C I N C O

2322 Words
Deseos Rotos Maia Desde que somos pequeños se nos inculca la idea de que todas nuestras acciones tienen sus respectivas consecuencias, algo así como la ley de Newton que establece que cada acción tiene una reacción. Un dato un tanto irrelevante para mí, pero que hoy cobra vida gracias a lo sucedido la noche anterior. Ese m*****o baile que a muy mala hora me arrepiento. Y precisamente por eso entiendo la razón por la cual Derek me despertó en la mañana y me dijo que necesitábamos hablar con urgencia. Millones de emociones me recorren el cuerpo mientras me encuentro sentada en una silla de madera, enfrente del escritorio, esperándolo desde aproximadamente veinte minutos. Juego con mis dedos, nerviosa, y con miedo porque no sé qué quiere o tal vez sí, pero hablar con él y en su despacho, a solas, no es algo que me tenga muy tranquila. Mierda. Concéntrate, Maia. Los vellos de la piel se me erizan con anticipación y esa sola acción me hace saber que él ha llegado. Lo escucho ponerle seguro a la puerta y paso saliva, nerviosa, las pulsaciones se me disparan de manera brusca y lucho por llevar oxígeno a mis pulmones. ¿Es demasiado tarde para correr? Si lo es, Maia. Me veo odiando mis conversaciones mentales en este momento así que decido enfocarme en todo menos en la persona que se posa enfrente de mí. Su presencia tan imponente me hace levantar la mirada y realmente hubiera preferido no hacerlo, su aspecto solo me cosquillea el cuerpo de una manera indebida e inmoral. Esa playera sin mangas mostrando sus musculosos y bien trabajados brazos hace que contraiga mi espalda, y sus vaqueros negros que solo resaltan la belleza de ojos que posee. —Maia... —habla de esa manera tan peculiar, nombrándome como solo él lo hace y trago grueso, enterrando mis uñas en la maldita silla—. ¿Cómo amaneciste hoy? —me pregunta con un aire de diversión que me hace estremecer. Entrecierro los ojos y le muestro una amplia sonrisa, que sale como una mueca. —Bien —respondo sin mostrar el nerviosismo que me cala el cuerpo—. Pero me imagino que no estoy aquí para hablar de eso precisamente, ¿o me equivoco, Derek? —hago uso de la misma carta que él ha utilizado desde que llegué, llamándolo por su nombre y eso realmente lo toma por sorpresa. Puedo ver cómo su cuerpo se tensa por el sonido de mi voz y eso me provoca un segundo cosquilleo. Asiente y una sonrisa cargada de inmoralidad se plasma en su rostro. —En efecto. No estás aquí para hablar de eso, Maia. —deja claro y eso solo me hace sentir peor. Ya que prefiero saber a lo que a atenerme y con Derek no tengo eso. Siempre estoy en la cuerda floja y no hay nada que odie más que la incertidumbre de no saber cuál será su siguiente movimiento. Enarco las cejas, confundida. —¿Entonces, de qué quieres hablar? —pregunto intrigada y por el rápido cambio de expresión, puedo sospechar por donde va esta conversación. Resopla con gran pesar para después unir su imponente mirada con la mía. —Quiero pedirte una disculpa, Maia —parpadeo confundida, no tengo la mínima idea de por qué se está disculpando conmigo. Intento hablar para aclarar mis dudas pero alza la mano, mandándome a callar. —Lo que pasó en tú habitación estuvo mal y....acepto toda la culpa, nunca debió pasar. Yo no debí haberme dejado llevar por mis impulsos —se sincera y un ápice de tristeza me atraviesa el cuerpo sin que pueda evitarlo. Me entran ganas de llorar, y me comienzan a picar los ojos, advirtiendo el llanto. Tomo una bocanada de aire y no despego la mirada, me rehuso a mostrarle que me afectó demasiado lo que ha dicho. —Estoy de acuerdo contigo —espeto sería y mi respuesta no le agrada. Carraspea y se acerca unos cuantos pasos a mí, mis piernas se convierten en gelatina nuevamente. —Lo que hicimos estuvo muy mal —admite, respirando más fuerte de lo normal. —Lo que hiciste estuvo mal —lo corrijo, ganándome una sonrisa cautivadora de su parte. Derek queda a escasos centímetros de mi cuerpo y aunque haga todo para que no me afecte su cercanía, no puedo negar lo obvio, tampoco puedo detener el cosquilleo ni mucho menos la corriente eléctrica que me recorre la médula espinal. Su mano atrapa mi barbilla y suspiro sin