de una fuerte estocada que lo hizo gritar. Raquiel se sostuvo del borde del escritorio, y Vlad le agarró las caderas con fuerza y empezó a entrar y salir con una velocidad descomunal. Pensaba en la caja..., en los hermanos Pandora y Pandarus... El cruel Asmodeo y la bruja Lilith... El hijoputa de Roshwen amenazando con matar a su sobrino en sus propias narices... Las palabras de Lucifer... Los gritos de Raquiel ya no eran de placer sino de dolor. Y Vlad miró con horror cómo sus manos estaban prendidas en fuego, y al apartarlas de la piel de Raquiel, esta quedó quemada, casi chamuscada, y que al salir de él, su esfínter estaba sangrando. —¡Mierda! —exclamó el ruso, metiéndose el pene en los pantalones. Raquiel sollozó del dolor, y Vlad quiso matarse ahí mismo. Había intentado “desfogarse” con una de las únicas personas que no le harían daño, pero...le había acabado de hacer daño a él, el amor de su vida. Pensó con la cabeza fría. Sabía que no podía entrar en pánico, así que tomó a Raquiel en brazos, abrió un portal y se apareció en la casa de Merlín. El mago también había hecho una parada rápida con Jelena para ver a Ethan y a Isabella, y por fortuna, la niña estaba en su habitación jugando con Myrddion, con Jelena vigilándolos. Merlín se estaba comiendo a besos a Ethan en la sala cuando apareció Vlad con un malherido Raquiel en brazos. Ambos galenos se quedaron pasmados al ver las profundas quemaduras en las caderas de Raquiel, y que la sangre goteaba de su esfínter. El rubio ya se había desmayado por el dolor. —Ayúdenme —rogó Vlad, llorando. —¡Iré por el botiquín! —dijo Ethan, no pensándolo dos veces, y haciendo lo que un médico hace: actuar de inmediato. Merlín le indicó a Vlad que depositara a Raquiel boca abajo en el suelo, sobre el tapete, y así lo hizo. Evaluó la situación con su ojo clínico. Fisura anal y quemaduras de tercer grado en las caderas y parte de los glúteos. Merlín fue lo suficientemente profesional como para no preguntarle aun qué rayos había sucedido. Actuó como cualquier doctor haría, y eso es actuar con la máxima urgencia posible para salvar a su paciente. Corrió a lavarse las manos en la cocina, mientras que Ethan llegaba con el botiquín de primeros auxilios. Merlín enfrió las heridas con agua, como era el protocolo para ese tipo de quemaduras, y cuando se aseguró de que el esfínter ya no estaba sangrando gracias al factor de rápida curación de los seres como ellos, limpió la herida con delicadeza y le aplicó una crema refrescante para aliviar un poco el dolor que sentiría cuando despertara. Y mientras Ethan y Merlín trataban las quemaduras, eliminando la poca piel que se alcanzó a chamuscar, Jelena bajó las escaleras, sintiendo la presencia de su hermano, y cuando vio a su mejor amigo en ese estado, soltó un grito, tapándose la boca con ambas manos para que Bella y Myrddion no escucharan. —¿¡Qué has hecho!? —exclamó ella, ahora con la furia notándosele en los ojos. *** Media hora después, Raquiel estaba acostado en la habitación de huéspedes, con unas gasas en las zonas quemadas. No necesitaría de antibióticos, y contrario a un humano normal, estaría bien en cuestión de un par de días. Pero eso no hizo que Vlad se sintiera menos miserable. Jelena le había partido una botella de vodka en la cabeza, y Merlín también tuvo que tratar entonces a Vlad. Y esa era la primera vez que Merlín veía a Vlad tan...vuelto mierda. Esas eran las únicas palabras para describir a su cuñado en esos momentos. —Merlín, encuentra una forma de separar esa conexión que hay entre la vida de Jelena y la mía y mátame —dijo Vlad, mientras Merlín le ponía un vendaje en la cabeza —. Mátame, por favor. —No digas estupideces —dijo el galeno, terminando con la curación y guardándolo todo en el botiquín. —¿Y si hubiera sido Jelena la victima de mi arranque de ira? ¿No me matarías? —inquirió, y Merlín se lo pensó por un buen momento —. Lo fue, una vez, cuando éramos pequeños. La hice volar contra la pared y se partió el brazo —hace una mueca de dolor al recordar tal suceso —. Al parecer soy bueno haciéndole daño a los que más amo. —Respondiendo a tu pregunta...