C U A T R O

2743 Words
Mírame solo a mí Maia El vestido cae sobre mi cuerpo arropando las curvas que en algún momento de mi vida odié, y resaltando mis atributos más de lo que me gustaría. Me obligo a sonreír al ver mi aspecto ante el espejo que tengo enfrente, Emily arregla las ondas que hizo con mi cabello a los costados, y me dedica una mirada llena de suficiencia. Contenta con lo que ha hecho conmigo. —¡Ahhh, es que te ves genial! —se emociona, haciéndome sonreír divertida—, ese vestido te va increíble, Maia. Le regalo una sonrisa sincera y asiento en respuesta. A diferencia de mí, ella lleva puesto un vestido azul marino, es holgado y con la espalda descubierta. El color oscuro resalta su piel blanca y sus llamativos ojos grises, haciéndola lucir como una muñeca de porcelana. —Tú no te ves nada mal. Estás preciosa, Emy —hago mi intento de halagarla y ella sonríe con ese aire de arrogancia. Sabiendo que lo que digo es verdad. Se acerca a su closet y saca unas zapatillas negras con tacón de pico. Mi rostro se vuelve demasiado expresivo y ella me observa divertida. —¿Crees que van bien? —pregunta refiriéndose al par de zapatillas que están en sus manos. Le regalo una pequeña sonrisa. —Si, el n***o combina —comento. Ella asiente y se los coloca rápidamente. Ambas nos encontramos listas, justo a tiempo para salir al patio donde se llevará a cabo la fiesta que se ha estado organizando. Paso las manos por mi vestido alisándolo para quitar cualquier arruga, porque siento la necesidad de verme bien, en especial esta noche. —¿Vamos? —me pregunta Emily y le sonrío en respuesta. —Si —la tomo por el brazo y la impulso para salir de la habitación. Nos tomamos de las manos y comenzamos a bajar las escaleras, juntas, la música perfora mis oídos a medida que bajo los escalones, plasmando una sonrisa en mis labios. Volteo a todos lados en busca de algo, como si quisiera encontrar a alguien dentro de la casa. Pero me niego a aceptar que lo estoy buscando. Eso implicaría más problemas y lo último que necesito es perder a mi mejor amiga por un simple desliz que jamás debió ocurrir, y que necesito eliminar de mi mente. No volverá a pasar. Solo necesito mantener mis prioridades en alto. Emily es una prioridad en mi vida y no la puedo perder por su padre. No puedo. Caminamos y nos adentramos al patio t*****o, encontrándonos con la m******d de adolescentes que invitó Emily, la música me revienta los tímpanos al igual que los gritos llenos de euforia. El olor a sudor es penetrante y me obligo a aguantar las arcadas que dichos me provocan. Además, que también la emoción está haciendo lo suyo. Las luces brillantes me ciegan por un par de segundos, parpadeo, y solo suelto una risa divertida por el ambiente. No está nada mal y tal vez es lo que necesito para olvidarme de que le fallé a mi amiga. De que la traicioné. —¿Te gusta? —me pregunta Emily y puedo percibir la nota de inseguridad en su voz. Observo todo el entorno detallando cada espacio del lugar, mis ojos se detienen en la enorme piscina y solo eso basta para confirmar que mi respuesta será positiva. —Es perfecto... —me sincero—, aunque.... Su sonrisa se borra al instante y me observa dudosa, —¿Aunque? —inquiere impacientada. Emily nunca ha sido una persona que destaca en ser paciente, pero de igual manera, la amo. —Me pregunto como tú padre dejó que hicieras una fiesta así —suelto con diversión y la veo esbozar una sonrisa al momento en que resopla, aliviada. —Es que le dije que sería algo pequeño —me explica con un aire de culpabilidad—. Aunque siempre se va cuando hago fiestas, le gusta darme mi espacio y dejar que disfrute —espeta. Asiento con la cabeza, en respuesta, y me quedo pensativa, con un extraño sabor de