—Eso habría sido un regalo muy original. —¡Cómo lo es éste! —exclamó el Príncipe al abrir su paquete y encontrarse con el pequeño piano de porcelana. Lo observó detenidamente, y, después, dijo con voz muy suave: —Gracias, Meta, es algo que siempre conservaré. —Igual que yo siempre recordaré— repuso ella en el mismo tono—, la música que tocó para mí. El Príncipe levantó los ojos y sus miradas se encontraron. Durante un momento, les fue imposible moverse. Meta sintió como si el corazón le diera un vuelco en su pecho. Entonces, casi como si se obligara a sí mismo a hacerlo, el Príncipe se alejó. Colocó el pequeño piano de porcelana en una de las mesas. Por otra parte, era evidente que Richard estaba encantado con el dibujo de su casa. —Nunca antes lo había visto— manifestó—, como