querer hacerlo, —No puede volver a pasar nunca, eres la mejor amiga de mi hija —sus palabras son claras y severas, dándome a entender que nada volverá a pasar entre nosotros y no se porque diablos la idea me desagrada. —Y tú eres el padre de mi mejor amiga. No debe suceder algo más —inquiero con la voz agitada. Su pulgar acaricia mi piel y por unos segundos sus ojos bajan en mis labios. Suspiro, el estómago me revolotea con los nervios y el cosquilleo. Todo es un caos y pierdo la función cerebral cuando se acerca a mis labios tanto que pienso que me besará, pero al contrario solo los observa, como si fuera la última vez que lo hará. —Quiero que te vayas de esta casa en este momento. No puedes seguir aquí —exige y me alejo de él con brusquedad, herida por lo que ha dicho. Parpadeo desentendida, —¡¿Qué?! —no logro comprender su petición—, ¿me estás corriendo de tu casa? —cuestiono consternada por sus palabras. Asiente y la expresión, sería, en su rostro me hace saber que no está jugando. —Si. —zanja sin ningún quiebre en su voz. Alzo mi mano para quitar la suya pero mi acción sólo hace que ajuste su agarre en mi barbilla, lo observo con intensidad y con cuestionamiento, no entiendo porque no me suelta si quiere que me vaya. Maldigo por lo bajo y resoplo cansada de esta sensación de querer sentir su toque sobre mi piel. —¿Por qué? —susurro en voz baja, pidiendo una respuesta. Él me regala una sonrisa melancólica y hasta podría jurar que está entristecido. Esta vez ambas manos toman mi rostro, impulsando mi cuerpo a levantarse de la silla y quedar peligrosamente cerca de él. Tanto que puedo aspirar ese aroma varonil que me hace estremecer hasta la última fibra corporal. —Porque si te quedas en esta casa otro m*****o segundo más terminaré perdiendo el juicio y te follaré tan duro, Maia...hasta que logre saciarme de ti y no puedo permitir eso —su voz áspera alimenta mi humedad mientras que su confesión me arrebata el oxígeno, y comienzo a temblar en sus manos como si mí piel estuviera ardiendo—. Se que estoy actuando como un completo idiota y lo siento, créeme, pero esto no puede pasar. Emily está primero y no estoy dispuesta a perderla por un simple desliz —cierro los ojos para ocultar la decepción que siento por dentro, porque aunque me niegue a aceptarlo, su última oración me ha dolido más de lo debido. Con toda mi fuerza de voluntad, me deshago de su toque y pongo distancia entre nuestros cuerpos. —Tienes razón, y yo tampoco estoy dispuesta a perder a mi mejor amiga por algo que ni siquiera sé qué es —me sincero con él y termina asintiendo, desentendido. —Maia... —vuelve a nombrarme de esa manera, haciendo que apriete la mandíbula cabreada con él. —No, no hagas eso —demando. Él me observa atónito como si no entendiera de qué diablos estoy hablando. —¿A qué te refieres? —Cuestiona y una sonrisa se asoma en la comisura de sus labios, tanto que podría jurar que él sabe lo que hace y el efecto que tiene en mí cuando me nombra así. —No digas mi nombre de esa manera —pido, frunciendo el ceño. Se acerca y no me muevo de mi lugar, —¿De qué manera? —inquiere entretenido con mi nerviosismo que ya se empieza a asomar. Tomo una bocanada de aire y poso ambas manos en mis caderas, llenándome de valor para lo que diré. —Tú sabes de que hablo —lo acuso con el dedo índice y él niega haciéndose el desentendido—, pues con ese aire pervertido....de una manera demasiado s****l —al momento de que termino la oración mis mejillas se tintan de color carmesí y me maldigo por lo que he dicho. Me mira por unos segundos y termina soltando una carcajada mostrando su perfecta dentadura y llenando toda la habitación con ese cálido sonido que me hace reír por igual. Su diversión cesa y alza la mirada, viéndome fijamente. —Te doy mi palabra de que no lo haré de nuevo, pero entiendes que..... No lo dejo terminar y me adelanto antes de que siga hiriéndome, —Lo entiendo, me iré mañana a primera hora y de mi parte Emily jamás se enterará de lo sucedido —aseguro. Espero que diga algo más pero solo me observa, haciendo que el tiempo se detenga entre nosotros. Hago lo mismo y mis ojos se quedan posados en los suyos y aunque no digamos nada, sus hermosos