Celine
La peor semana de mi vida, bueno, no la peor, pero si una bastante mala. Y todo por él.
Mi profesor, mi hombre enmascarado.
Trate con todas mis fuerzas concentrarme únicamente en mis estudios, ir a las clases y estudiar, como siempre había hecho. Pero con él, sencillamente era una tarea imposible, no podía concentrarme en nada.
Maldito profesor de sonrisa sexy y voz que me volvía loca.
Después de la primera clase donde descubrí quien era, había pensado en cambiar de catedra, pero, para mí sorpresa era la suya la única este semestre y no iba a perder tantos meses sin cursar. Para mi suerte, si se le puede decir así, nunca menciono esa noche o intento acercarse.
Más allá de alguna que otra mirada mantuvo la distancia.
Y no creía que no supiera quien era, claramente nos habíamos reconocido mutuamente, pero, era obvio que no iba decir nada, sería una gran violación al código de ética universitario.
El profesor volvió a su escritorio después de decir algo que no escuche, estaba haciendo grupo con Evi, ella tenía un crush con él y no la culpaba, pero su estado de ansiedad hizo que el profesor no solo nos sentara frente a su escritorio, sino que nos diera una mirada acusatoria.
Nos pusimos a trabajar e intente no levantar la mirada y observarlo, otra vez, por suerte treinta minutos después de un par de bromas y risas terminamos nuestra actividad.
—Profesor— lo llamo Evie. Joder era perfecto con esos lentes y todo concentrado en lo que sea que estaba leyendo. Le dio un vistazo a lo que habíamos hecho sin notar a Evie y su nerviosismo.
—Puede irse— dijo, justo cuando estaba tomando mi bolso me detuvo—. Usted, no.
Evie me dio una mirada de pena y me guiño un ojo antes de irse. Me temblaron un poco las piernas, sintiendo que me dejaban en la guarida del lobo feroz.
Me quede ahí, observándolo releer otra vez lo que ya había visto, marco algo en la hoja y la puso dentro de una carpeta. Se levantó, tomo su maletín y la carpeta y salió hacia la puerta.
—La espero en mi oficina, señorita Grey— cruzo la puerta y se marchó sin mirar atrás. Era claro que debía seguirlo.
Lo hice, claramente sin emitir palabra, no tenía ni idea porque a mí me había citado cuando el trabajo era de las dos. El profesor se paró frente a su puerta y cuando abrió con un movimiento de cabeza me indico que entrara.
Mi cuerpo temblaba y me sudaban las manos.
—Profesor yo... — las palabras se me atoraron en la garganta cuando giré y lo encontré apoyado en su escritorio. Sus ojos eran intensos y recordaba tan bien esa mirada.
Pura lujuria.
Dios, nunca pensé que podían follarte con los ojos, pero era lo que este hombre me estaba haciendo en este momento y eso me hacía sentir excitada y cohibida al mismo tiempo.
—Celine... Celine— dijo en voz baja y ronca, había una amenaza latente en su tono que contrastaba con su mirada—, no vuelvas a usar esa faldita en mi clase.
—¿Que? — me mire, sin creer lo que había escuchado. Sus ojos recorrieron mis piernas y sentí mis rodillas doblarse, tuve que sentarme en la silla frente a su escritorio, se acercó sin dejar de mirarme, sin dejar de lado esa intensidad.
Era tan imponente y dominante.
Se acercó a mí y tuve que tirar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo, sus ojos brillaban con tantas cosas que me dejo prendada a esos pozos oscuros.
—¿Me deseas gatita? — lo directo de su pregunta me dejo sin respiración.
—¿Que? — dije tartamudeado, había escuchado bien pero no podía procesar las cosas en mi cerebro.
—Responde a mi pregunta— dijo firmemente.
—Si— susurre, era obvio que sí y su orden me estremeció el cuerpo entero.
Corrió un mechón de mi cabello con tanta delicadeza que me estremeció cuando me sujeto de la mandíbula, su agarre era firme pero no me hacía daño realmente, se inclinó de tal forma que nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir la calidez de su aliento.
Mi pulso se aceleró de una manera que estaba segura que hasta él podía escucharlo, mi cerebro no procesaba una sola información, pero lo más vergonzoso era lo húmeda que me encontraba.
Probablemente debo haberme caído y golpeado la cabeza de chiquita porque toda esta actitud de alfa dominante me tenía tan mojada que probablemente si corriera mis bragas ahora podría deslizarse dentro mío con mucha facilidad.
—No quiero, que vuelvas a usar estas falditas en mi clase— sus ojos eran puro fuego—. Porque no tienes ideas de todas las formas en que pensé en follarte sobre mi escritorio en el medio de ese salón— sus manos acariciaron mis muslos tan suavemente que cerré mis ojos y suspiré.
Un segundo después asalto mi boca, invadiéndola con su experta lengua, que acariciaba la mía y la incitaba a jugar con la suya. Gemí, no pude evitarlo y me tomo más fuerte.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, batallando con nuestras bocas mientras su mano seguía subiendo por mi muslo, me aparte jadeando.
—Yo... no... — traté de tener un momento de lucidez cuando fui consciente del lugar en donde estábamos. Me sonrió mientras su mano seguía subiendo, hasta rozar el límite de mis muslos y mis bragas.
Me levante de golpe, más excitada que antes.
Mi cerebro era una neblina que no entendía que pasaba, los recuerdos de esa noche me golpearon erizándome la piel. Quería quedarme, ceder a mis deseos y dejar que me tomara sobre su escritorio, pero la parte racional de mi gano la pulseada.
Por mucho que lo deseara esto estaba mal por tantas razones.
—Celine…— la forma en que dijo mi nombre probablemente hubiera hecho que me abriera de piernas en una clara invitación.
Joder, tenía que irme ya.
—Debo... yo tengo que salir de aquí...
Salí de esa oficina y casi me fui corriendo ¿Qué demonios acababa de pasar?
Bueno todo lo que había tratado de que no sucediera se acababa de ir a la mierda porque no solo no podía dejar de pensar en la noche que estuvimos juntos en ese club, sino que ahora la imagen de el en su oficina, con esa voz sexy y demandante acariciando mis muslos me joderia la existencia.
Esa voz, podría hacer cualquier cosa que me ordenara si me hablaba así.