—devuelve con su telequinesis el botiquín a su lugar, y se cruza de brazos, mirando a Vlad con seriedad —No. No te mataría si le hicieras daño a Jelena. Sé que la amas tanto, que dejarte vivo sería suficiente castigo, para que sufrieras al ver cómo la lastimaste —relaja su gesto y posa su mano sobre el hombro del príncipe celestial —. Pero sé que nunca le harías daño, no a propósito, así como tampoco tuviste la culpa de lo que le hiciste a Raquiel. —Por supuesto que tuve la culpa —se mira las manos, que parecían ser normales, pero de esas miserables palmas salía un poder que no sabía que tenía —. Pude haberme controlado, pude...simplemente haber orado al Altísimo para que reprimiera mis deseos carnales y calmara toda esa furia que hay en mí, pero fui un tarado que quería “desfogarse” con su novio. —Somos humanos, Vlad. Con necesidades triplicadas al mil por nuestra genética mejorada —explicó Merlín, como siempre tan calmado —. Reprimirte solo empeorará las cosas. —Pues tu duraste siglos sin tener sexo de desfogue. —Mi caso era distinto. Yo tuve que madurar siendo apenas un niño, tú todavía no tienes inteligencia emocional. Ninguno de ustedes la tiene. —Bonita forma de decirnos “inmaduros” —musitó Vlad, poniéndose en pie. Merlín lo había tratado en la casa de invitados, porque Jelena no quería verlo cerca del perímetro en donde estaba Raquiel. Y tal vez, solo tal vez, para vengarse de su hermana por ese botellazo que le dio, le dijo a Merlín: —¿Tienes idea de por qué ahora mi hermana y Raquiel parecen más unidos que antes?  —Porque hicieron el amor en sus cumpleaños de este año —respondió el mago, y Vlad abrió los ojos como platos. No se esperaba eso —. Ella me lo contó durante el viaje en altamar, claro que lo hizo. No hay secretos entre nosotros —suspira y toma asiento en el otro sofá de la pequeña sala —. Ya acepté que ella es una mujer...diferente a las demás. Le gusta disfrutar de su sexualidad al máximo, y no pienso interferir en eso. Si ella quiere hacerlo con alguien más..., bueno. Podemos negociar. —Eso era cuando estaba con Alec. Pero ahora que está contigo...—sonríe al recordar esa mirada de ella cada vez que estaba con Merlín —no tiene ojos ni deseo para alguien más. Deberías ver cómo te mira cuando estás distraído. Eres su adoración, su universo entero —estira sus largas piernas en el sofá —. Es la mujer más hermosa, fuerte y sensual del universo, podría estar con todos los varones o hembras que quisiera, y en efecto, lo estuvo. Pero ella contigo se siente...completa. Tan completa, que no necesita de más personas para “satisfacer” sus deseos. Tu eres su único deseo. Así que no vuelvas a ser un idiota. —Por supuesto que no volveré a ser ese idiota que le quitó el brillo alguna vez —le aseguró. —Ustedes dos se merecen el uno al otro —hace una mirada tan melancólica, que Merlín supo que el ruso no estaba bien anímicamente —. Raquiel no me merece a mí. Nadie me merece. —Vlad... —Me adelantaré. Los veo en Mentholia, supongo que hasta mañana —dijo Vlad, poniéndose en pie y abriendo un portal que lo llevó al mundo mágico. Merlín regresó entonces a la mansión, y fue a la habitación de su pequeña. La nenita estaba jugando con Myrddion, y el niño parecía encantado con Bella. Hasta ahora caía en cuenta de que, ya formalizadas