boca, preguntándome porque siento tristeza al saber que él no está aquí. ¿Por qué quiero verlo? No debo pensar en él. Meneo la cabeza, enviando esos pensamientos muy lejos, al igual que el d***o que nunca debió existir. —¡Bueno, momento de disfrutar Maia! —grita emocionada—, es tú fiesta y tenemos que emborracharnos —su voz suena más a una orden y solo niego con diversión. —¿Podemos tomar alcohol? —pregunto. —Si, Evan ya tiene veinticuatro años y siempre se encarga de comprar el alcohol junto con sus amigos —sonríe—, nosotras aún no podemos comprarlo porque no tenemos la edad legal, pero si podemos tomarlo. Le entorno los ojos, dándole una mirada escéptica. —No deberíamos... Ella se encoge de hombros, restándole importancia a mis palabras. Dejo escapar un suspiro y me doy cuenta que no voy a hacerla cambiar de parecer. Me concentro en el lugar, repleto de gente desconocida, frotándose unos a otros, buscando emborracharse y liarse con quien sea que encuentren disponible, con él único fin de pasar un buen rato aunque a la mañana siguiente ni siquiera lo recuerden. Suelto un resoplido al querer hacer lo mismo que esas personas, porque necesito un descanso, pero mis planes de olvidarme de todo se vienen abajo al recordar las palabras de Derek, él quiere que lo ayude a separar a Emily de su novio y para eso necesito conocerlo así que no puedo perderme en el alcohol, no puedo permitirme margen de error. Que empiece la misión. Espero no arrepentirme. ******* Un par de horas más tarde me encuentro pasada de copas, > pero tranquilos, no todo está arruinado, aún tengo los sentidos despiertos. Casi todos. Diviso a mi alrededor en busca de mi inseparable amiga, Emily, no la he visto desde que dijo que iría a traer más alcohol y no regresó. Mis ojos recorren todo el lugar y suelto una carcajada al verla bailando y golpeando a unos sujetos al mismo tiempo. Me intento acercar pero la sombra de alguien me detiene. Tomo un respiro y alzo la mirada para toparme con un chico alto, de cabellera negra y ojos miel. Le sonrío y él hace lo mismo. Me inclino hacia adelante en busca de un escape a las sensaciones prohibidas que me avasallan por la persona incorrecta. Él acoge mi rostro en sus manos acariciándome de manera desapacible y sin emoción. Al menos no es la emoción que busco. Intento retroceder, desesperada, su toque no era lo que esperaba sentir. No hay conexión, no hay ese remolino de sensaciones. No hay nada. Tal vez el alcohol esté engañando a mi mente y necesito darme una oportunidad con alguien más, pero simplemente no hay ningún d***o incitante en su toque. No me altera. No me provoca. No me quema. —Eres nueva por aquí, ¿verdad? —es más una afirmación que una pregunta—, no te había visto antes —comenta usando una voz ronca, que solo me hace querer reír porque tengo el presentimiento de que su voz real no es así. Le doy una sonrisa de boca cerrada y él se acerca más, haciéndome retroceder por la incomodidad palpable en el espacioso lugar. No importa las personas que nos rodean, ni siquiera la música sonando a todo volumen ya que él logra hacerme sentir como si estuviéramos en un cuarto pequeño, en el cual me estoy asfixiando por la falta de oxígeno. —¿Eres tímida, eh? —inquiere, acariciándome el brazo con los dedos. Retiro su mano de manera rápida, dándole un manotazo. Él sonríe con malicia y suelto un largo resoplido, fastidiada por su actitud. —No soy tímida —increpo, fastidiada—, sólo que no me has dejado hablar —él sonríe como si nuestra conversación fuese divertida. No lo es. —Lo último que quiero hacer contigo es hablar, linda —guiña un ojo y me quedo estupefacta por su pésimo intento de ligar, es obvio que no está funcionando. —Y lo último que quiero es estar en