De todos los primos que tengo, nunca me llegué a imaginar que precisamente sería Diego el que estaría casándose en el extranjero. Ese que se estuviese atreviendo a tener una boda destino, y no cualquier boda a destino, sino una en un castillo italiano. Un castillo. El lugar seleccionado había sido la Costa de Amalfi, por lo que la celebración se daría junto al mar y solo bastó que nos bajásemos del avión para darnos cuentas de la belleza de este sitio. Por las ventanas del auto distinguíamos el colorido del pueblo, sus altos acantilados y sobre todo esas playas perfectas de ensueño. Hasta esos momentos, de esa belleza tranquila y sin mucha afluencia de turistas, entendía que mi primo decidiese casarse por estos lares. Pero cuando vimos la torre de ese castillo alzarse en la distancia, y