¿Quieres esto tanto como yo?
Maia
Sus labios me saben a la mismísima gloria.
Tienen ese deleite que satisface mi d***o y me llena el pecho de adrenalina porque sigo prendida de su boca sin siquiera importarme que me estoy ahogando por la falta de oxígeno. No quiero parar, nada puede volver a ser lo mismo porque ahora ya sé el sabor de sus labios y tendría que volver a nacer para olvidarlo.
Jadeo ansiosa contra sus labios. Él maniobra con sus ágiles manos, hurgando dentro de mi camisón blanco, sus dedos rozan mis pliegues suavemente y dejo de respirar por un instante, estremeciéndome bajo él mientras permito que todas las sensaciones prohibidas me invadan.
Hunde dos dedos dentro de mí con la facilidad que le permite mi humedad, arqueo la espalda con satisfacción y aferro mis manos alrededor de su cuello mientras muerdo sus labios desesperadamente, necesitando un soporte ya que no puedo controlar todo los espasmos que me sacuden de manera brusca e insaciable.
Una oleada de calor se aglomera en mi bajo vientre y pongo los ojos en blanco. Derek se separa de mí y me mira fijamente con una sonrisa perversa que me calienta el corazón.
No deja de darme placer con sus dedos y mientras lo hace, sus ojos están puestos sobre los míos. No quiere perderse los gestos que hago cuando me toca.
—Córrete sobre mis dedos —gruñe y siento que mi sangre comienza a hervir—, vuelve a empaparme, cariño.
Acelera sus movimientos y me tenso cuando siento una presión instalándose en mi sexo, que comienza a palpitar desenfrenadamente, sin saber que más hacer, aprieto los labios y me sujeto de él para no caerme porque mis piernas han perdido la fuerza.
—Derek... —jadeo con fuerza cuando llego al clímax, vaciando parte de mis jugos sobre sus dedos.
Él me mira realmente complacido y sonríe antes de darme un beso corto en los labios. Trato de regular mi respiración y apoyo mi frente en su hombro mientras siento su aliento golpeando mi cuello. Sus brazos me envuelven como si no quisiera dejarme ir y no puedo hacer más que dejar escapar un resoplido para luego desenredar mis piernas de su cintura, extasiada por el millón de sensaciones que me atraviesan de golpe.
Me pongo de pie con dificultad, sintiéndome aturdida y desorientada por los espasmos que quedan después de lo que hicimos, pero aún así, no caigo, ya que su brazo sigue rodeando mi cintura, me mantiene firme junto a él y no me suelta, y esa acción hace que mi corazón lata desbocado, aunque él debería ser la última persona por la cual mi corazón debería latir.
Su mirada recae sobre mis labios y me toca pasar saliva, sintiendo que cada partícula de mi cuerpo lo aclama.
—No creo que pueda dejar de besarte, no puedo tener suficiente de ti —siento mi propia humedad mojándome los muslos—, no ahora que probé tu boca. No puedo detenerme porque ahora sé lo que me voy a perder.
Le sonrío en respuesta ya que no encuentro las palabras para expresar lo que en realidad siento. Él me mira expectante y puedo vislumbrar un ápice de miedo agitándose en sus ojos.
Con su mano acaricia mi mejilla y me mira detenidamente, casi decepcionado.
—¿Te arrepentiste? —pregunta con un tono de vacilación—. ¿Es eso?
Mi corazón se oprime en realización. Vuelvo a sonreír y niego con la cabeza al tiempo que me pongo de puntillas y acuno su rostro con mis manos, me inclino lo suficiente y le doy un beso corto en los labios antes de volver a mi posición actual.
—No me he arrepentido —aseguro sin darle cabida a la culpa—, no creo que pueda hacerlo después de probarte.
Una sonrisa llena de arrogancia aparece en sus labios, luce genuinamente feliz y más cuando tira de mí con fuerza para besarme lentamente, saboreando cada espacio de mi boca mientras enreda nuestras lenguas en un vaivén de sensaciones sin importarle qué nuestros dientes se interpongan.
Suspiro en medio del beso y acaricio su torso d*****o sintiendo que la piel me arde de d***o porque después de lo que parece demasiado tiempo puedo tener lo que tanto anhelo.
Deja de besarme y comienza a trazar un camino de besos sobre mi cuello, jadeo excitada y lo escucho gemir entrecortado, le falta el aire.
Cuando estoy segura que seguirá haciendo lo mismo, de la nada, sus manos me levantan del suelo sin ninguna dificultad y me carga como si fuese un bebé. No hago ninguna protesta y me dejo llevar por él, sin cuestionarlo. Subimos rápidamente escaleras arriba y sonrío mientras él avanza por el pasillo.
