SINOPSIS Y PRÓLOGO
Isis está obsesionada con la lectura erótica desde que era adolescente, a tal punto que su propia vida le parece eternamente aburrida y vacía. Ahora con casi treinta años, trabajar desde casa para el periódico local y una vida carente de relaciones no le ha dado más que tiempo libre para alimentar su adicción y luego de una noche de bromas con su confidente y mejor amiga, Layla, ella se anima a probar lo desconocido: Cazar sus propios clichés y hacer de su vida algo emocionante, para variar, atreviéndose a sacar una versión de sí misma que nunca había conocido. Era su propia protagonista en la historia sempiterna que era su vida.
“Me cansé de leer historias ajenas, por eso ahora vivo la mía”.
HISTORIA CARGADA DE CONTENIDO s****l, PARA MAYORES DE EDAD CON MENTE ABIERTA
BXG, GXG.
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“La vida es corta: sonríele a quien llora, ignora a quien te critica, y sé feliz con quien te importa”. Marilyn Monroe ( 1926 - 1962 ).
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“Y por ese motivo la sociedad actual es clasificada como “decadente” pero, yo les pregunto, ¿Qué haremos al respecto para que esto cambie?” Sí. Era un buen final. Lo envíe con un clic y me levanté de la computadora mientras bostezaba con la boca abierta.
-Ay, Berta, sí, ya, no empieces- mi gata gorda empezó a maullar con descontrol a mis pies. Siempre imaginé que terminaría así: viviendo para mantener los lujos de un gato y atenerme a su horario. La vida perfecta.
Caminé a la cocina mientras ella me seguía. Tenía mucha pereza, ¿Qué hora era? Miré el microondas, el reloj digital decía las dos y treinta y ocho. ¿Y yo no había comido nada aún?¡Con razón me dolía el estómago! Abrí la nevera y respiré hondo, tomé una bandeja de pizza congelada y luego de ponerla en un plato y meterla en el microondas fui por el abrelatas y la comida de Berta.
-Ahí tienes, guapa- dije a la gata hambrienta que engullía sus alimentos como si no hubiese un mañana- Te morirás de gula si sigues como vas- decreté y el microondas se apagó- ¡Uh, mi pizza!- dije con emoción.
Volví a la computadora y tecleé un par de palabras, volviendo a la página del libro en la que me había quedado. Claro que para algunos era una manera estúpida de gastar todo el dinero de mi tarjeta de crédito, pero a esos pendejos podría decirles que se metan en sus asuntos. Soy una adulta de veintiocho años, soltera, sin responsabilidades, y necesito gastar mi puto dinero de algún modo. Así que esta era mi versión de vicio.
El Cisne de Papel me tenía enloquecida y sí, leía mientras comía.
-Por Dios, es imposible- susurré leyendo el final, lloré, ¡Claro que lo hice!¿Quién no?
Me levanté del computador y caminé hacia la sala, dejando en altavoz la contestadora, ese viejo artefacto al que de vez en cuando llamaban pero nunca contestaba.
“Tiene tres mensajes” blanqueé los ojos y apreté el botón verde
“Isis, cariño, ¿Cómo estás? No has llamado de nuevo, ¿Te olvidaste de tus padres otra vez? Debes estar muy ocupada, mi niña” Puse una sonrisa triste en mi boca, papá siempre me entendía “La tía Berta te manda saludos, vino el jueves. Tu madre está bien, aprendió unas nuevas recetas y dice que vengas a casa para que pruebes unas nuevas galletas” eso inundó de calidez mi corazón. ¿Por qué es que no los visitaba con más frecuencia? “Antonio sigue de viaje, envió dos cartas este mes y yo empecé a preparar el patio para el bohío que me enseñaste, lo voy a hacer” me reí como tonta. Así era mi padre, decidido y animado “ Te amo, niña bonita, cuídate y llama pronto”.
-Te amo, papá- contesté a la nada.
“Mensaje número dos”
“Señorita Clavel, llamamos desde el banco. Su tarjeta de crédito de nuevo tuvo consumos por compras virtuales y verificamos que sean suyas” sentí mis mejillas encenderse. Respondería esa encuesta por la web, era menos vergonzoso. El último mensaje procedió a ese.
“Llamamos de la Funeraria Heaven Garden, tenemos un paquete para usted de---”
Colgué el aparato y solté un grito de frustración que llamó la atención de mi gata Berta.
-¡Estoy harta de esta mierda!- ¿De eso se trataba mi maldita vida ahora? ¿Qué carajos? Tenía veintiocho años, ¡Por Dios santo!
Tenía que salir de esa maldita rutina. Tenía una vida por delante y era hora de hacer algo con ella.
-Layla- llamé por teléfono a mi mejor-y única- amiga- Vamos a tomar esta noche hasta perder la conciencia- decrete.
-¡Amén, hermana!- dijo al teléfono y sabía que no necesitaba más detalles. Era momento de un cambio y lo haría de inmediato.
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>-¿Sexo con el cantinero?¡Bien hecho, chica!- me felicitó y blanqueé los ojos- Bueno, sólo quería decirte que me iré con Cole a su piso, así que ya sabes, no me esperes- sonrió aunque por lo visto pensabas dejarme sola, pedazo de perra.
-Ay sí, ajá, como si de alguna manera hubiese pensado que tú te irías sin coger a la cama- dije irónica y se despidió con la mano- usa condón- le recordé y me sacó el dedo del medio. Me reí y sentí una respiración a mi costado. Me giré y muy cerca de mi estaba Erick, el bartender.-¿Ya pasaron diez minutos?- dije sonriendo e intentando romper el hielo, estaba ebria y agradecía que el último trago que me dio era sólo una Coca-Cola con hielo. Acomodé un mechón de mi cabello detrás de la oreja.
-Soy todo tuyo- dijo sonriendo y le devolví el gesto- ¿Quieres que nos quedemos aquí o vamos a algo más privado?- preguntó él encogiéndose de hombros y hablé sobre su oreja entrando en personaje. Tenía que sentirme una de esas atrevidas protas que seducen a quien quieren y cogen cuando les da la gana, tenía que creerme una de ellas para no morir en el intento de la sensualidad que tenía carente.
-Quiero ir a un lugar en donde nadie nos moleste- él tragó grueso y puso la mano en mi cintura. Okey, entendió el mensaje.<