este lugar, contigo —le aclaro usando una voz más firme y eso parece tener el efecto opuesto. Le complace mi negativa, se cruza de brazos y sonríe entretenido. —Eres difícil.... —susurra divertido y a pesar del alto volumen de la música, lo puedo escuchar perfectamente. Frunzo el ceño y me masajeo la garganta, pidiéndole al cielo, paciencia. —No soy difícil, sólo no me gustas —soy sincera, regalándole una sonrisa que lo reta. El tipo no capta mis señales y se acerca hasta quedar a escasos centímetros de mis labios, pensando que me gustará que lo haga pero al contrario, me siento incómoda por su maldita insistencia. —Tranquila, puedo hacer que cambies de opinión —espeta, lleno de arrogancia lo cual me hace perder los estribos y no dudo en empujarlo lejos de mí. No tengo tiempo para lidiar con tipos sin modales, que no entienden lo que significa un "No" Estoy a punto de ponerlo en su lugar hasta que escucho la voz de mi amiga y hubiera deseado no hacerlo porque eso confirma lo que me niego a aceptar. —¡Evan! —chilla Emily emocionada. El chico que tengo enfrente se sorprende un poco pero rápidamente logra disfrazar sus expresiones faciales y regalarle una sonrisa a mi amiga. Emily se acerca a nosotros con una sonrisa hermosa plasmada en sus labios, una que jamás había visto. Ella se queda en medio de nosotros pero su atención sólo es para él. —Mi amor, te he estado buscando toda la noche —le dice el tipo, mintiéndole en su cara. Acción que me hace apretar los puños—. Me entretuve ayudando a esta chica que al parecer no encuentra el baño. Emily arruga la nariz confundida y se enfoca en mí. —¿Maia? —pregunta extrañada, —pero si ella vive aquí cariño, es mi mejor amiga, de la que te había hablado. ¿Cómo no va a saber dónde está el baño? —lo cuestiona y le lanzo una mirada triunfante, esperando a que diga algo para justificarse porque ya quedó muy claro qué inteligente, no es. Derek tenía razón. Él no se la merece. Este estúpido no merece a alguien como Emily. Él suelta una risa nerviosa pero puedo ver perfectamente cómo sus músculos se tensan por las aclaraciones de Emily. Ella sabrá que le está mintiendo. —Oh, es que está pasada de copas amor —se excusa torpemente. Pero es Emily la que está pasada de copas, porque le sigue sonriendo como si en realidad le creyera toda la bola de mentiras que acaban de salir de su boca. Ruedo los ojos enojada y trato de respirar para no hacer algo de lo que después me arrepienta. Aunque lo dudo, todo lo que quiero hacerle a él se lo merece. —"Así que estoy pasada de copas" —hablo citando sus palabras—. Increíble porque aún así puedo darme cuenta de que eres un idiota —no puedo evitar decir lo que pienso. Pero al ver el rostro de mi amiga cierro los ojos por unos instantes, cayendo en cuenta de lo que dije. Enfrente de quien no debería. —¡Maia! —me reprocha Emily y puedo ver la confusión reflejada en sus ojos—. Evan no es un idiota, ¿okay? —balbucea y el idiota que lleva por nombre Evan la toma por la cintura acercándola a él para después rozar sus labios con los de ella, arrebatándole las palabras. —Tranquila amor, después cambiará de opinión sobre mí —le asegura en un susurro y ella asiente lentamente, dejándose convencer por él. Para después acariciar su cabello. Emily me regala una última mirada que me hace saber lo confundida que se encuentra. —Emy, espera.... —ni si quiera me escucha ya que está embelesada con el idiota que tiene por novio. Empiezan a caminar tomando de las manos, lejos de mi y no puedo evitar que las palabras salgan de mi boca, —¡No cambiaré de opinión, seguirás siendo un idiota! —El alcohol hace efecto en mi sistema haciéndome gritar lo que siento y sé que él sí puede escucharme ya que se gira y lanza un