Pasamos de largo por mi habitación y entro en confusión al ver que no se detiene, sin embargo, todas mis dudas se aclaran cuando veo que llegamos a la suya. Mi corazón se encuentra exaltado y no puedo evitar que los nervios me invadan de repente.
Nos adentramos en la habitación de Derek y contengo la respiración cuando visualizo el lugar. Solo encuentro una palabra para definir todo lo que ven mis ojos; Perfecto. Todo es perfecto, su cama es demasiado grande para una persona, las persianas son blancas pero se encuentran recorridas hacia un lado para exponer la vista del hermoso ventanal. Se puede ver todo el exterior de su casa desde aquí y por un momento siento envidia porque sin duda él tiene la mejor habitación.
—Si tanto te gusta mi habitación puedes dormir aquí todas las noches —susurra cerca de mi oído, su voz ronca cargada de insinuación me saca de mi trance—, no me molestaría tenerte aquí, desnuda, sólo para mí.
Le sonrío, obviando el calor que comienza a subir a mis mejillas, al tiempo que ruedo los ojos.
—¿Esa es tu excusa para tenerme en tu cama cada noche? —enarco una ceja, mirándolo fijamente. Él se echa a reír.
—¿Funciona? —inquiere con un deje de diversión.
Asiento con la cabeza, una sonrisa cálida rozando sus labios.
—Mentiría si dijera que no —le digo.
Él me mira por unos segundos, casi detallando cada uno de mis gestos, y después camina hasta llegar a la orilla de la cama, siento un cosquilleo electrizante subiéndome por la garganta y es imposible que pueda pensar con claridad, él se lleva toda mi cordura y me deja cómo una persona hormonal que solo quiere saltar a las sábanas de su cama y fundirse con él.
Como si pudiera leer mis pensamientos, me deposita suavemente sobre el colchón, que es sorpresivamente cómodo y comienza a jugar con la bastilla de mi camisón, tanteando mi paciencia.
—¿Quieres esto tanto como yo? —vuelve a preguntar y eso me da el impulso que busco.
—Quiero esto, Derek —admito sin pena.
Él no me da tiempo para que pueda articular otra palabra porque levanta mi camisón y tira de él por encima de mis brazos para quitármelo por completo, de nuevo quedo expuesta ante él pero esta vez su mirada es intensa y siento que me puede atravesar hasta el alma. La tenue luz proveniente del ventanal me apunta directamente y no puedo evitar sentirme agobiada.
Un escalofrío me sube por la espina dorsal y algo que creí olvidado vuelve a resurgir al sentirme tan vulnerable ante alguien.
Mis expresiones decaen con notoriedad y hago el amago de cubrirme con las manos pero es más rápido y me detiene. Se ha dado cuenta y siento pena.
—Eres jodidamente hermosa, cariño, y no tienes nada de qué avergonzarte —me besa la mejilla con ternura—, d***o cada centímetro de tu cuerpo y no hay nada que me ponga más duro que verte desnuda en mi cama. —Su boca desciende a mis pechos y jadeo cuando succiona uno de mis pezones.
Mis dudas se esfuman con sus palabras que me llenan de una seguridad y un autoestima que nunca antes sentí, desconecto mi mente de cualquier recuerdo que quiera evocar y cierro los ojos porque quiero disfrutar este momento.
—Quiero que me folles, Derek —pido entre jadeos—, te d***o tanto...
—Eso haré, cariño —me mordisquea los pechos bruscamente—, puede estar seguro de ello. Nada puede impedir que te folle como he deseado hacerlo desde que te vi porque me has hecho perder la cabeza y lo único que puedo pensar es en lo que se sentiría estar dentro ti.
Ahogo un jadeo. El placer me nubla la vista y el racionamiento.
Después de varios minutos se pone de pie y camina hasta la mesita de noche que está a lado de su cama, abre el cajón de en medio y saca un preservativo. Mi corazón comienza a latir desbocado y me muerdo el labio inferior porque sé que se ha llegado el momento.
Se gira en mi dirección y entorna los ojos para mirarme. Se postra enfrente de mí y me observa fijamente antes de sonreír.
—¿Quieres ponérmelo? —hace una mueca de emoción.
Asiento con la cabeza y tomo el c****n sin dudarlo, arranco la parte superior y saco el preservativo. Se baja el pantalón del pijama y su m*****o erecto queda expuesto ante mis ojos, las venas en este sobresalen, lo reparo descaradamente de arriba abajo, sonriendo con malicia cuando una oleada de placer golpea mi entrepierna con ese d***o que me hace corromper mis valores.
