Boleto Al Infierno
Maia
¿Alguna vez has sentido que vas a ir directo al infierno?
En mis veinte años de vida jamás sentí algo así, nunca experimenté dicho miedo, no hasta este preciso momento. Yo no quiero ser una pecadora ni mucho menos ir al infierno pero el aura de este hombre me incita a pecar. Y es que sé que no tengo excusa, ni justificación para lo que acabo de pedirle.
Así que no pienso atormentarme por horas cuando en realidad d***o poner mi mente a pensar en mejores cosas.
No tiene caso negar lo obvio, aunque me obligue a mí misma a inventar algo, esta vez no puedo mentir. d***o que esté junto a mí, no tengo las palabras para describir el torbellino de sensaciones que me suben por la garganta cada vez que me lanza esa mirada lasciva, y tal vez estoy haciendo mal, y probablemente voy a terminar con boleto de primera fila directo al infierno, porque esto es en juego extremadamente peligroso donde los dos podemos salir perdiendo.
Pero esta noche no tengo la fuerza para poner una barrera entre nosotros, me siento vulnerable y con la piel expuesta, estoy cobijada bajo esa sensación cálida que él provoca cada vez que me mira de reojo.
El hombre que está a mi lado ha puesto mi mundo patas arriba, ha venido con ese porte varonil, que denota hombría, y sólo eso ha bastado para estremecer mi alma, y ahora tengo que enfrentarme a lo que siento porque no creo que sea lo suficientemente fuerte para no caer en la tentación.
Ambos subimos las escaleras en completo silencio, nuestras respiraciones hacen eco y ese es el único sonido que registra mis oídos. Llegamos a mi habitación y abro la puerta con delicadeza, me adentro en ella, él se queda afuera y me observa con la duda crispando en sus orbes grises.
Le sonrío y le extiendo mi mano.
Sus labios se curvan en una sonrisa cálida, me toma de la mano, acción que desencadena mis nervios y las ganas de sentirlo. Ambos quedamos dentro de mi habitación. Los recuerdos de lo qué pasó en mi cama hace apenas unos días me golpean y como si él fuese una llama de fuego que me quema, me alejo, en busca de un respiro a todo lo que estoy sintiendo.
—¿Quieres que me vaya? —pregunta con un deje de inseguridad—, puedo irme, sólo dímelo.
Niego rápidamente, un nudo formándose en mi garganta.
—No lo hagas, quédate —pido.
Él asiente con la cabeza y se dedica a mirarme fijamente, entornando los ojos en mi dirección. Pierdo el aliento, mi cuerpo se estremece y me toca fingir que tenerlo en un lugar cerrado no me provoca nada.
Me alejo de él por completo, no es necesario cambiar mi atuendo, ya que llevo una blusa de tirantes y un shorts de pijama, le doy una última mirada a Derek, en especial a sus labios.
Resoplo exhausta, me recuesto en la cama y me acomodo debajo de las sábanas, ya no lo miro, solo me concentro en mi respiración agitada.
Pasan varios minutos en los que nadie dice nada, tengo miedo, y él también, porque puedo sentir su intensa y caótica mirada puesta sobre mí, envía un millón de escalofríos por mi columna vertebral y es que no puedo regular la respiración cuando tenerlo en mi espacio basta para sacudir mi mundo.
Él está cauto ante la situación, tiene esa mirada activa que explaya pánico. Le atormenta estar a solas conmigo en mi habitación y a mi me atormenta el que no se acerque porque muero por volver a sentir el calor que emana su cuerpo, y aunque no puedo ceder antes mis deseos, necesito sentirlo cerca.
No puedo aguantar más los nervios y la incertidumbre. Alzo la mirada y lo veo quitarse la gabardina, la camisa manga larga y por último sus vaqueros ajustados, solo se queda en un par de bóxers.
Lamo mis labios, el d***o me estremece, y no puedo evitar repararlo de arriba a abajo, quiero detallar cada espacio de su anatomía. Me atrapa mirándolo, ladea una sonrisa entre perversa y maliciosa, mis mejillas arden a consecuencia de sus gestos faciales.
—¿Te molesta que duerma así? —su voz es apenas un susurro—. Puedo ir a mi habitación a por ropa, si eso te hace sentir más cómoda.
¡No!
Trago grueso y vuelvo a negar, indecisa.
Él asiente, un poco aturdido por mi falta de respuesta, se aleja de su sitio, le pone seguro a la puerta y siento un tirón que me sube por la columna vertebral. No hay nadie en casa, pero es mejor no arriesgarse.
