S E I S

2813 Words
Enredos Maia Contengo las lágrimas y todas las emociones mientras prácticamente arrastro mi maleta por todo el aeropuerto, buscando la sala donde tengo que esperar a que despegue el vuelo que compré en línea después de hablar con Derek. Visualizo a las personas que yacen en el aeropuerto y sus rostros reflejan sus conflictivas emociones que solo se revuelven en la tristeza y la nostalgia ya que por obvias razones todos se sienten triste de dejar un lugar tan paradisiaco como lo es Hawai, sin embargo, mi cara de tristeza no es debido a eso. Esto se debe a que solo empaque mi equipaje y me despedí con una sola carta de mi mejor amiga. No medité las cosas y actúe por impulso. Fue algo muy estúpido y muy cobarde de mi parte, pero, ¿que más podría haber hecho? No podía enfrentarla y decirle a la cara que tenía que regresar a mi casa porque su padre me había echado. Emily no es nada tonta, ella hubiera atado los cabos sueltos rápidamente y en estos momentos sabría lo que sucedió con su padre, y probablemente me estaría odiando. Así que no, lo mejor era irme sin decirle nada, al menos hasta que llegara a mi casa. Ella no tendría tiempo de recriminarme y yo estaría a miles de kilómetros lejos de ella. Lejos de lo que he hecho. Lejos de lo que aún quiero hacer. No podía hacerlo de otra forma. En ese momento no era más que una chica asustada por haber metido la pata, había hecho algo malo y lo peor es que no me arrepentía. Sentía culpa pero igualmente volvería a caer en la maldita tentación y por esa misma razón entiendo a Derek. Él hizo lo que le pareció mejor a su criterio, si no podía controlarse tenía que sacar a la tentación de su casa, en este caso era yo la maldita tentación y por eso no dudó en ponerme de patitas en la calle. Suena cruel pero yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en sus zapatos. Emily es una persona que se deja manejar por sus emociones, siempre suele hacer lo que siente, jamás le perdonaría esto a su padre y yo la perdería para siempre si se llegase a enterar. Ella jamás entendería algo así. No cuando ella me ha dicho que tiene la esperanza de que sus padres vuelvan a juntarse. Ella jamás entendería que tener a su padre cerca de mí revolvió hasta la última fibra de mi cuerpo y que no importó cuanto traté de evitarlo, cedí ante la tentación y quebranté los límites que yo misma impuse. La distancia es lo mejor. O al menos me convenzo de eso, de que la distancia será lo mejor para enfriar las cosas y que en un abrir y cerrar de ojos todo volverá a ser como antes. Yo solo seré la mejor amiga de Emily y Derek solo será el padre de mi mejor amiga. Es una completa mentira, pero a veces las mentiras nos ayudan a sobrellevar la situación cuando la realidad no es lo que deseamos. Al cabo de unos minutos llego a la sala de espera, me siento en una de las sillas de plástico que se encuentran acomodadas en hileras, a lo largo del cuarto, las personas que yacen aquí no se inmutan con mi llegada, están en su propio mundo y eso es un alivio porque no quiero existir para nadie en este momento. Suelto un largo y hondo respiro, recordando todo lo que ha pasado en mi corta estadía en este lugar y esa acción solo hace que mi pecho se contraiga en dolor. La melancolía hace de las suyas nuevamente, la ola de sentimentalismo sube por mi espina dorsal y me es inevitable no cerrar los ojos, deseando que las cosas hubieran resultado diferente. No quiero regresar así. Yo jamás busqué esto, no quería sentirme atraída por el padre de mi mejor amiga y puedo apostar que él tampoco se esperaba esto. Jamás imaginé encontrarme con un problema así. Creí que al llegar aquí podría dejar atrás los problemas que aún me siguen atormentando, pero aquí me encontré con otro peor. No era la primera vez que lo veía, aunque las veces que si lo hice fueron contadas, ya que compartí la mayoría de mi niñez con Emily, su hija. Siempre admití que era un hombre apuesto, no tenía miedo de decirlo porque solo era eso para mí, un hombre apuesto y él padre de mi mejor amiga. Todas las chicas del colegio lo sabían y Emily odiaba que se expresaran de él en esa forma. Emily siempre ha sido muy sobreprotectora de su padre, y creo que es porque una parte de ella aún guarda la esperanza que sus padres vuelvan a juntarse. A estas alturas lo dudo porque han pasado cinco años desde que se divorciaron. Así que cualquier mujer que quiera acercarse a él representa una inminente amenaza. Nunca imaginé que me convertiría en esa amenaza que Emily repudia. Nunca pensé ser eso que ella no soporta y lo peor es que no tengo la cara para admitirlo de frente. Tal vez nadie puede controlar los sentimientos o las sensaciones prohibidas y eso está bien. No nos podemos condenar por las sensaciones que no se pueden apagar. Pero nuestro error fue dejarnos llevar por ese d***o. Fuimos débiles, nos rendimos sin dar pelea y por ese desliz le fallé a mi mejor amiga y ahora no se como afrontar las consecuencias de mis