Capítulo 1
Mientras las legiones comandadas por el arcángel Miguel se alistaban para ir hacia los alrededores de Avalon a contener el poder de la Caja, un fuerte temblor se sintió en todo el mundo mágico, y por supuesto, en el mar, en donde se formaron grandes olas, de más de 20 metros de alto, que podrían tumbar a cualquier embarcación.
—Maremoto —murmuró Oslakit, aun cuando las olas gigantes todavía no se acercaban a ellos, pero el barco sí se movía de manera violenta.
—¡Recojan las velas! —gritó el capitán —¡Todos a sus posiciones!
Pero no fue el capitán el que asumió el mando del timón para el protocolo de emergencia por maremoto. Fue Clifford.
Una gran tormenta empezó a caer, mientras que grandes olas se formaban alrededor del barco y este se movía tan violentamente que Jelena creyó que en cualquier momento se voltearían.
—¡Merlín! ¡Haz algo! —le dijo Jelena a su esposo, quien parecía aturdido por la situación...como si hubiera sentido algo.
—La caja—murmuró él, con terror puro en los ojos —. Ha sido abierta.
Si bien el navío estaba diseñado para cortar las olas, era imposible que pudiera hacer frente a olas tan gigantescas, así que dependía enteramente de la agilidad del que estuviera a cargo del timón para saber cuándo montar una ola y salir ilesos.
Y por supuesto, Clifford no se había ganado el apodo de “Leviatán” en su época de pirata por nada. Él ya había hecho frente varias veces a la furia del océano.
—Humanos...definitivamente son unos debiluchos —dijo Oslakit, siendo el único que conservaba la calma.
Con un solo movimiento de su mano, el tritón hizo que el barco se levantara varios metros, alzado por una gran columna de agua, quedando así muy lejos de la furia del mar.
Los ángeles lograron llegar a tiempo a las brumas de Avalon, y lograron contener todos los males que la Caja de Pandora podía lanzar sobre ese y todos los mundos mágicos. Pero solo lo lograron hacer porque..., al parecer, la ama y señora de la caja no quiso en realidad dejar salir todo el poder destructivo del artefacto. No. Lo había contenido, por una razón que todos desconocían.
Y fue así que el temblor cesó, y el mar se calmó. Oslakit hizo que el barco volviera a bajar, y sonrió triunfal, como si fuera un gran héroe.
Oh sí, a Jelena no le quedó duda de que ese varón es hermano de Marco.
—¿Hay algo de comer? Estoy hambriento —dijo, y Jelena solo sintió ganas de vomitar por tanto ajetreo.
Mientras los marinos se movían de un lado al otro, izando de nuevo las velas y alistarse para seguir navegando, Edgrev despertó, aturdido, y miró al tritón que se dirigía a las cocinas.
—¡Hey, tu! —exclamó el hada, corriendo tras el tritón —. Enserio ¿Quién es tu madre?
—Ninibeth, ninfa del continente occidental. Tu abuela, muchacho —dijo el varón, levantando las tapas de las ollas y comiendo todo lo que se encontraba.
—¡Eso es imposible! ¡Ella murió! ¡Mi padre vio cómo moría en los brazos de mi abuelo tras ser atacada por una sirena!
—Pero nunca encontraron su cuerpo —dijo el tritón despreocupadamente, atacando ahora un barril de cerveza —. Supongo que tu padre era muy pequeño para recordar, pero como mi madre me contó las cosas, después de esa sangrienta batalla entre sirenas y ninfas, llegó un tritón a disculparse, a tratar de hacer las paces, porque obviamente a ningún reino le conviene estar enemistado con las ninfas —engulle los postres, como si llevara años sin probar uno —. Y mi madre, Ninibeth, ella todavía estaba viva, a pesar de las heridas. Siempre ha sido una mujer muy fuerte —sonríe con dulzura al recordar a su progenitora —. El tritón, que no era nada más ni nada menos que mi tío Rodo, otro de los tres hijos que tuvo Poseidón con Anfitrite, se llevó a Ninibeth a su reino, Acualis, y allí la curó usando una gran magia que al día de hoy yo desconozco. Pero esa gran magia marina implicaba que nunca podría abandonar el océano. Por eso no pudo regresar por mi hermano, por Marco —sonríe, de la misma manera en que lo hace el susodicho mago —. No hay día en que ella no hable de él. Desde que nací, ella me dejó muy en claro que tengo un hermano mayor que vive en un reino de hombres.
