No había forma en la que yo montada sobre Enzo en un espacio privado, fuese solo eso. Por supuesto, que eso derivaría en yo restregándome con su pantalón y él metiendo su lengua hasta el fondo de mi boca. En eso es lo que estamos en mi camerino, sacando humo por los poros y espero que a poco de tener sexo de nuevo. Siento un pequeño brinco de su pene cuando desliza sus manos por mis muslos y estas acaban subiendo mi vestido. Allí sus manos se aferran a mis nalgas y mi boca se separa de la de él para soltar gemidos complacidos. —¿A dónde ibas con un vestido tan corto Amelia? — me pregunta sin parar de acariciar mi trasero. Iba a mi casa a pedir pizza a domicilio y ver una película con mi perro. Pero, eso no se lo merece saber. —Iba a divertirme, la noche es joven — miento satisfecha.