actos. Sé muy dentro de mí que debo hablar con ella y sincerarme pero no creo poder. ¡j***r, que dilema! La voz proveniente de la bocina anuncia el número de mi vuelo y con una opresión en mi pecho me levanto de mi asiento, deseando que no tenga que irme de esta forma. Quiero un recuerdo diferente de este lugar, ansío un abrazo y no de la persona indicada. Resoplo con nostalgia y veo las hebras de mi cabello caer a mis costados, cubriendo parte de mi rostro, sin darle más vueltas al asunto tomo mi maleta y empiezo a caminar directo a la puerta donde está la azafata revisando los boletos de avión de las personas que ya se levantaron antes que yo. Muevo mis pies y me formo en la línea para entrar al avión, solo hay unas cuantas personas delante de mí y eso me pone menos triste ya que lo último que quiero hacer en estos momentos es una larga fila. —Permítame su pase de abordar —la azafata pide en tono amable dándome una sonrisa, al momento de llegar mi turno. Le devuelvo el gesto y dudo, pero termino por acceder y le entrego mi boleto. Ella lo observa y asiente, haciéndose a un lado y dándome pase al avión que me llevará a mi hogar, lugar del cual nunca debí salir. Me iré y jamás volveré a verlo. Camino sintiendo una sensación de vacío y mi corazón se detiene al escuchar unas voces tan familiares aunque hubiese deseado no reconocerlas. —¡Maia! ¡Detente! —La voz de Emily me deja paralizada, trago grueso y me doy la vuelta para toparme con mi mejor amiga corriendo hacia a mi. Abro los ojos más de lo normal y casi se me sale el corazón al ver a nadie menos que a su flamante padre apresurando el paso al igual que ella. Oculto la sonrisa de alivio que se quiere formar en mis labios, la emoción que me embarga al ver que ellos están aquí me hace estremecer y quiero llorar. Me hago a un lado de la línea con la mirada que me lanza la azafata y comienzo a caminar hacia ellos, un poco desorientada, al no saber qué hacen aquí. —¿A dónde diablos crees que vas, Maia? —una Emily agitada me riñe mientras se detiene a tomar aire de manera exagerada. Una sonrisa divertida se curva en mis labios y no dudo en abalanzarme a los brazos de mi mejor amiga. Ella se sorprende pero no tarda mucho en reaccionar y devolverme el abrazo. —¡No vuelvas a hacer una tontería así! —se separa de mí mostrándome la carta que dejé en su buró esta mañana—. No puedes irte así, Maia. —Su voz se quiebra y la culpabilidad me golpea. Me alejo unos cuantos pasos evitando la mirada de Derek ya que en parte él es el causante de la mayoría de mis problemas. —Lo siento —me disculpo, cabizbaja—. No debí irme así, tú te mereces una explicación y te juro que te la daré pero necesito irme ahora mismo. Mi vuelo despegará en cualquier minuto —digo en un susurro y su rostro decae con notoriedad, me observa atónita y con ese aire de incredulidad. Se cruza de brazos y voltea a ver a su padre dándole una mirada acusadora, espera a que diga algo, este le devuelve la mirada y aprieta la mandíbula sin despegar sus ojos de los míos. —Creo que le debes una disculpa a Maia, papá —espeta y su padre resopla para después centrar su atención por completo en mí. La situación desencadena mi confusión y no hago más que observar esos ojos grises en busca de una respuesta que no me dará enfrente de su hija. Su padre se queda callado y Emily se adelanta. —Mi papá me contó todo, Maia —admite tomándome de las manos y jadeo asustada, observándolo con incredulidad—. Él estuvo mal y se quiere disculpar por la pésima actitud que tuvo contigo, ¿verdad Papá? —lo mira con recriminación y Derek deja salir un suspiro. Estoy a punto de hablar para exigir respuestas pero la voz de Derek deleita mis oídos. —Mi hija tiene razón, Maia —una sensación extraña me recorre el cuerpo al instante en que percibo que la manera peculiar en que decía mi nombre ha desaparecido. Ignoro la abrumadora emoción y lo dejo continuar—. Le explique la manera injusta en la que te trate al pedirte que te fueras de la casa, no debí hacerlo. Si eres importante para mi hija también lo eres para mí y por eso estamos aquí, para pedirte que regreses a la casa con nosotros —sus palabras me hacen estremecer ya que su tono ha cambiado por completo, él hombre que tengo enfrente de mí ya no es Derek, es solo el padre de mi mejor amiga. Pero hay algo más, la preocupación impresa en sus palabras es genuina y no acabo de entenderlo del todo. Cada fibra de mi cuerpo se estremece advirtiendo esa sensación de pánico, porque quiero al Derek que me nombra de esa manera prohibida, de esa manera que no debe. No quiero al señor Morgan, simplemente lo quiero a él. Carraspeo, aclarándome la voz y no muestro el efecto que tiene su cambio en mí. Aunque lo único que d***o es echarme a llorar. —Gracias De...Señor Morgan —logro corregirme a tiempo—. Pero las cosas me han quedado bastante claras y me veo en la penosa necesidad de rechazar su oferta —no doy cabida a las objeciones, él y yo sabemos perfectamente que no puedo regresar a