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1112 Words
Si tan solo tienes una sonrisa, entrégasela a alguien a quien ames. - Maya Angelou . . . -¿Por qué tardas tanto?- Clara se acercó a mí en la barra mientras usaba mi teléfono para matar el tiempo- Vi a el chico que bailaba contigo besar a una rubia mientras tú estás aquí. Le hice un gesto con los ojos hacia el sexy cantinero. Ella arqueó una ceja sin entender y bufé, la jalé para hablar sobre su oreja. -Estoy esperando que termine su turno, su nombre es Erick. abrió la boca realmente sorprendida. -¿Sexo con el cantinero?¡Bien hecho, chica!- me felicitó y blanqueé los ojos- Bueno, sólo quería decirte que me iré con Cole a su piso, así que ya sabes, no me esperes- sonrió aunque por lo visto pensabas dejarme sola, pedazo de perra. -Ay sí, ajá, como si de alguna manera hubiese pensado que tú te irías sin coger a la cama- dije irónica y se despidió con la mano- usa condón- le recordé y me sacó el dedo del medio. Me reí y sentí una respiración a mi costado. Me giré y muy cerca de mi estaba Erick, el bartender.-¿Ya pasaron diez minutos?- dije sonriendo e intentando romper el hielo, estaba ebria y agradecía que el último trago que me dio era sólo una Coca-Cola con hielo. Acomodé un mechón de mi cabello detrás de la oreja. -Soy todo tuyo- dijo sonriendo y le devolví el gesto- ¿Quieres que nos quedemos aquí o vamos a algo más privado?- preguntó él encogiéndose de hombros y hablé sobre su oreja entrando en personaje. Tenía que sentirme una de esas atrevidas protas que seducen a quien quieren y cogen cuando les da la gana, tenía que creerme una de ellas para no morir en el intento de la sensualidad que tenía carente. -Quiero ir a un lugar en donde nadie nos moleste- él tragó grueso y puso la mano en mi cintura. Okey, entendió el mensaje. -Sígueme- dijo y tomé su mano mientras bajaba del banco al que había subido. Caminamos hacia el estacionamiento, en serio no quería creer que lo haríamos sobre un auto, pero si la oportunidad se presentaba no dudaría en tomarla, no había forma de rechazarlo. ¿Es que saben cuánto tiempo tengo sin tener sexo con alguien que no sea mi mano o el vibrador que tengo debajo de mi almohada? Si alguien lo sabe por favor dígame porque no lo recuerdo. Creo que estaba de moda “La Gasolina” de Daddy Yankee cuando sucedió eso. Erick me llevó entre unos autos que estaban muy juntos, yo me sentí un poco mal pero, ¿Ya qué? Era yo quien pedía a gritos un pene. Me besó con rudeza y eso encendió lo mejor de mí, arropé su cuello con mis manos y lo uní a mi, metiendo mi lengua en su boca con fiereza, quizás el alcohol me hacía más suelta o era sólo el deseo que salía de mis poros. Sentí sus manos recorrer mi cuerpo. Puse una de las mías sobre su pecho y la deslicé hasta acariciar su entrepierna. Él no tardo en besar mi cuello, mi pecho le siguió y poco a poco bajó los tirantes delgados de mi vestido exponiendo mis tetas al frío de la madrugada y llevándolas a su boca mientras las succionaba y masajeaba sin parar. Solté un gemido lastimero mientras acariciaba su cabello y cuello, no quería que parara, sino que fuese más intenso. Recosté mi espalda a una camioneta alta y vieja y separé mis muslos tomando la mano que tenía en mi cintura y llevandola a mi entrepierna. Él sonrió mientras me besaba y lamió mi oreja mientras su mano experta apartaba el tanga y se colaba entre mis labios para encontrar mi nudo de nervios. Cuando tenía mi clítoris entre sus dedos vi el cielo, gemí con fuerza sobre su oreja y él se rió con malicia, la tela de su camiseta sensibilizaba mis pezones erectos y sentía que temblaba, quizás por el frío, quizás por el cachondeo. -Mierda, qué rico sentirte tan mojada- murmuró y no dudé en abrir su pantalón mientras él me miraba- ¿Tantas ganas me tienes?- preguntó orgulloso. Malditos hombres, si no tuvieran pene, serían totalmente inservibles. -Sólo cállate, Erick- pedí y se acercó a mí de nuevo besándome con más violencia y acariciando mi v****a más fuerte. Me sostuve de sus hombros cuando sentí que me caería al suelo, mis piernas eran de gelatina en ese momento-Oh, mierda, ponte el maldito condón- pedí y mordí mi labio inferior, él sacó su cartera mientras recuperaba el aliento y lo vi romper el papel metálico y ponerse el látex con una precisión envidiable. -Voltéate- pidió y así lo hice, alcé mi vestido y arqueé mi espalda sin temor a ser vista por algún ebrio que pasara, sentí una fuerte nalgada en mi culo, mi piel latió y la picazón se mezcló con el gusto, iba a reclamarle pero me tomó por sorpresa hundiéndose de golpe en mi interior, ¡Joder! Se sentía tan malditamente bien. ¿Por qué dejé de hacerlo, carajo? Me meneé contra él marcando un ritmo violento y a mi manera, él jaló mi cabello con fuerza arqueando mi espalda y podía oír sus ruidos de placer, estaba disfrutando tanto como yo y al menos eso me hizo sentir bien, no había perdido la práctica tanto cómo pensé. Su pene era grueso pero no tan grande, aún así, cumplía su función y la posición era ventajosa. Sosteniéndome con una mano separé más mis muslos y llevé mi mano a mi clítoris para correrme como tanto anhelaba. Fue un polvo rápido, violento y alocado, justo lo que deseaba para salir de mi mala racha. Había empezado un nuevo capítulo en mi vida, y no necesariamente volvería a incluir a Erick pero le agradecía porque me había hecho lo que tanto quería por lo que le di un suave beso en la mejilla de despedida luego de acomodarme el tanga y verlo lanzar el condón lejos luego de anudarlo. -Espera, ¿Es todo?¿Te irás?- preguntó sorprendido y le sonreí sostenía mi bolso en la mano y aparté los mechones sueltos de cabello sobre mi rostro. -Sí, ¿Qué no es obvio?- dije sonriendo- Adiós, Erick- le di la espalda. -¡Dame tu número, oye!¡No seas así!¿Qué carajos?¿Es una broma?- le escuché gritar pero no me importaba, nadie más que los ebrios le escucharían. Caminé hacia el frente de la discoteca y tomé un taxi, era hora de dormir para mí.
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