La realización de lo que está pasando me golpea con una oleada de calor que no puedo apagar por más que lo intente, él d***o que siento me está deshaciendo la piel y tener que reprimir lo que estoy sintiendo es lo más difícil que he hecho en mi vida.
El pecho se me llena de sensaciones impropias, perversas, impuras, que si se las confesara a un sacerdote, éste derramaría en mí toda el agua bendita a su alcance, no exagero, este hombre es el protagonista de mis fantasías y me muero por hacerlas realidad.
Mi autocontrol está en la cuerda floja y no sé cómo entrar en razón y hacerme entender que este hombre no es el adecuado para mí, por mucho que lo desee. Él está p*******o y nada de lo que haga lo va a cambiar.
Nunca había sentido este d***o de que fuera un hombre normal, no el padre de mi mejor amiga, que no tuviera este vínculo con ella, especialmente con ella. No quiero destruir lo único bueno que ha pasado en mi vida, y eso es lo que estaré haciendo si dejo que esto continúe.
La cama se sume con su peso y siento que dejo de respirar, mis pensamientos negativos se evaporan, él me arrebata el aliento, me deja con el corazón en la boca, jamás imaginé poder sentir tanto en tan poco tiempo. Pero Derek llegó rompiendo todas mis reglas y los límites que impuse en mi vida. Me hizo replantear mis valores y se coló en mis pensamientos como nadie jamás lo hizo.
—Aún puede irme, castaña, solo pídemelo.
Mi respiración se vuelve inestable y mi corazón comienza a acelerarse anticipando el innegable d***o que siento por él.
—No quiero que te vayas.
—¿Por qué? —insiste.
Lanzo un suspiro al aire y entonces digo: —Me agrada tu compañía.
—¿Es solo eso?
—¿Cambiaría algo si digo la verdad?
Su crudo silencio es respuesta suficiente.
No fuerzo más la situación. Y justo cuando comienzo a creer que nada más sucederá, siento su torso d*****o y firme haciendo contacto con la parte baja de mi espalda, que no está descubierta, solo una fina y delicada tela de seda nos separa, pero ni eso es capaz de detener lo que me sube al corazón, avivando la necesidad de ceder ante él, ya que estoy derribada por todas las sensaciones que este hombre provoca en mí.
—Duerme bien, castaña pervertida —me susurra en cambio. Su cálido aliento me hace cosquillas en el lóbulo de la oreja.
Sonrío aunque sé que no puede verme.
—Tu igual.
—Por favor, no digas demasiadas palabras que me emociono. —Ironiza.
No puedo evitarlo. Me río sin contención alguna y no aguanto más las ganas de verlo, estás me queman los sentidos así que sin dudarlo, removiéndome sobre la cama me vuelvo hacia él, quedo frente a frente para no perderme el gesto que curva sus labios, que ya han estado sobre los míos. Aunque haya sido un pequeño roce.
—Duerma bien, señor Derek —repongo y niega, divertido.
—¿Señor Derek? —se burla.
—¿Acaso no te gusta? —enarco una ceja.
Él sonríe genuinamente y extiende la mano para tocar mis labios. Luego roza mis mejillas con las yemas de sus dedos y suspiro, abrumada por la cantidad de emociones que me asaltan el corazón.
—Me gusta absolutamente todo lo que tú dices, Maia —sigue acariciando mi rostro con ese atisbo de d***o.
La emoción me llena el pecho hasta el punto de hacerlo explotar, que no puedo evitar el impulso de acortar la distancia entre nuestros cuerpos y, con el miedo palpitando en cada espacio de mi, beso su torso d*****o. Él deja escapar un áspero gruñido y me toma por la nuca, con brusquedad, obligándome a verlo a ese par de ojos que me tienen atormentada.
—No hagas esto —ruega viéndome con la mirada ensombrecida—, te juro que estoy dando lo mejor de mí para no perder el control.
Le regalo una sonrisa lasciva y me zafo de su agarre.
—¿Tú me deseas? —lo provoco, pasando mi mano por sus pectorales.
Su respiración comienza a entrecortarse.
—Sabes que sí te d***o, Maia —detiene mi mano y la sujeta, mirándome fijamente a los ojos—. Te d***o como nunca he deseado a nadie en mi vida y precisamente por eso no te tocaré. No sé cómo controlarme, castaña pervertida.
