Definitivamente debía comenzar a comprar más condones. La sangre Fernández más estos arranques de placer, eran un peligro que debía seguir siendo contenido. Es un peligro que hasta me atrevo a afirmar afecta al propio Enzo. Este respira pesadamente y seca de sudor su frente. Yo enderezo mis piernas y arreglo a duras penas mi vestido. También estaba sudada y sucia en mi zona baja, pero no al nivel de quien hizo la mayor parte del trabajo. Apenas puedo hablar de lo cansada que estoy. Aunque sí observo sentada cómo Enzo procede a quitarse con cuidado el condón y amarrarlo, después sube sus pantalones y los abrocha. —¿Ahora qué? — le cuestiono. —Te di lo que querías, sigue pidiendo y te lo volveré a dar — responde. —Ay por favor. — me burlo — Hiciste lo que tú querías hacer, pero me g