las cosas con Jelena, y teniendo en cuenta que nunca se habían divorciado..., Bella y Myrddion son hermanastros. Y Myrddion no podía sentirse más contento. Por supuesto que él tenía ganas de tener un hermano, pero nunca se lo hizo saber a su mamá porque, con esa inocencia con la que piensan todos los niños, creía que, si se engordaba por tener a un bebé en su vientre, no podría volver a bailar, y a él le encantaba ver a su mami bailar. Y Myrddion, al conocer a esa pequeñita de cabello cobrizo y ojos tan verdes como las montañas, supo que no había nada más importante en su universo en ese momento. Sintió una extrema necesidad de estar a su lado, de protegerla de todo mal y peligro y nunca separarse de ella. El niño no lo dijo en ese momento, no en voz alta, pero Merlín pudo leerlo en su mente. Myrddion les pediría a sus padres que regresaran al mundo que los vio nacer. El niño estaba dispuesto a abandonar el avanzado y tecnológico mundo en el que había crecido, para estar más cerca de la niña que ahora era dueña de su corazón. Además...no quería que su papi se siguiera sintiendo solo. Quería estar cerca de su amplia familia rusa, quería estar cerca de su abuelo, quería conocer a sus tías y primas lejanas. Merlín sabía que sería difícil. Se suponía que Jelena estaba exiliada de aquel mundo, pero si a Raquiel se le permitió regresar...tal vez a ella también. El mago se dirigió a la habitación de huéspedes, en donde Jelena observaba a su mejor amigo dormir, mientras que Ethan corroboraba por el color de los vendajes que la piel de Raquiel en realidad no había resultado tan afectada. —Será mejor que tu hermano arregle las cuestiones que tenga pendientes antes de hacer algo por el universo —dijo Merlín, sentándose en un borde de la cama —. Un semi ángel mentalmente inestable es tan peligroso como una de esas cajas. Jelena asintió, estando de acuerdo. —Llevaré a Myrddion con su padre. El pobre Alec debe estar que se mata —se inclina para darle un beso en la frente a su amigo, y luego se pone en pie —. Me quedaría a cuidarlo para que ustedes dos puedan pasar una noche tranquila —mira a Ethan y a Merlín lobunamente, y el más joven se sonrojó —, pero tengo asuntos que tratar con mi padre —se acerca al mago para despedirse con un simple beso en la mejilla. No creía correcto besarlo al frente de Ethan, pero fue Merlín el que atrapó sus labios en un dulce beso —¡Merlín! —Por mí no se preocupen —dijo Ethan, relajado como si el hecho de que Merlín tuviera dos parejas fuera lo más normal del mundo —¡Se ven tan lindos juntos! Ya quiero que haya niños parecidos a ustedes corriendo por toda la casa. Merlín se sonrojó violentamente, y Jelena soltó una risotada, en realidad gustándole la idea. Tener hijos (biológicos) con Merlín es lo que más anhela, pero tendrían que esperar un poco. Primero, debían salvar al universo, una vez más. Segundo, deberían esperar un tiempo prudencial, por respeto a Alec. Jelena definitivamente no quería que corriera tan pronto la noticia por los medios de farándula intergalácticos de que ella dejó al Lord Canciller entre la Tierra y Marte y representante de la humanidad ante el Consejo Intergaláctico, por su ex marido. La rusa entonces regresó a la habitación de Bella, y la niña se despidió de ella de una manera en que le derritió el corazón. —Adiós, mami —le dijo la nena, como si pudiera recordar que fue ella quien le dio de amamantar y la cuidó en sus primeros meses de vida. —Adiós, mi corazón de melón —le dijo Jelena, dándole un piquito en los labios. —Adiós, Myr —se despidió la pequeña del que ahora sabía que es su hermano, y el este le dio un sonoro beso en la mejilla.
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