Sus palabras atisban la l*****a y ese aire de culpabilidad que me quita el aliento, ansiosa, me obliga a tomar una bocanada de oxígeno.
—Eso no es justo —frunzo el ceño.
Asiente en respuesta, masajea mi mano y suelto un resoplido, atajada por los pensamientos que me colman.
—La vida no es justa, Maia. Algunos deseos deben ser reprimidos y permanecer ocultos porque nadie está preparado para el t******o que desatarán.
Sonrío en un intento de disipar la tensión y me muerdo el labio, queriendo parecerle sensual. Él me mira fijo, pone atención a lo que hago y siento que el corazón me da un vuelco.
—Aun así, hay algo que quiero de ti —me atrevo a decirlo en voz alta.
La confusión cruza su mirada.
—¿Y qué es lo que quieres de mí? —Hay una pizca de miedo en su voz, porque no sabe lo que estoy a punto de pedir.
Cojo aire antes de hablar.
—Dame un beso, Derek —negocio—, quiero un beso de verdad, no a medias.
Mi petición lo hace reír y niega, sin romper el contacto visual que comienza a quemarme la piel con ese d***o que me palpita en el corazón y en cada parte de mi cuerpo.
—Nada de besos, Maia —sisea con la vista fija en mis labios.
—Aún puedo echarte de mi cama —le recuerdo con una sonrisa.
—Lo sé, pero no lo harás —increpa con arrogancia.
Arqueo una ceja, confundida y centro la mirada en él.
—¿Y según tú porque no lo haré? —le sigo el juego.
—Porque así como tú tienes este poder sobre mí, yo también lo tengo sobre ti —mi corazón late con fuerza—, y aunque no lo admitamos en voz alta, sé que ambos queremos permanecer en esta cama para siempre.
Me quedo en silencio, estática, él sonríe de manera despreocupada, como si no hubiera soltado una bomba con sus palabras, que no hacen más que acelerar mi pobre corazón. Porque ahora siento unas terribles ganas de tirar de su pelo y probar de sus labios, necesito llenarme de su sabor.
—Tienes que dejar de decir cosas así o no me hago responsable de mis actos....
Echa la cabeza hacia atrás y pone los ojos en blanco, divertido, mientras tira de mí con fuerza, pasando un brazo por encima de mi cuerpo para sostenerme firmemente bajo el calor que emite su anatomía.
Su erección me golpea la pelvis y hago maniobras para no soltar un gemido. Él se da cuenta y suelta un gruñido excitante que me sacude el pecho.
Mi sexo comienza a palpitar ansioso, la acción me hace estremecer y mi cuerpo se tensa bajo el suyo, ambos sentimos lo mismo pero ninguno hará nada al respecto porque a veces hay cosas que son importantes que ceder ante los impulsos.
O eso es lo que me digo para no lidiar con la culpa.
No puedo evitarlo y acabo frotándome contra él en busca de esa efímera sensación que me hace replantear mis valores, me muerdo el labio en un intento de contener los gemidos, Derek se exalta, respira entrecortado y me lanza esa mirada salvaje que me pone caliente. Su agarre a mi cuerpo se hace más fuerte, me sujeta con firmeza y se mueve lentamente frotando su erección, en busca de su propio placer, y en parte el mío.
Mi espalda se arquea con el gemido que se atasca en mi garganta. Sigo creando fricción, me muevo rápidamente, rozo su deliciosa erección de manera frenética y sin poder contenerlo, dejo escapar un jadeo, excitada, por el torrente de sensaciones que se instalan en la parte baja de mi abdomen.
—Maia, por favor —implora. Su voz está distorsionada por el t******o y el placer.
—Derek...
—No podré parar.
Y por eso, aunque sienta la necesidad de besar sus labios, de probar su sabor, de acariciar cada centímetro de su piel, y de seguir frotando mi cuerpo con el suyo, no lo hago, recuesto mi cabeza sobre su pecho, mi mejilla haciendo contacto con sus pectorales, aspiro el aroma fresco que desprende su piel, porque necesito llenarme de él pese a que esta forma no sea la que d***o.
Sus labios se presionan contra mi cabeza y eso es todo lo que necesito para ahuyentar las pesadillas y las sombras del pasado que buscan resurgir.
Cierro los ojos apagando todo mis pensamientos conflictivos, le escucho bostezar y eso es la indicación que me hace respirar pausadamente mientras me aferro a él y a su cuerpo semidesnudo, buscando sentirme más cerca de él y sabiendo que esta es la única forma en la que estaremos juntos.