Abro los ojos a duras penas por el resplandor de la luz en la mañana. Me estiro y doy cuenta de que Enzo no está conmigo en su cama. Lo único que me acompaña es un estuche alargado de terciopelo. El cual tomo y abro para encontrarme con un brazalete a juego con el collar Bulgari que me regaló la otra vez. Dentro del estuche en sí, admiro una pequeña nota adhesiva que indica “Para ti”. Sonrío ante sus grandes habilidades de expresión y estiro mis brazos con el optimismo hasta el cielo. Un optimismo que me dura hasta mi visita al baño para hacer mis necesidades, cepillarme los dientes con algunas de las decenas de cepillos nuevos que encuentro en un compartimiento, y vestirme con la ropa de ayer. Al salir de la habitación, no veo a Enzo por ninguna parte. Lo que veo es a Estela con otra e