Lo p*******o sabe mejor
Maia
Tienes unos labios apetecibles, Maia...
Esa estúpida frase me tortura y sigue haciendo eco en mi cabeza desde que él la dijo, no sé qué sentir al respecto, todo es demasiado confuso, pero algo es evidente; no puedo sacarlo de mi cabeza. Él ha logrado colarse en mis pensamientos y eso no me tiene de buen humor.
Desde ayer ha estado distante y se ha abstenido de hacer sus sutiles insinuaciones que solo desatan mis nervios. Por mi parte, no he intentado hablarle, pues no tengo nada que decirle. No es como si pasara algo entre nosotros.
Claro que no.
—¿Te gusta este? —Emily sale del probador y me enseña un vestido n***o, ajustado a la cintura.
Intento enfocarme en mi amiga, porque ella es la persona que merece mi atención, pero cierto hombre está abarcando gran parte de mis pensamientos en este momento. No debería pensar en él, lo sé de sobra, pero no sé que hacer para deshacerme del d***o que tengo corriendo por mis venas, y la maldita tentación que me atrae como el imán al metal.
—¡Maia pon atención! Estás distraída desde que llegamos —se queja—, ¿por qué estás así? ¿Pasa algo? —pregunta curiosa, caminando hacia mí.
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—¿Eh?...No nada —miento descaradamente—, el vestido es muy bonito y te va bien —digo para que ella se quede tranquila y no haga más preguntas porqué a este paso, terminará por sacarme la verdad.
Ella se cruza de brazos y me fulmina con la mirada. Me encojo de hombros.
—¡Pero si no lo has visto! —chilla, enojada.
Suelto un suspiro agotada, —¿Que no es el que llevas puesto? —pregunto, enarcando una ceja.
Ella asiente.
—Si, pero no lo estás viendo, tu mirada está perdida —se acerca aún más y se sienta en la misma silla que yo, regalándome una mirada llena de preocupación, que solo incrementa la culpa que siento.
—¿Pasa algo, Maia? —me cuestiona genuinamente y sus ojos grises me hacen difícil la tarea de concentrarme ya que me recuerdan a...
¡Deja de pensar en él!
Maldita conciencia, me estás haciendo malas jugadas.
—No pasa nada, Emily —le aseguro —sólo tuve una pequeña pelea con mis padres porque no les llamé cuando llegué —trato de excusarme, aunque sé qué tal vez se de cuenta que le estoy mintiendo.
Ella se queda pensativa y termina asintiendo resignada.
—Está bien, si quieres le digo a mi papá que les llame a tus padres para explicarles y dejarlos tranquilos —propone—, no te preocupes, le diré cuando lleguemos —niego al instante.
Oh, claro que no. Lo último que quiero es ver a Derek hablando con mis padres. Eso no va a pasar.
—No, ya lo arreglé por mi cuenta —sigo mintiéndole, alimentando el sentimiento de culpabilidad—, todo está bien y además el vestido se te ve genial —desvío el tema y ella parece no darse cuenta ya que su rostro se vuelve a iluminar con esa sonrisa que es una réplica de su padre.
—¿Verdad que sí? ¡A Evan le encantará! —se levanta, emocionada—. Ahora te toca elegir el tuyo —me lanza una mirada acusadora.
Le regalo una pequeña sonrisa y me levanto de mi lugar por igual, para echarle un vistazo a los vestidos que hay en la boutique. Emily se vuelve a meter al probador y yo me concentro en buscar algo para la fiesta de esta noche. Hoy decidiré si ayudaré a Derek o no, primero tengo que averiguar si lo que dice de Evan (el novio de Emily) es cierto.
Divago por el lugar tratando de buscar un vestido decente para la fiesta de esta noche, busco por varios minutos pero nada logra convencerme. Cuando estoy a punto de rendirme mis ojos se detienen en un vestido rojo. Simple y no tan llamativo ni mucho menos revelador. Me acerco y sin pensarlo dos veces lo tomo entre mis manos y comienzo a caminar hacia Emily para pagarlo y poder regresar a la casa.