—Espera...a ver si entendí —dijo Edgrev, aun tratando de procesarlo todo —. Eres descendiente del dios Poseidón. A mi abuela la rescató y la salvó uno de esos semi dioses, o lo que sean, pero resultó emparejada con otro.
—Rodo y mi madre se enamoraron, pero Tritón, en una visita a Acualis, quedó hipnotizado con la belleza de ella, ya que siempre le encantaron las ninfas, como la primera esposa que tuvo, la oceánide Libia, y la raptó —contó el tritón medio ninfo, aun atacando la cocina —. Obviamente eso trajo una gran guerra entre Acualis y el reino de Tritón, Atlántica, y lamentablemente, ganó Atlántica —se sienta en una silla, para engullir con tranquilidad un calamar a medio cocinar —. Tritón encerró a mi madre en su castillo, y un año después nacimos yo y mi hermana Ariel.
Edgrev se quedó aún más frío. Su padre no tenía uno, sino dos hermanos.
—Y sigue encerrada hasta el día de hoy —continuó el tritón, encogiéndose de hombros —. Mi hermana y yo nos rebelamos contra Tritón en la adolescencia, pareciéndonos injusto el trato que le da a Ninibeth, así que nos exilió. Nuestro tío Rodo obviamente nos recibió en su reino.
—¿Y en dónde está Ariel? —quiso saber Edgrev, pero al tritón se le crispó la mandíbula.
—Muerta. Tritón la mató hace 40 años cuando intentó sacar a mamá de su cárcel.
—Oh, cuánto lo siento —dijo el hada, sirviéndose un vaso de cerveza.
Oslakit guardó silencio por un momento, tamborileando la mesa con sus largos dedos.
—Cuando supimos la noticia de que Marco había derrocado a los Waldermon y había reclamado su derecho al trono de Emrystiel, no sabes cuánto nos alegramos —dijo en una luminosa sonrisa —. Yo...quise buscarlo. Antes de eso, cuando él vivía en Mentholia, me asomaba cada vez que podía a la costa, con la esperanza de verlo, pero las guardas mágicas submarinas me impedían llegar a la orilla. Obviamente, nadie quiere a las sirenas y tritones.
—Le alegrará mucho saber que su madre sigue viva, y que tiene un hermano —dijo el hada, sonriendo —. Y a Eirwen le encantará saber que tiene un tío paterno.
—Eirwen...por supuesto que también llegó hasta los confines del océano la noticia del nacimiento de una princesa ninfa —dijo Oslakit, con un brillo en los ojos que demostraba cuánto anhelaba algún día conocer a su familia —. Hazle llegar mis saludos.
En la cubierta, Jelena estaba desesperada. No sabía nada de su hermano, y tenía un muy mal presentimiento sobre toda la situación.
—Yo...iré al Tercer Cielo, pediré ayuda, ellos tienen que actuar si su príncipe está en peligro —dijo Jelena, haciendo aparecer en su mano la espada de la Luz.
—Voy contigo —dijo Merlín, para después cruzar con ella el portal.
—¿No podían abrirnos un portal para regresar a Mentholia? ¡Carajo! —se quejó Roger.
***
El portal de Vlad se abrió justo en la entrada del palacio de los arcángeles. Jelena y Merlín llegaron al mismo tiempo que ellos, y el lloroso niño corrió a abrazar a su mamá.
—¿Myrddion? ¿Qué haces aquí? —preguntó Jelena, mientras Merlín corría a abrazar a Vlad. Por supuesto que se había preocupado por su cuñado.
