Debes ser el mejor juez de tu propia felicidad. - Jane Austen
.
.
.
Jueves. Lo recuerdo bien, hacía un par de semanas de mi alocada experiencia con ese chico Erick. Ahora esa disco estaba vetada para mi y, siendo honesta, la resaca que tuve después a la mañana siguiente me hizo jurarme a mi misma que no bebería de nuevo así. Clara se reportó al otro día y pidió informe, incluso me dio el suyo incluyendo el cómo le dolía el trasero porque se le ocurrió hacerlo anal con el chico con el que se fue y que, por cierto, su amigo a quien bauticé como Artur, le dijo barbaridades de mí como que lo calenté y me marché, ¿Es que nadie le dijo a él que esas cosas pasan en una pista de baile?
Tenía que buscar contenido para mis artículos en el períodico, también tenía que hacer compras para la casa y era un hecho: tenía que salir de mi confortable techo.
Tomé unos pants de licra color n***o, también una camiseta con el logo de Stranger Things que me quedaba un poco apretada, unas vans blancas y mi cabello en un moño sobre mi cabeza, los lentes oscuros y estaba lista, casi olvido mi cuaderno de apuntes y mis lentes de lectura, los metí en mi mochila negra junto a la lista de la compra del super y salí en dirección a la biblioteca que era realmente lo que estaba más cerca.
Empecé a flirtear un poco con chicos por las redes, le di un cambio de apariencia a mi perfil de f*******: y ya había descargado Tinder aunque aún no me creaba una cuenta. Estaba saliendo de mi caparazón poco a poco y eso incluyó aceptar una penosa propuesta de cita doble con mi buena amiga. El domingo ella y un chico con el que charlaba junto con su amigo y yo pasaremos el día en la playa, no me pregunten qué tanta emoción siento porque la verdad el balance marca cero. Nada. Es más, siento terror, ¿Qué tal si son un par de psicópatas y nos matan, arrojan nuestros cuerpos a la playa con cosas pesadas en los pies y nunca más aparecemos? Sí, creo que estaba abusando con Investigation Discovery en las madrugadas sin sueño.
La biblioteca era… Callada como siempre. Perfecta, si me lo preguntan, con su hedor a libro viejo mohoso, con sus bancos y mesas de madera, su calidez y el poco flujo de gente eran sólo un extra. Me quité la sudadera negra y tomé una mesa. Saqué mi cuaderno a la vieja escuela luego de tomar una colección entera de libros variados. Ya en serio no sabía qué carajos inventarme y estaba empezando a frustrarme por lo que decidí que tal vez, sólo tal vez, ahí podría relajarme.
Pero vaya que me equivoqué, terminé relajada pero no cómo yo pensaba.
Cuando no escribí nada más que tres palabras, dejé todo en mi asiento y caminé hacia una parte anexa a la biblioteca, solitaria más que el resto, la recorría lentamente, leyendo títulos de grandes poetas antiguos y viendo lomos de libros muy, pero muy viejos. Escuché un ruido pero lo ignoré, tomé un libro en alto que por fuera era color violeta. Eso me atrajo pero me costó demasiado sacarlo.
-¡Ay, mierda!- murmuré cuando cayó sobre mi cabeza. Escuché una risita detrás del estante y me di la vuelta molesta.
Un chico de unos veintitantos estaba ahí, sentado en el suelo y con los ojos muy rojos, fumaba en una de esos cigarrillos eléctricos pero dudo que fuera esencia lo que consumía, tenía una vibra de chico malo que me paralizó y cuando quise reclamarle por la burla nada salió de mi boca
-¿Estás bien, boquita sucia?- preguntó divertido y fue lo que necesité para salir del trance. Arqueé una ceja ante su apodo.
-¿Perdón?
-Ya sabes… por eso de “Ay, mierda”- me imitó antes de reírse. Yo bufé- Oh, disculpame, linda, es sólo que fue muy divertido. Creí que eras una niña cuando te oí quejarte pero viendote bien… No, no lo pareces para nada- sentí mis mejillas encenderse.