*******
Observo el atardecer desde el ventanal de mi habitación, suspiro agotada y me levanto de mi cama dispuesta a tomar una ducha antes de que llegue la noche. Necesito empezar a arreglarme lo antes posible, me he pasado la mayoría de la tarde acostada pensando en personas que no debería sin darme cuenta que todo el jardín ya está decorado para la fiesta, mi fiesta de bienvenida.
Enciendo la regadera y me adentro en la tina, recargando la cabeza sobre la pared mientras el agua comienza a cubrir mi cuerpo. Me relajo y expulso toda la tensión que siento por dentro, porque de nada sirve que me martirice por lo que no puedo controlar. Y mis pensamientos forman parte de eso. No tengo ningún control sobre lo que mi mente explaya a cada minuto y por lo tanto no debo sentir culpa.
Pero la siento.
No sé cuánto tiempo pasa y tampoco me detengo a contar los minutos, pero mi relajación se va por un caño cuando escucho unas fuertes pisadas adentrándose a la habitación, los pasos se hacen cada vez más fuertes y me desconciertan.
Mis alarmas corporales se activan de golpe, como si pudiesen predecir quién es la persona que ha entrado. Termino mi ducha rápidamente y envuelvo mi cuerpo en una toalla para salir del baño y ver de quién se trata, aunque de seguro ha de ser Emily, me pidió que la ayudara a arreglarse.
Doy vueltas en el baño por unos segundos, tratando de controlar mi respiración, y salgo para encontrarme a Derek sentado en mi cama, al verlo ahí despreocupado y con las hebras rubias despeinadas suelto un jadeo de sorpresa y él se gira para verme porque mi pequeño sonido ha puesto la atención sobre mí. Sin embargo, la diminuta prenda que cubre mi desnudez hace que sus ojos reparen mi cuerpo de arriba a abajo sin ningún disimulo. Mis mejillas se encienden al instante y intento cubrirme más pero es imposible.
Sus ojos están sobre mí y no puedo moverme. Así que hago lo más estupido que he hecho en mi vida y bajo la mirada a sus labios, sintiendo el d***o que me corroe porque necesito saber que sabe su boca.
Mis pensamientos me aterran y me veo obligándome a apartar la vista de su figura, y salir de mi trance porque está mal ver de esta forma al padre de mi mejor amiga, paso saliva, tratando de diluir el cosquilleo de mi estómago.
—¡¿Qué demonios haces aquí?! —increpo desconcertada cuando por fin puedo concentrarme en algo más que no sea él.
Él se aclara la garganta, carraspeando nervioso y se levanta de la cama acercándose a mí, esta vez no retrocedo ni le dejo saber lo mal que me pone su cercanía. Una sonrisa macabra se dibuja en sus labios y la respiración se me corta cuando las yemas de sus dedos hacen contacto con mi pierna, enviando un torbellino de sensaciones electrizantes que no puedo aniquilar porque estás no están dispuestas a apagarse.
—Necesitaba hablar contigo —susurra cerca de mi rostro—, pero verte así hace que sea imposible pensar con claridad, Maia. Me complicas como no tienes una idea —musita con tanta pesadez, utilizando esa nota tosca que acalora mi cuerpo sin pedirme permiso.
Cierro los ojos por inercia e intento enfocarme en la maldita lógica, en que él es p*******o por el simple hecho de ser el padre de mi mejor amiga y no puedo sentir esto. No debo.
Pasan unos segundos que se me hacen eternos cuando siento sus dedos acariciar mis labios húmedos, con suma delicadeza que me hace aferrarme al poco aire que reside en mis pulmones, lo escucho suspirar, pero aún así no se aleja y eso me pone ansiosa. Porque quiero que él haga algo y así no sentir la culpa que comienza a crecer.
—Derek —canturreo su nombre en un jadeo solemne y eso parece enloquecerlo, ya que sin darme tiempo de respirar sus manos me toman por la cintura acortando la poca distancia de nuestros cuerpos.
