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Tormentoso d***o

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Blurb

¿Cómo algo malo y p*******o puede sentirse tan bien?

Cuando la atracción es demasiada se vuelve insoportable llevándote a cruzar los límites que juraste preservar. Maia sufrirá y se quemará en el fuego de un t******o d***o cuando se encuentre con Derek.

Un hombre que lo tiene todo para derretir a una mujer, un hombre que le hará replantearse todos sus límites, un hombre que corromperá cada rincón de su alma, un hombre que es capaz de satisfacer sus necesidades.

Pero solo hay un defecto en él, un pequeño detalle que no puedo pasar por alto.

Él está estrictamente p*******o, él no se puede tocar, él es el único hombre que Maia no puede desear....por la sencilla razón de que es el padre de su mejor amiga.

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Prólogo
"Déjame tomarte la mano y llevarte por el camino de la perversión para mostrarte la salida a un Tormentoso d***o" ******* —¿Acaso quieres besarme, castaña pervertida? —pregunta sonriente, enarcando una ceja. Cada espacio de mi piel comienza a arder con la sensación de euforia que me asalta al tenerlo tan cerca de mí. Me siento desequilibrada porque quiero ceder ante lo que no debo, ante lo que está p*******o, y la idea de caer en la tentación de sentirlo ya no es irracional. Estoy fuera de control y no me importa. —Sí, quiero hacerlo, señor Morgan —admito sin rodeos, no tiene caso negarlo cuando estoy a punto de quebrantarme ante la única persona con la que no tengo permitido hacerlo. Él me observa impaciente y empieza a acercarse a mí con pasos lentos, pero decisivos, puedo ver la determinación en su mirada, la cual me grita que quiere lo mismo que yo. Mi corazón se acelera con los pensamientos que me golpean, las yemas de mis dedos comienzan a arder por la necesidad de tocar su torso d*****o que me tienta de una manera inexplicable, y me resulta bastante difícil encontrar una razón para detener la locura que está a punto de ocurrir. Lo d***o. —¿Y por qué no lo haces? —me provoca y una sonrisa cargada de perversión se dibuja en la comisura de su boca. Me relamo los labios con cierta sensualidad e intento retroceder, pero es más rápido que yo, que me toma por las caderas y me acerca a él haciendo que la respiración se me acelere. Su toque áspero me quema la piel de una manera enloquecedora, desencadenando el torbellino de sensaciones que he reprimido durante semanas por el simple hecho de que son prohibidas. —Dime, castaña pervertida —exige en mi oído con esa nota áspera—, ¿por qué no me besas? Sé que quieres hacerlo —insiste, buscando persuadirme porque al igual que yo, no puede reprimir lo que provoco en él. Lo miro con fijación y me enfoco en el iris gris de sus ojos, que me tiene en una nube de perversión y tormentosos deseos. Suelto el aire que no sé que estoy reteniendo y nuestras respiraciones se mezclan, impulsando el cosquilleo que me avasalla el estómago. —Vamos, dime —su voz es un susurro—, ¿qué es lo que te detiene? Cierro los ojos, expulsando el aire. —Eres el padre de mi mejor amiga —confieso con pesadez, recordando el motivo por el cual no puedo dejarme llevar por mis instintos. Sus ojos me observan un poco desconcertados, como si apenas hubiese recordado la razón que nos detiene de ceder ante lo que deseamos. Pienso que mis palabras han surtido efecto y, que por ende, me dejará escapar, pero no lo hace. Al contrario, me acerca más a él, tanto que puedo sentir cómo su cuerpo se tensa junto al mío, avivando lo que tanto anhelo. —Y tú eres su mejor amiga —replica, frotando su hombría contra mis muslos—, eres prohibida. Jadeo sorprendida y su mirada se ensombrece. —No podemos —me muerdo el labio, silenciando mis gemidos—. No debemos. —Lo sé —acaricia mi mejilla con algo parecido a la ternura—, lo sé muy bien, castaña pervertida. Un sin fin de vibraciones me recorren el cuerpo al sentir su tacto sobre mi piel, mi cabeza ya no piensa con claridad, no sé que hacer, solo sé que él es p*******o pero he perdido la habilidad funcional de mi cerebro y ya no puedo reprimir mis sentimientos. Ya no quiero. Porque de nada ha servido hacerlo, hemos terminado justo en la misma situación, que hemos tratado de evitar desde que nos vimos. —Derek... —Alargo su nombre—. Ya no hagas esto, nos duele a los dos —me mira con ese destello de contención, pero el d***o que crispa en sus ojos sobresalta, dándome a entender que no hay poder humano que detenga lo inevitable. —¿Entonces no me besarás? —acerca sus labios a los míos, tentándome como solo él sabe hacerlo—. ¿Te quedarás con las ganas de sentir mis labios sobre los tuyos? —insiste en un tono sensual que me seca la boca y me pone a temblar las piernas. Mi cabeza se convierte en un puto lío por sus insinuaciones, no puedo pensar en que debo hacer, más bien sé lo que debo hacer; apartarlo de mí y salir corriendo, pero mis pies no me hacen caso, porque mi cuerpo se quiere quedar aquí, con él. —No, no te besaré —digo con la respiración agitada, resguardando el poco autocontrol que me queda. Él me observa fijamente y me lanza esa mirada hambrienta, como si yo fuera una presa y él un depredador que busca devorarme de un solo bocado. Y sé con certeza, que si en este momento sigue haciendo sus malditas insinuaciones, caeré en la tentación de sentir sus labios sobre los míos, recorriendo cada espacio de mi cuerpo. Haciendo de mí lo que él quiera porque ya no tengo la fuerza suficiente para alejarlo. En este preciso instante soy más suya que mía. —No importa —sisea, pasando las yemas de sus dedos por el contorno de mis labios—. Pero no me quedaré con las ganas de besarte porque he perdido la cabeza... Y cariño, debiste haberte ido cuando te lo pedí —replica, sonriéndome de esa forma que me desviste al instante. No proceso sus palabras a tiempo y por eso formulo la pregunta: —¿De... Mis palabras se ven interrumpidas por unos labios feroces que me devoran con desesperación y una frustración que me acelera las jodidas pulsaciones, porque sé que está intentando transmitirme toda la impotencia que los dos hemos sentido durante semanas. Estoy en llamas. Gimo contra su boca cuando siento que dejo de pisar el suelo y me aferro a él porque ya no hay nada que me pueda regresar la cordura que he perdido por su culpa. Quiero mantenerme cuerda, con los pies puestos en la tierra, pero tener su sabor en mi boca se siente como una bocanada de oxígeno que necesito para poder coexistir. Mi cuerpo se calienta con la ola de excitación que me golpea en la entrepierna y aunque me obligue a mí misma a apartarlo, porque es lo correcto, no lo hago porque yo también lo d***o. Y por eso mismo, le cedo la entrada y caigo rendida ante el dulce sabor de sus labios.

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