Mis manos tiemblan y ponen en evidencia mi inexperiencia, me es imposible controlar mis nervios al momento de acercarme a su erección y él lo nota, ya que me mira con cierta fijación.
—Lo siento, es que es mi primera vez haciéndolo —me disculpo.
Mis ojos encuentran a los suyos, algo cambia en su mirada y me arrepiento al instante de haber dicho lo que dije. Soy una completa estúpida. Dejé en evidencia algo que no quería y ahora me ve diferente.
—¿Eres virgen? —se queda perplejo—, ¿nunca has estado con un hombre? —inquiere con sorpresa y desentendimiento.
Siento un alivio invadirme y sonrío cuando comprendo el porqué de su reacción.
—Oh no, no soy virgen —me burlo, mis mejillas calentándose—, quería decir que era la primera vez que ponía un c****n —explico, divertida con la situación.
Él me mira incrédulo y termina sonriendo al igual que yo.
—¿Así que no eres virgen y tampoco has puesto un c****n a alguien? —pregunta mirándome fijo para asegurarse de que no mienta y niego con la cabeza—, entonces déjame ayudarte a hacerlo, castaña pervertida.
Y así lo hace. Tranquiliza mis nervios y se toma su tiempo conmigo. Me ayuda a deslizar el c****n sobre su m*****o y no pierdo la oportunidad de acariciarlo con mis dedos ya que me encantan los gestos de placer que hace cuando siente mi tacto.
Ya no hay nada que nos detenga. Me siento en la cima de una montaña rusa, nunca creí que sería capaz de ceder, y tal vez esto me convierta en la peor de las mejores amigas pero ya no sé qué más hacer para no desear a Derek como lo d***o. No tengo la fuerza para alejarlo porque cada parte de mi cuerpo se enciende como nunca lo había hecho con nadie cuando lo tengo cerca de mí.
Me dejo caer boca arriba sobre la cama, invitándole a hacer lo mismo, se sube y el colchón se hunde con su peso. Sé que ya no hay vuelta atrás y esta vez no hay arrepentimientos de por medio. Me mira detenidamente y con ambas manos acaricia cada rincón de mi cuerpo. Me derrito con cada suave roce que le da a mi piel porque de alguna extraña manera, siento que él es todo lo que siempre he deseado en un hombre.
Besa mi piel desnuda, me acaricia con fervor, y frota su hombría contra mis muslos haciendo que jadee sin control. Estoy demasiado excitada y aunque todo es perfecto, no puedo evitar sentirme abrumada debido a la inmensa cantidad de sensaciones que me avasallan con vehemencia.
Flexiona las rodillas sobre la cama y tira de mis piernas para que parte de mis muslos estén encima de los suyos. Suelto un jadeo de sorpresa haciendo que sonría. Estoy abierta para él porque no tengo ninguna duda de que quiero entregarme por completo y esta vez no hago amago de cerrar las piernas, pese a que tengo muy presente que puede ver hasta la más íntima parte de mí.
Con la mano derecha agarra su erección y se posiciona en mí abertura, primero la roza por mis labios vaginales y no puedo evitar sentirme extasiada, levanto la cabeza y me apoyo en los codos para inclinarme hacia arriba, lo siento estremecerse cuando se percata de que estoy observando nuestra unión.
Nos miramos con complicidad. Él me sonríe con perversión al tiempo que lentamente introduce la punta de su pene dentro de mí. Ambos permanecemos quietos, tampoco emitimos ningún sonido, quizá porque tenemos miedo de que hasta el mínimo movimiento pueda romper nuestra conexión.
Permanecemos con la mirada fija el uno al otro, intentando descifrar ese torrente de emociones que se reducen a nuestra colisión.
—Derek... —Jadeo por lo bien que se siente al tenerlo por fin dentro de mí.
Él lo siente. Yo lo siento.
Se inclina para darme un suave beso mientras se acomoda dentro de mí.
—Lo sé, cariño —me respira en los labios—, se siente demasiado bien.
Cierro los ojos y los aprieto con fuerza, dejándome sumergir en el vaivén de sensaciones que me impiden replantearme las cosas. Sus caderas empujan dentro de mí con facilidad, su m*****o duro me llena por completo y siento que me parte en dos, llevándose cualquier gramo de racionalidad que quiere resurgir, y precisamente con eso sé que no hay vuelta atrás, ya que sentirlo hundiéndose en mí entrada me hace alucinar e imaginar una realidad paralela en la que él no es p*******o y simplemente es él hombre que me folla en su cama sin culpa alguna.