—A la mierda.... —maldice—, todo se puede ir a la m****a en este momento.
Le oigo maldecir por segunda vez y en un abrir y cerrar de ojos me tira con vehemencia sobre la cama y se coloca encima de mí aprisionándome bajo el calor que emana de su cuerpo. Mi toalla se abre y quedo desnuda frente a sus ojos, el iris gris de estos se mezcla con el morbo de verme expuesta, y la mera acción me acelera las pulsaciones porque ya no puedo detener lo que yo también d***o.
Trato de quitármelo de encima, pensando hacer lo correcto por última vez, pero termino haciendo lo contrario ya que sin querer rozo mi cuerpo d*****o con el suyo y a pesar de que trae ropa me siento en llamas. Mis mejillas se encienden y la acción le hace sonreír con picardía, estoy a punto de reñirle, pero no tengo tiempo porque sin pensarlo dos veces me agarra de las muñecas presionándolas contra el colchón.
Su aliento caliente golpea mi rostro y el corazón me comienza a latir desbocado, prediciendo lo que está a punto de suceder.
—Esto está mal —lo digo más para mi misma que para él—, suéltame —le pido en una súplica, pero mi cuerpo me traiciona y él se da cuenta.
—No puedo hacerlo —aclara y me desconcierto—. No quiero soltarte, Maia y sé que tú tampoco quieres que lo hagas —sus palabras desencadenan un remolino de sensaciones en mi estomago y me obligo a tomar una bocanada de oxígeno para tener la fuerza suficiente y detenerlo.
Porque eso es lo que debo hacer, detener esta jodida locura. Un debate mental absorbe mi atención, esto está mal y debo apartarlo...pero no quiero.
Debo pararlo antes de que sea demasiado tarde.
—Yo quiero que me sueltes —miento, mirándolo fijamente a los ojos—, apártate ya, por favor —ruego para que haga lo que le pido pero solo obtengo un suspiro frustrado de su parte.
Su mano viaja a mis labios y los acaricia con suma delicadeza y suavidad, arrancándome un gemido que lo hace gruñir. Mi cuerpo se enciende y no encuentro el razonamiento para detenerlo.
—Maia.... —susurra agitado y puedo sentir sus músculos tensarse a través de su camisa—, dime cómo hago para deshacerme de estas ganas de follarte que me queman el cuerpo, dime cómo hago para sacarte de mi puta cabeza, dime cómo hago para quitarme este tormentoso d***o de ti —arremete con preguntas llenas de desesperación y me quedo atónita sin saber que responder ante su confesión.
Su mano abandona mis labios y se concentra en mis muñecas. No suelta su agarre y muerdo mi labio para no decir algo de lo que después me arrepienta.
No se aleja y mi cuerpo empieza a reaccionar olvidando por completo la lógica que nos separa, mi sexo comienza a palpitar y puedo sentir la humedad en mi entrepierna. Él no se mueve, solo respira cerca de mi rostro como si quisiera que le diera una respuesta que lo haga retroceder.
—Derek no podemos dejarnos llevar, tú lo sabes —le susurro, implorando que se aparte de mí de una vez por todas—. Esto está mal.
Si, claro que lo está.
—Lo sé —suspira—, créeme que lo sé, cariño.
—Entonces apártate —pido.
—No quiero hacerlo.
—Nos iremos al infierno y lo sabes.
Pone los ojos en blanco, sonriendo con diversión.
—Ya estoy en el infierno por no poder tocarte, Maia.
—No sabes lo que dices.
Me sonríe con complicidad, la excitación se agita en sus ojos, libera una de sus manos sin soltarme las muñecas, me sujeta con fuerza mientras su mano se desplaza hasta mi entrepierna y dejo de respirar cuando siento su roce en mi clítoris sensible. Deja escapar un gruñido al sentir mi humedad y entrecierra los ojos, una clara muestra de lo que le cuesta contenerse.
¡Reacciona Maia!
Mi mente me ordena y trago grueso.