su casa. No cuando nuestra relación depende de un hilo, y que si seguimos tirando de él lo romperemos por completo y no habrá reparación. —¡Maia! —chilla Emily en protesta—. Sé que mi padre hizo mal pero por eso estamos aquí, regresa con nosotros —la insistencia en su voz me hace sentir peor de lo que ya estaba, ella es solo una víctima de las circunstancias y no se merece ni indiferencia ni mucho menos el hecho de que le oculte cosas. Estoy a punto de ceder ante Emily pero sacudo la cabeza en negación cuando el recuerdo de Derek tocándome me atraviesa la menta, lo cual hace que mi corazón se dispare y mis mejillas ardan en d***o. —No puedo —susurro apenada—. Perdóname. Derek me mira fijamente, una sonrisa mezquina dibujada en su rostro y su mandíbula tintinea en los pensamientos. Hago el intento de leerle y predecir lo que hará pero es imposible, él es ilegible y eso hace las cosas aún más difíciles. —Maia —atrae mi atención—. Déjame hablar contigo, volvamos a casa y si después de escucharme sigues queriendo irte, yo mismo te traeré al aeropuerto y no discutiré más contigo. Hay un atisbo de vulnerabilidad en la forma en que intenta acercarse a mí, pero no quiero hacerlo. No quiero hablar con él porque probablemente me convencerá de que me quede y eso hará que nuestros corazones se enreden en algo para lo que ambos no estamos preparados. Mis dudas se ven interrumpidas por la última llamada de las bocinas del aeropuerto anunciando que mi vuelo está a punto de despegar. —Perderé mi vuelo —aviso, en un hilo de voz. Los dos me observan consternados y llenos de impotencia. —Maia.... —Los ojos grises de Emily son una súplica, que termino por tragarme todo el lío que llevo por dentro y dejo escapar un suspiro frustrado. Entrecierro los ojos, y me rindo ante lo que no quiero. Dejo que me convenza incluso antes de que él suplique y eso me aterra porque estoy cayendo en un abismo y nadie está para detener mi caída. —Está bien, vamos a casa —Acabo cediendo, un poco insegura de si he hecho bien o mal, y puedo jurar que en los ojos de Derek brilla un destello de alivio... o en este caso: Los ojos del señor Morgan. ******* Derek deja a Emily en la plaza del centro comercial, me negué rotundamente a quedarme a solas con su padre pero ella insistió en darnos espacio para solucionar las cosas, está segura de que su padre podrá convencerme de que me quede. Lo dudo. —Te veré en unas horas, Maia —su sonrisa es tierna y acogedora—. Seguro que es un malentendido, mi padre lo siente y está arrepentido —esta vez mira a Derek, quien tiene los ojos puestos en el volante y no se inmuta ante la mirada fulminante de su hija. —Está bien, Em. —susurro, dedicándole una sonrisa reconfortante. Ella asiente, incómoda con la situación y luego cierra la puerta del auto mientras se dirige a las tiendas del centro comercial. Mi interior es un puto desastre. No quiero estar a solas con él, pero al mismo tiempo, la duda de saber lo que le dijo me mata. Quiero entender las cosas para no delatarnos mutuamente. Es importante tener esta conversación aunque signifique que tengo que estar en la misma habitación que él, aunque signifique que tengo que mirar sus gélidos ojos grises una vez más, aunque signifique que tengo que romperme de nuevo intentando apartarlo cuando lo único que quiero es probar su boca. La tensión vuelve a apoderarse de nosotros, me encuentro en la parte trasera del deportivo ya que Emily iba en el lado del copiloto cuando salimos del aeropuerto. Suspiro mientras miro de cerca su rostro por el espejo retrovisor. Él se da cuenta y me regala una sonrisa apenada, sus ojos están preocupados, es casi como si no encontrara las palabras adecuadas para iniciar una conversación conmigo. No le culpo, incluso me veo incapaz de sacar un tema, es demasiado raro después de lo que pasó en su casa. —¿Estás bien ahí atrás? —Supongo que se refiere al asiento t*****o y a si quiero cambiar de sitio. —Sí, gracias —digo. Sus brazos se tensan. —Maia... yo —resopla afligido, incapaz de formular una palabra. —No tienes que disculparte, si eso es lo que pretendes, ambos tenemos la culpa —le dejo saber para que no se sienta o******o a hacerlo. Emily no sabe lo que ha pasado y precisamente por eso no entiende el lío en el que estamos metidos. Sus ojos se oscurecen y por un momento el aire cambia, es más opresivo, sofocante y siento que no respiro con normalidad. —Quiero hacerlo, no debí pedirte que te fueras de la casa —argumenta, su voz un poco irritada pero no conmigo sino consigo mismo. Sin querer añadir peso a su culpabilidad, le hago un gesto con la cabeza y lo entiende todo. No tengo que hablar más ya que sonríe con tristeza y pone en marcha el motor. Recargo mi cabeza en el respaldo del asiento mientras le permito a mi mente prepararse para la conversación que nos espera al llegar a su casa. Espero no equivocarme. Tal vez ya lo estoy haciendo desde que decidí no abordar ese avión.
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