-Fumar aquí está prohibido- murmuré antes de darme la vuelta. ¿Qué carajos?¿No podía salir nada mejor de mi boca o qué mierda?
-Vaya culo, voy a pedir uno así para Navidad- le escuché murmurar y me devolví, por alguna razón mi corazón estaba agitado. ¿Acaso sus ojos eran color amarillo oscuro? Oh mierda, quedaba tan bien con su cabello n***o y con mechones largos pero corto a la vez, vestía todo de n***o y tenía una mochila al lado.
-¿Siempre eres tan imbécil o sólo cuando estás drogado?- pregunté con el ceño fruncido y él se puso de pie sonriendome.
-Siempre estoy drogado- dijo con simpleza- Mejor dime tú: ¿Siempre eres tan bella o sólo cuando te enojas?- sentí cómo me sonrojaba, en serio no esperaba eso.
-Debo irme, dejé...Mis cosas solas- murmuré como excusa lista para huir. Escuché su risa a mis espaldas y volví a donde antes estaba sentada. El maldito libro violeta era de anatomía, ¿Qué iba a hacer yo con eso? Lo dejé por ahí y vi de nuevo mi cuaderno sin nada sustancial dentro. Sentí que movían la silla frente a mí y levanté la cara, era normal compartir mesa en la biblioteca pero mi boca se abrió cuando me di cuenta de que era ese fumón sexy y burlón el que se había sentado con una sonrisa en los labios.
-Linda, grosera y nerd. Lo que siempre soñé- murmuró y miré a mi alrededor- ¿Qué pasa, nena?¿Miedo o qué?- preguntó con malicia y lo miré de nuevo con interés.
-¿A qué juegas?- estiró la mano y me quitó el cuaderno- Regrésamelo- pedí sintiendo el calor en mis mejillas.
-¿Quieres que te ayude un poco con inspiración para… Lo que sea que estás haciendo?- meneó las cejas y me reí.
-No fumo hierba, amigo- dije tajante y mi respiración se aceleró cuando sentí su mano en mi pierna debajo de la mesa.
-¿Quién dijo algo sobre fumar?- susurró para mí y lamí mis labios haciendo que me mirara con más interés que antes.
-Apenas y te conozco, ni siquiera sé cómo te llamas- dije sintiendo el cosquilleo en mi vientre.
-Soy Oliver- se presentó y su mano apretó un poco más fuerte mi muslo.
-Oliver, yo soy Isis. Isis Clavel- dije sin saber por qué le daba mi apellido, el pelinegro me sonrió con inocencia y si no sintiera sus dedos acariciar mi pierna debajo de la mesa diría que no era más que un dulce chico intentando ser amable.
-Pues bien, Isis, ¿Quieres acompañarme a buscar algo en…- miró alrededor- El armario que está junto a el área de ciencia ficción?
Entrecerré los ojos.
-¿Cómo sabes tanto sobre escondites en este lugar?- se rió.
-Mis padres son los dueños del edificio- Okey, eso explicaba mucho- ¿Vamos?-
Mordí mi labio inferior de nuevo.
-No lo sé.
-Oh, nena, no sigas haciendo eso, por favor- suplicó con un gesto sexy en el rostro que me hizo animarme.
-Ve tú primero, yo te sigo- prometí y se levantó.
-Cuento con tu palabra, Isis Clavel- dijo antes de levantarse y dirigirse a donde prometió.
¿Qué hago?¿Voy o no? Estaba loca por lo que iba a hacer, ¡Tan sólo se trataba de un acostón, Isis! Me daba igual. Guardé todo en mi mochila con disimulo y poniéndola en mi hombro me colé entre los pasillos. Creo que conté unas… ocho personas además de nosotros dos y la señora bibliotecaria en la entrada. Me vi de frente el letrero con estrellas que decía “C. Ficción” y sintiendo mi corazón agitado lo atravesé encontrando una discreta puerta de madera entreabierta que empujé suavemente a la expectativa de lo que ahí dentro había: Un guapo chico sonriéndome con una mueca de “Sabía que lo harías”.