—El hijoputa de Asmodeo y la perra de Lilith lo secuestraron —reveló Vlad, y Merlín sintió que la furia despertaba en él —. Roshwen está aliado con ellos. Utilizaron a Myrddion para hacerme abrir la caja.
—¿Tú la abriste? —preguntó Merlín, sin poder creerlo, pero el azabache le mostró el brazalete que aún tenía puesto. Lo hizo desaparecer de inmediato, creyendo contraproducente que algún ángel se lo viera —. Oh...
—Mi lord —habló uno de los querubines que supuestamente tenía que proteger a Vlad, pero el ruso le hizo un ademán que le dio a entender que no lo quería escuchar.
—De ustedes me encargo después —mira a los ángeles guardianes de Myrddion, que fueron incapaces de hacer contacto visual —, dejaré que mi padre se encargue de ustedes, porque apuesto a que en estos momentos debe estar perdiendo la cabeza al enterarse de que su nieto adorado fue secuestrado.
—De hecho, está en la entrada del Tercer Cielo, solicitando acceso —le avisó Miguel, apareciendo tras ellos. Tenía puesta su armadura de combate, listo para cualquier batalla que tenga que librarse en defensa del bien del universo —. Trajo a su legión con él, y está hecho una furia, será mejor que te aparezcas ante él, porque aún cree que su hijo y su nieto siguen secuestrados y está amenazando con destruir toda la ciudad dorada si no los rescatamos.
Efectivamente, Lucifer estaba en la entrada de la ciudad dorada con toda su corte, y la legión que aún lo seguía. Los únicos demonios que no se habían ido del lado de Astaroth. Todos con sus oscuras armaduras de guerra, listos para atacar.
Pero apenas Vlad se apareció con Myrddion, y de paso Jelena tras ellos, Lucifer se relajó y corrió a abrazar al niño. Una leve vacilación le hizo saber a Jelena que el demonio también había querido abrazar a Vlad, pero se contuvo.
—¡Abuelo! ¡No vuelvas a dejar que me lleven! —dijo el niño, todavía llorando.
—Por supuesto que no, mi diablillo. Esos canallas lo pagarán caro —dijo Lucifer, alzando al niño en brazos y limpiando con sus labios las lágrimas que caían por las tiernas mejillas —. Nadie le hace daño a mi familia.
Vlad sintió que su corazón brincaba por un instante. Solo por un instante.
Las miradas de padre e hijo se encontraron, y Lucifer le preguntó con la mirada si estaba bien, y Vlad asintió.
—El descuido de tus querubines es inaceptable —habló Lucifer con seriedad, y con un chasquido hizo desaparecer a su corte y a su legión, devolviéndolos de donde habían salido. No quería que escucharan lo que tenía por decirle a su hijo —. Pero más descuido el tuyo, por dejarte raptar tan fácilmente de una sirena —le entrega el niño a Jelena, y ella a su vez se lo entrega a Merlín. Algo le decía que habría una pelea, y que ella tendría que intervenir. Merlín se llevó lejos al niño para que no escuchara aquella discusión —. Tú, el príncipe de príncipes, uno de los seres más poderosos de todos los tiempos, hijo de la mañana, regente del universo...dejándose vencer por unas tetas —ríe con amargura —. Eres patético. Una vergüenza —lo mira con burla —. Ahora imagínate donde todos aquí sepan que, aparte de eso, eres un chupa pollas.
Vlad rodeó el cuello de Lucifer con furia y lo empujó contra el suelo empedrado.
—¡Vlad! ¡Papá! —gritó Jelena, intentando acercarse para separarlos, pero rebotó contra el campo que armó Vlad para que precisamente ella no se acercara.