—¡No! —suelto de repente. Asustada—, no lo hagas Derek —le suplico, pero muy dentro d***o que no me haga caso y prosiga.
Se queda observándome, esperando mi aprobación, porque sé que no va a seguir si sigo negándome y aunque quiera gritarle que me suelte, solo quiero que me haga suya así que con una mirada le doy el permiso que nos condena.
Él hunde dos dedos y mi humedad lo recibe, gustosa, haciendo que suelte un gemido, ansiosa para que haga más.
—¿Quieres que pare, Maia? —pregunta con dificultad y yo asiento. Incapaz de formular una respuesta coherente.
Su pulgar vuelve a acariciar mi clítoris de una manera suave que me hace temblar las piernas y al mismo momento poner los ojos en blanco.
—¿Me detengo? —vuelve a insistir moviendo sus dedos de arriba a abajo, arrebatándome el aliento.
Mi mente ya no piensa con claridad así que me dejo llevar por mis instintos carnales, esperando no arrepentirme por lo que estoy a punto de decir.
—Dime, Maia —exige una respuesta sin dejar de provocarme con su sonrisa perversa y solo por un momento me dejo guiar por lo p*******o qué es esto.
Porque aunque suene sucio e inmoral, el hecho de saber que él es un hombre p*******o para mi, me excita de una manera inexplicable. Y por eso mantengo mis piernas abiertas para él, esperando que me llene con todo lo que tiene para darme.
—No...no pares, j***r —balbuceo en respuesta y él sonríe satisfecho por mis palabras.
No me da tiempo de analizar las cosas mucho menos de arrepentirme ya que vuelve a restregar sus dedos, masajeando mi clítoris de una manera placentera que me hace flotar en un puto extasis. Mi cuerpo se sacude con los escalofríos que me recorren la espina dorsal, y enrosco los dedos de los pies, tratando de buscar una manera de descargar toda la adrenalina.
—Derek —gimoteo al momento en que entierra dos dedos en mí sexo y comienza a moverlos de manera brusca y acelerada.
Necesitado de mi. Tanto como yo lo estoy de él.
Suelto un sinfín de maldiciones mientras mi cuerpo se sumerge en el placer que me atraviesa de un solo golpe al sentir parte de él dentro de mí. Derek me observa hambriento y acelera sus movimientos haciendo que lo mire deseosa de más.
Entrecierro los ojos incapaz de controlarme y con un ágil movimiento libera mis muñecas y tapa mi boca. Lo miro incrédula y cuando introduce otro dedo en mi sexo lo entiendo, los gemidos se hacen más fuertes y escandalosos porque no puedo con tantas sensaciones al mismo tiempo. Mi humedad hace más fáciles las cosas y solo me dejo llevar por las olas de placer que me embargan al sentir sus dedos entrar y salir a un ritmo maravilloso que me pone a temblar las piernas.
Un hormigueo me avasalla haciéndome saber que se avecina el orgasmo, las sensaciones se intensifican de tal modo que aferro a mis manos a las sábanas, lo hago con demasiada fuerza que mis nudillos se tornan blancos.
—j***r, Maia... —y solo basta escucharlo gruñir mi nombre para que explote, liberando mis jugos sobre sus dedos.
Derek me sonríe coqueto y mis mejillas se tiñen de rosa al ver sus orbes grises reparándome de pies a cabeza, con ese brillo sucio y perverso.
Estoy a punto de apartarlo, no queriendo sentir culpa, pero él se me adelanta y posiciona su cabeza en mi entrepierna haciendo que jadee por la sorpresa.
—¡No, ¿qué haces?! —le pregunto, agitada.
—Alimentándome —me responde usando esa nota casual y quiero protestar, pero su aliento caliente golpea mi sexo, haciéndome callar al instante.
En el momento en que siento su lengua rasposa haciendo contacto con mi sexo, pierdo la función de mi cerebro. Pongo los ojos en blanco, queriendo controlar las ganas de gritar porque jamás había practicado o recibido sexo oral pero este hombre me hace replantar mis límites.
