Decían que las miradas no matan, pero si tuviesen esa cualidad sabía que yo ya estaría muerta. Lo sé porque aún rodeados de personas y con este restaurante a colapsar, lo único que podía ver era a Enzo a unos metros de mí. Él tenía la capacidad de llamar mi atención, de quitarme la respiración y aparentemente de asustarme hasta la médula.
Pero cual fuese la razón de su expresión, esa no era mi problema. Me había dejado sin una despedida decente tras hacerme todas esas cosas, por lo tanto, yo no le debía explicaciones de lo que hacía con mi vida personal. Menos en esta noche que trataba de despejar mi mente de la carta que recibí.
—¿Terminamos de llegar a la mesa? Les prometo que sí es esa en la que ves a la mujer de mirada intensa al fondo — nos comenta Oscar a Caroline y a mí.
Limpio m
