El primer aroma que llega a mis fosas nasales, es el del alcohol. La primera imagen que ocupa mi visión, es la de Enzo sentado en el piso. Se nota que ha estado bebiendo por las botellas cerca de él, y seguramente ni se ha bañado hoy por lo desaliñado que luce. Su espalda está pegada del borde de su cama y su mirada azul concentrada en mí. —¿Quién te dejó entrar? — me cuestiona sonando sí, como que se le fueron más de 5 copas por la garganta. Como no me recibieron jarrones, me atrevo a adentrarme más en su guarida. —Eso es lo de menos. ¿Qué te pasa a ti? Luces como un desastre — comentó como si no me importara. Enzo me da una sonrisa bastante aterradora. —Luzco como lo que soy — responde complacido y toma una de las botellas que tiene cerca. Vierte el líquido en un vaso y desapa