Él se da cuenta de mi frustración al no poder emitir un sonido y me sonríe.
—Gime para mí, castaña pervertida —demanda—, quiero oír lo mucho que disfrutas mi lengua dentro de ti, cariño.
Las guarradas que dice me ponen más caliente, y como si mi cuerpo necesitara su permiso, comienzo a jadear con fuerza, dándole lo que él quiere, me retuerzo de placer mientras él sigue alimentándose de mis jugos, llevándome al límite del tormentoso d***o que me hace suspirar por más.
Ansío más.
Quiero cerrar mis piernas para detener esta locura pero Derek las sujeta con fuerza mientras pasa su lengua por cada espacio, penetrando mi sexo nuevamente. Limpia mi humedad y se deleita con ella. Respiro agitada, alucinada y fundida en las sensaciones que me llevan al extremo en solo segundos. Estoy perdida, pero no me importa porque en este momento lo último que quiero es detenerme...
Dos toques suaves en la puerta me regresan a la realidad y quito a Derek de mi entrepierna sin tener ninguna consideración. Su rostro me observa exasperante mientras que los nervios y el miedo se apodera de mi.
Mierda.
Esto no puede estar pasando.
—¡Maia, abre la puerta! —grita Emily, haciéndome desfallecer.
¿Qué diablos he hecho?
Rápidamente tomo la toalla y cubro mi cuerpo, Derek se queda inmóvil y endurece el rostro, cambiando a una faceta totalmente seria, que no delata lo que hemos hecho apenas unos segundos.
—Escóndete en el baño —le susurro desesperada y él me mira indignado por haberle pedido eso—. ¿Acaso quieres saltar por la ventana? —pregunto llena de pánico y no contesta, solo observa la habitación buscando una salida pero no la encuentra.
¡Nos atraparán si no se mueve!
¿En qué estaba pensando?
—¡Escóndete ya! —grito desesperada y nerviosa porque no quiero que Emily se entere de lo que he hecho con su padre.
Él resopla con resignación y asiente sin rechistar.
Espero unos segundos para que se meta en el baño y me encamino para abrir la puerta, no sin antes acomodar mi cabello alborotado y ajustar mi toalla para fingir que no ha pasado nada.
Pero pasó, y no te arrepientes Maia pervertida.
Mi conciencia me recuerda lo que he hecho sin tenerme piedad y quiero abofetearla por decir mentiras.
Tomo un largo respiro y abro la puerta fingiendo que todo está bien, una Emily confundida me recibe.
—¿Por qué tardaste tanto? —me pregunta haciéndose paso por la habitación, ignorando por completo mi forchanoso aspecto.
Trato de controlar los jodidos nervios que fácilmente pueden delatarme en estos momentos, —estaba tomando una ducha y no escuché —miento y me siento una m****a por hacerlo.
Ella me observa inocente y sonríe antes de hablar.
—Vine a traerte —avisa—, tenemos que empezar a arreglarnos o no terminaremos a tiempo —se dirige al sillón y toma la bolsa con mi vestido para empezar a caminar de nuevo a la puerta, pero yo no lo hago.
—¡Vamos, Maia! —chilla exasperada al ver que no me muevo.
Pero mis piernas no me responden, aún sigo sintiendo los espasmos de....
—Si.. —contesto tratando de evadir mis pensamientos sucios.
Se detiene abruptamente y suelta una risa nerviosa, mirándome con un aire acusador que incrementa mis nervios.
—Si no supiera que no tienes novio diría que luces recién follada —habla despreocupada y me atraganto con mi propia saliva, tosiendo y sintiendo la sangre subir a mis mejillas.
Emily se carcajea y sale por la puerta con mi vestido, haciéndome señas para que la siga y así lo hago, dejando a Derek escondido en el baño. Me encamino a la habitación de Emily y antes de cerrar la puerta de mi habitación puedo escucharlo reír con diversión y lo maldigo en mi mente por ser un m*****o descarado.