beso en mi dirección, sonriendo con arrogancia. Te destruiré, Evan. Derek está en lo correcto. Necesito alejar a ese idota de ella. Sin querer seguir amargando mi noche, me encamino a la m******d que se encuentra en el jardín, en busca de una manera de distraerme, lo que acaba de pasar me tiene malhumorada, aunque también otra persona. Mi noche no puede ir peor, el novio de Emily está ligando conmigo enfrente de ella, Derek sigue metiéndose más en mi cabeza, las cosas que claramente le estoy ocultando a mi mejor amiga. Todo se ha vuelto un lío y yo solo venía a pasarla bien. Dejo salir un suspiro, mientras trato mantener la cordura porque estoy enloqueciendo. Haber venido es un error y no está en discusión, lo más sensato debido a lo que ha pasado con el señor Morgan, sería regresar con mis padres. ¿Pero, podría volver sabiendo que el novio de Emily es un patan? Mi deber como mejor amiga es cuidarla, no puedo irme así como así. Además ella sospechará de mí repentino cambio de opinión cuando hace apenas unas semanas no paraba de hablar de cómo me gustaría explorar todo Hawái. Tomo una bocanada de aire fresco, queriendo encontrar un equilibrio en mi respiración, y al escuchar Into you sonando en la pista no lo dudo ni un segundo y empiezo a mover mi cuerpo al compás de la música. Sintiendo como la rigidez y la tensión existente se evaporan al instante, paso mis manos por mi cabello, alborotándolo de manera sensual mientras suelto mis caderas para tener un mejor balance, que me permita bailar como solía hacerlo cuando los problemas no existían. Me pierdo en la sincronía de mis movimientos, en el ritmo de las notas, divirtiéndome con la compañía de mí misma, hasta que una fuerza invisible me hace alzar la mirada a donde se encuentra el enorme ventanal de su habitación. Al instante me arrepiento de haberlo hecho. Un par de ojos grises me encuentran en el camino y pierdo el aliento por completo. La sangre me bombea más rápido y los latidos de mi corazón enloquecen, al no saber saber qué hace ahí. Acribillándome con la mirada. Para mi mala suerte, el alcohol me da valentía de hacer lo que no debo. No dejo de moverme, aún sabiendo que él está ahí, parado, y cruzado de brazos mientras me inspecciona de una manera diferente. La intensidad de su mirada me cala los huesos y sin saber porqué lo hago me encuentro haciendo movimientos más sensuales con el único fin de provocarlo. De que pueda notarme entre todas las personas. Mi corazón late con demasía, que temo que se pueda salir de mi caja torácica, porque estoy demasiado envuelta en lo que hago. Necesito transmitirle lo que en realidad siento, porque las palabras no son opción en nuestro caso, y las confesiones se van a quedar fuera de la jugada. El alcohol me nubla la moral y cualquier gramo de racionalidad, así que decido regalarle una sonrisa maliciosa antes de despegar la mirada del hermoso iris de sus ojos, que me tienen hechizada. No me importa hacer el ridículo, o humillarme, ni siquiera me importa saber si lo hago bien, sólo sé que estoy bailando de una manera que jamás lo haría si no fuera por el alcohol que reside en mi sistema. La respiración la tengo atascada en la garganta, porque cuando me mira de esa forma no respiro. Sacudo mis caderas y con las yemas de mis dedos subo mi vestido con sensualidad. Y lo hago por él, porque quiero que me mire, quiero que me desee, quiero que sienta esta maldita l*****a que no me deja ni respirar, quiero sentirme apreciada y no por cualquiera. Sino por él. El hermoso hombre de ojos grises. El hombre que me dio el mejor orgasmo de mi vida. El hombre que está p*******o para mi. El padre de mi mejor amiga. El señor, Morgan.
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