Siento que lee mis pensamientos cuando sus ojos se encuentran con los míos y nos perdemos en el abismo del otro. No hay nada más que pensar. Este momento es nuestro y no nos importa lo que hay detrás de la puerta cerrada
Me embiste con fuerza y sin contención, sus manos aprietan mis caderas queriendo encontrar un soporte y presiento que dejarán marca, lo cual no me importa en absoluto porque necesito tener un recordatorio de lo que estamos haciendo.
El sonido entrecortado de su respiración me trae de vuelta a la realidad, Derek se desliza del todo haciendo que mi pecho se sacuda con esa adrenalina que me hace gimotear ansiosa de más.
Sus músculos se contraen con cada empellón que arremete contra mí, sisea con los dientes apretados, dejando escapar un sin fin de maldiciones y gruñidos de placer que lo hacen lucir salvaje y como un j****o depredador, lo cual no hace más que incrementar mi excitación a niveles que jamás había experimentado antes.
Al percatarse de mi mirada puesta sobre él, acelera sus movimientos, me penetra con brusquedad y la cama se mueve a nuestro mismo compás, él gruñe y aprieta la mandíbula cuando comienzo a hacer círculos, buscando elevar mi placer.
Nuestras respiraciones entrecortadas hacen eco en la habitación y permito que el sonido me envuelva porque solo así podré olvidar todo lo malo que mi mente quiere evocar.
Una bola de placer se comienza a crear en mi bajo vientre, mis gemidos se hacen más fuertes, mis pechos rebotan con cada embestida y él me observa con absoluta satisfacción, lo cual me hace estremecer de pies a cabeza y sé que no tardaré en liberarme nuevamente.
—Estoy a punto de correrme —le aviso entre gemidos y me sonríe, aumentando la velocidad.
—No te corras todavía —demanda con autoridad—, sé que puedes aguantar un poco más, cariño.
Su voz me hace estremecer y me empapa todavía más, enrosco los dedos de los pies y arqueo la espalda cuando siento esa misma sensación que sentí en la cocina creciendo dentro de mi cuerpo, con la excepción de que esta vez es demasiado intensa, y casi la puedo alcanzar pero se deshace cuando Derek detiene sus movimientos.
Lo miro incrédula y suelto un quejido en protesta.
Él me observa con un destello de diversión y d***o incrustado en sus orbes.
—Quiere prolongar el momento —me dice—. No te desesperes, castaña pervertida.
No entiendo a qué se refiere. Y tampoco me da una explicación.
Me agarra por las caderas sin ninguna consideración pero no me causa algún daño y me voltea de golpe, la sangre se me calienta al darme cuenta de lo que quiere hacer y suelto un jadeo cuando me pone boca abajo, haciendo que mis pechos se ciernan sobre la cama y sin darme tiempo de recuperar el aliento, me embiste por detrás, usando la misma ferocidad y salvajismo que me hace poner los ojos en blanco y apretar las sábanas con mis puños buscando descargar todo el torrente de emociones que me agitan el pecho.
—Ahora sí, hazlo —su voz áspera me prende todavía más—, córrete para mi, cariño —jadea empujando con fuerza.
Él nudo enredado que sentía en mi vientre se deshace, mi mente se pone en blanco, las piernas me tiemblan en advertencia y cuando da la última estocada libero todos mis fluidos sobre su m*****o, jadeando al mismo tiempo que él, lo que me hace saber que también ha llegado al orgasmo.
Me dejo caer sobre la cama y él hace lo mismo después de deshacerse del preservativo, respiro entrecortadamente ya que no puedo recuperar el aliento, me giro en su dirección para mirarle a los ojos y asegurarme de que no hay ningún rastro de arrepentimiento, pero lo que encuentro me aterra aún más, me mira con un brillo que nunca antes he vislumbrado en su mirada y mi corazón empieza a galopar sin control.
Nuestras respiraciones agitadas llenan el silencio abrumador y siento que no hay nada que decir porque probablemente si algo sale de mi boca arruinará el momento y toda la magia que reside entre nosotros se esfumará por completo, y nos dejará ver la equivocación que acabamos de cometer.
Sintiéndome expuesta me acerco más a él, lo miro a los ojos y vuelvo a presionar mis labios contra los suyos, me agarra con firmeza de las caderas y me besa desesperadamente, aún acariciando mi desnudez y vuelvo a gemir contra su boca cuando siento ese tirón en el estómago que me grita cuanto d***o al hombre que me tiene aprisionada en su cama, besándome como si también deseara que mañana todo siga igual y que lo que acaba de pasar entre nosotros no haya sido un completo error.