Mis labios tiemblan, mis dedos tiemblan con esta carta en mis manos. También mi espalda comienza a picar, al igual que mi nuca. Como si el oxígeno dejase de ser suficiente en este espacio, así es como me siento. Esa opresión y el raro presentimiento de que era vigilada vuelven a mí con una intensidad terrorífica. Del tipo que me dice que debo huir. Y es lo que me preparo para hacer. Guardo la carta llena de rojo en el sobre donde vino y la deposito en mi cartera. Hago lo mismo con mi celular y la pongo en mi hombro. Después cierro mi laptop y salgo con ella en brazos. Como si el miedo de recibir una carta escrita con sangre no fuese lo suficiente, ahora me enfrento con un pasillo oscuro con apenas una luz encendida al final de este. No gasto ni un segundo en mirar hacia atrás y camino