ojos me lo dicen todo. Mis ojos se lo dicen todo por igual. Sacudo la cabeza para salir de mi trance y suspiro antes de despegar la mirada. —Adiós, Derek —le sonrío y mis ojos comienzan a picar. —Adiós, Maia —se despide de mí y algo se quiebra por dentro. Él se mueve de su lugar y eleva sus brazos hacia mí, leo sus intenciones y niego rápidamente. —¡No¡ —casi grito, haciéndolo retroceder de inmediato, pero no puedo permitir que me abrace. —Solo es un abrazo, Maia —susurra apagado y realmente quiero creerle, quiero envolverme en sus brazos y respirar su embriagante aroma, perderme en el calor de su cuerpo pero si lo hago, tal vez no quiera irme. Me debato entre sí debo ceder o no, resoplo y la respuesta es demasiado clara, —sólo no lo hagas —murmuro y me vuelvo hacia la dirección contraria. Tampoco hay algo que pueda alegar a mi favor, sé muy dentro que él tiene razón. Tomo la perilla de la puerta en mis manos y cuando estoy a punto de girarla lo siento respirando en mi nuca, por detrás de mí, su pecho me toca la espalda baja. —Maldita sea —espeta jadeante—. Me estoy volviendo loco pero que se joda el mundo en este preciso momento. Te quiero follar ahora, Maia... —puedo percibir la desesperación en su voz mientras que sus manos viajan a mi cintura, sujetándola y dejando un simple toque que me hace entrecerrar los ojos, excitada. Mis nalgas quedan presionadas contra su entrepierna, haciendo que estos se rocen de una manera exquisita, una manera que me pone los pelos de punta ya que la sensación es extremadamente placentera. Mi cuerpo se enciende al momento en que siento su dura erección golpearme, inconscientemente comienzo a moverme buscando esa sensación que me hace poner los ojos en blanco. Me estremezco bajo la l*****a que emana y no puedo evitar empezar a fantasear con la idea de tenerlo dentro mí. Suspiro en repetidas ocasiones y me abstengo de soltar un jadeo de placer ya que eso sería clara indicación que yo también quiero lo mismo. > Acaricia mi cabello con suavidad, apartándolo, para plantar un casto beso y aspirar mi aroma. —¿Quieres lo mismo, Maia? —pregunta, jugando con el lóbulo de mi oreja. Me quedo callada ya que mis palabras se han quedado estancadas en mi garganta haciendo imposible la tarea de formular una oración coherente. Suelta un gruñido de frustración y mi respiración se agita con demasía. —Di que sí, Maia —ruega y mi corazón se exalta más de lo debido. Mi silencio solo le da cabida al sonido de nuestras respiraciones agitadas y dejo de respirar cuando comienza a restregar su gran erección contra mis nalgas, masturbandome de una manera placentera que endurece mis pezones y empapa mis bragas en cuestión de segundos. No respondo porque lo que mi cuerpo quiere está mal, lo que mi cuerpo desea está p*******o y no importa cuanto quiera ceder a este tormentoso d***o que me quema la piel, no puedo, hay personas que saldrán lastimadas por las consecuencias que traerá el caer en tentación. Me armo de valor y vuelvo a tomar el pomo de la puerta, no sin antes decirle unas últimas palabras al padre de mi mejor amiga. —No quiero lo mismo. Hasta nunca señor Morgan —lo escucho maldecir y no le doy tiempo de que haga ningún movimiento porque prácticamente salgo huyendo del despacho queriendo apaciguar las sensaciones que me avasallan el cuerpo, con vehemencia, y que por un solo momento siento que acabarán conmigo. Camino por los pasillos y traspaso la sala, queriendo huir de la tensión y del m*****o impulso que me exige que vuelva a ese despacho y me deje llevar por este d***o. De esta sensación que me grita a todo pulmón que no me vaya, que me quede y desgaste mis labios en los de él. Porque eso quiero. Suelto un chillido de frustración y empiezo a subir las escaleras dispuesta a llegar a mi habitación, conteniendo mis impulsos, por esta vez no puedo ceder, esta vez hay personas de por medio y no importa que tanto desee a Derek, Emily está primero que nada. Y Derek tendrá que quedarse solo en mis fantasías. Aunque me comience a doler el hecho de que solo debo conformarme con imaginarlo, con el hecho de solo mantenerlo como un simple y fugaz recuerdo.
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