—Es tu hermana la que debería estar sentada en el trono del universo, no tú, un insignificante y débil varón al que todo lo afecta —bramó Lucifer, tirado en el suelo, en realidad no oponiendo resistencia al agarre de su hijo, que inútilmente intentaba ahorcarlo —. Dicen que no te pareces a mí, y tienen razón. Eres aún más estúpido. Por tu culpa casi mueren tu hermana y tu sobrino ¿Y si ese tritón no hubiera rescatado a Jelena a tiempo? ¿Y si a Asmodeo se le hubiera dado por matar a Myrddion?
Vlad dio un grito de furia y le dio un fuerte puñetazo en la cara a Lucifer, que le partió la mano.
Se puso en pie, y con la mano sana desenvainó su espada de fuego, y Jelena vio con terror cómo su hermano se ubicaba en esa misma posición que las pinturas y artesanías retrataban de Miguel cuando se enfrentó con Lucifer en la gran guerra celestial.
Lucifer, tirado en el suelo, y Vlad, erguido como un valiente guerrero, con un pie en su cuello, levantando la espada contra él.
Pero entonces, la espada desapareció de la mano de Vlad.
Ambos nefilim voltearon a mirar y vieron a Miguel, con esa misma expresión inmaculada de siempre, y tan imponente como siempre lucía.
—Sobrino, hay temas importantes que tratar en este momento. Los tiernos encuentros familiares pueden esperar —habló el arcángel, mirando con repudio a su hermano caído —Y tú que te vuelves a dirigir a Vladimir de esa manera, y te encadeno en el Tártaro, justo al lado de Cronos, que tanto ansía en verte.
Lucifer soltó una macabra risa y se puso en pie. Limpió su oscura túnica y miró a su hermano, desafiante.
—No me digas cómo es que debo hablarles a mis hijos.
—Ya. Después arreglaremos este asunto —dijo Jelena, conciliadora, pero mirando a su padre con advertencia —. Nos vemos luego, papá.
Después de aquel intenso encuentro familiar, Miguel transportó a sus sobrinos al salón en donde estaban las pantallas holográficas que mostraban la actividad de las cajas del universo.
—¿Qué tenemos? —preguntó Vlad, manteniendo su imperturbable gesto serio.
Jelena no sabía cómo su hermano podía hacer eso. Si hubiera sido ella la que hubiera tenido una discusión así con su padre, se hubiera puesto a llorar. Sí, hubiera llorado al frente de Miguel y sus subordinaos.
Una coraza. Eso es lo que Vlad había creado alrededor suyo desde pequeño para no demostrar sus sentimientos, cuando en realidad sí que sentía.
Y fue por ese lazo que los une desde que estaban en el vientre materno, esa conexión que tienen todos los hermanos gemelos, que ella en realidad supo lo mucho que su hermano estaba sufriendo en esos momentos.
A Vlad lo había afectado lo dicho por Lucifer en una manera en que nunca unas palabras le habían afectado.
Y Jelena, a pesar de lo mucho que ama a su padre, reconoció que este se pasó de la raya.
Y justo cuando pensaba que las cosas entre esos dos estaban mejorando...
Pero ya después se encargaría de arreglar las cosas entre su hermano y su padre. Por el momento, lo único que importaba era la bendita (o más bien, maldita) Caja de Pandora.
—Si bien la caja se abrió y alcanzó a liberar parte de su poder, el cual pudimos retener, al parecer Pandora y Pandarus tampoco dejaron que dicha energía hiciera todos los estragos que tenía por hacer. No dejaron que lo males salieran —dijo Miguel, y miró a Vlad con una evidente preocupación —. Los viste salir ¿Verdad? A los hermanos.
—Sí. Antes de transportarme aquí con Myrddion, vi unas sombras humanas emergiendo de la caja, pero no me quedé para verlos. Dudo que ellos me hayan visto —respondió el nefilim.
—Necesito hablar contigo, en privado —le dijo Miguel, indicándole con un gesto de la mano que salieran del salón. Jelena los siguió, pero el arcángel la miró con advertencia —. Hablaré solo con Vladimir.
Jelena se quedó como una estatua. Esa cara seria y esa voz de mando podían asustar a cualquiera, no por nada Miguel ocupó el lugar de Lucifer tras su caída.
Pero Vlad no se dejaba intimidar por nada ni nadie, y con mucho respeto se dirigió al príncipe regente de la Casa Real de Jehová:
—Tío, espero no sonar grosero, pero lo que es conmigo, es con Jelena.
Jelena le hizo ojitos a Miguel. Esa mirada suplicante que podía poner de rodillas al mismísimo Lucifer, y el arcángel relajó su gesto.
Por supuesto que Miguel tampoco se podía resistir a esos zafiros.
—Vayamos a mis aposentos. Allí nadie nos espiará.
En efecto, los aposentos de Miguel eran los más alejados. Estaba en la torre más alta del ala este, en el último piso.
Es como si Miguel quisiera estar alejado de todos.
No había mucha diferencia con la que fue la habitación de Lucifer. Lujo y ostentosidad por todos lados, pero la única diferencia era la vista.
Mientras que los aposentos de Lucifer daban vista a la resplandeciente playa del Edén, la gran ventana de Miguel daba vista a buena parte de la ciudad plateada. La otra gran ciudad del Tercer Cielo a la que los nefilim todavía no han ido, solo Vlad.
No es que Jelena viaje constantemente al Tercer Cielo, y en el Kyawalar había estado tentada de decirle a Miguel que la llevara volando, pero no tuvo el valor para pedirle tal favor.
Porque eso implicaba que ella estuviera sola con él.
Y ella siempre sentía que su cerebro se desenchufaba cuando estaba cerca del arcángel más hermoso y fuerte de todos.
—¿Y bien? —preguntó Vlad apenas estuvieron en la sala de la amplia recamara.
—El Consejo está pidiendo explicaciones —dijo Miguel, mirando con mucha atención a su sobrino, como queriendo leerle la mente, pero no se atrevió —. Sospechan que fuiste tú el que abrió la caja.
—Y si fue así ¿Qué pasará con él? —preguntó Jelena.
—Es una transgresión grave a la Ley Divina abrir la Caja del Mal, sea por la razón que sea —les recordó Miguel, acercándose a una mesita que tenía una botella de elixir y se sirve una copa —. El Consejo me pidió que te leyera la mente, Vlad, para saber lo que sucedió. Me autorizaron a hacerlo incluso sin tu consentimiento, rompiendo tus escudos mentales.
Vlad tembló. Por supuesto que un arcángel tenía tal poder. Violentar los escudos mentales de cualquier telepata, por muy fuerte que fuera.
Él y Jelena tienen ese poder, pero nunca se han atrevido a utilizarlo, no al 100%.
—Les diré lo que vi: que tu llegaste, Roshwen te utilizó para recargar el brazalete mágico con el poder que le hacía falta, y que fue él quien abrió la caja —continuó el arcángel, y los gemelos se miraron, sorprendidos ¿Acaso Miguel mentiría para proteger a Vlad? —, y que el secuestro de Myrddion fue...solo para cabrear a Lucifer, y dejarles en claro a todos, lo que están dispuestos a hacer si los nefilim o alguien más se entromete en sus planes.
—¿En serio le mentirás al Consejo Celestial? —preguntó Vlad, aun no pudiéndoselo creer.
—Reúne un ejército en el mundo mágico. El más numeroso y poderoso de todos los tiempos. Solo así podrán enfrentar a Pandora y Pandarus —se termina su copa en dos sorbos —. Confío en que podrás lograrlo. Así que demuéstrame que poner las manos en el fuego por ti valió la pena.
—¿Reunir un ejército en el mundo mágico? ¡Si entre los reinos de las mismas especies se odian! —replicó Jelena.
—Ustedes son los hijos de Lucifer —dijo Miguel, conservando esa calma que a veces se hacía irritante, pero que lo hacía aún más admirable —. Heredaron el poder que él tiene con la palabra. Él logró poner a una tercera parte de los ángeles en contra de Jehová, así que ustedes podrán poner a todos los seres mágicos en contra de Pandora y Pandarus.