Capítulo 5: Primer amor

1495 Words
De niña recuerdo que odiaba a los bebés. Sobre todo a la bebé rechoncha y llorona que me dijeron era mi hermanita. No se podían quedar quietos, no se podían callar, y todos parecían amarlos, hasta que había que alimentarlos o cuidarlos por mucho tiempo. Imaginen mi odio cuando mi madre me la regaló, y más que una hermana me convertí en una especie de madre infantil. No adolescente, yo era una niña cuando eso. Y puede que me hubiese convertido en lo que juré no ser, pero lo había hecho, yo en un punto de esa niñez comencé a armar a Jazmín Salas. Era mi pequeña aliada, mi rincón de felicidad, mi todo. Hasta que alguien me la arrebato. Y le arrebato la vida en el proceso. Dando vueltas en la cama en la que esta vez Jaz sí me dejó dormir, el insomnio me ataca. Los malos momentos de esa noche por igual. ¿Cuándo fue que todo comenzó a ir mal? ¿Fue en esa fiesta del pueblo? ¿Fue el sábado que no apareció y regañé a más no poder? ¿Cuándo? ¿Cuándo fue? Tuvo que ser después de esa tarde llena de sol ardoroso en la piel. Recuerdo que llegué del trabajo a almorzar y me la encontré dando volteretas en la sala. Volteretas muy elegantes considerando su elasticidad… y peligrosas. —¿Ya te perdimos Jaz? — comente dándole una mirada de burla. Ella me miro radiante. —Di lo que quieras, no me afecta nada ¿sabes por qué? — se acercó y tomó mi brazo dirigiéndome a la cocina — me lo dijo. Ya en la cocina veo que me tiene preparado el almuerzo, era lasaña, por lo que mi estómago se lo agradeció. Me senté y esperé a que me contará su historia comiendo yo por mi parte. —Como te comentaba, me lo dijo — suspiró — que me amaba. Que era la primera vez que amaba a alguien como a mí. Y también es la primera vez que amo a alguien hermana, es mi primero amor. Sus risas tontas me hacen resoplar por dentro. Qué estupidez tan grande eso del amor hacia un hombre, el único amor real era entre lazos de sangre, por ejemplo, mi hermana y yo. Además, desde cuándo ella conocía al susodicho. Eran dos adolescentes pretendiendo que se amaban. —Ve despacio Jaz. Recuerda que en lo que terminen las vacaciones para él, se marchará. Tal cual todo turista — trate de hacerla entrar en razón. —Cuando venga el día de mi cumpleaños a pedirte permiso para que sea mi novio oficial, te arrepentirás. Y no es por nada pero… me prometió que después me llevaría a París — se acercó a mi como si fuera un secreto — tiene mucho dinero hermana, su familia tiene hasta un avión privado. Claro. ¿Por qué alguien así vendría de vacaciones para acá o se quedaría en la posada en la que trabajaba mi hermana? No era nada lujoso de por sí. Este tal Adrián me sonó a mentiras y más mentiras. —No peques de tonta Jaz. No creas en las palabras de un hombre que se quiere acostar contigo. —¿Por qué siempre hablas de sexo y sexo Lily? ¿No te has enamorado alguna vez? ¿Enamorarme yo? ¿De un cerdo? ¿De un cachondo? ¿De un dizque amigo? Nunca. Todos eran iguales. Y antes de que me utilizarán, yo lo haría con ellos. —No y tú tampoco. Deja que se vaya para que sufras tu primera crisis de desamor. —No te voy a cocinar más amargada. …….. Una mala noche fue la antesala a un mal día. Uno lleno de ojeras y de mi rol como la empleada más inútil en toda la empresa. Ver a Mimi con su jefa de arriba abajo, o ver a June sacando cuentas hasta ver humear su cabeza, me hacían sentir como una chica de la cafetería sobre pagada y sin uniforme. Mis órdenes del día eran el café, y el almuerzo y la cena. Ya había llevado el café, pero el reloj marcaba las 10 am todavía. ¿Seguiría perdiendo mi tiempo? No lo quiero hacer, así que abro la puerta de mi jefe para encontrarlo … durmiendo. ¿Con que don perfectin durmiendo en horas de trabajo? Verlo con los pies sobre la mesa, la chaqueta tirada por allí y el cabello desarreglado, me excita a hacerle muchas cosas. Como por ejemplo, tomar ese pisapapeles y estrellarlo en su cabeza. Soy más práctica y doy un golpe contundente a la mesa haciendo que se despierte de golpe asustado. —¿Qué paso? — casi grita. —Ay lo siento jefe, no sabía que estaba durmiendo tan profundo — me lleno de arrepentimiento “sincero”. Adrián me mira como si me fuera a matar y se acomoda el nudo de la corbata. —¿Realmente no te puedo ayudar en nada? Pareces cansado… Él lucha entre sí y me ofrece sentarme, que es lo que hago. —Tengo que llenar todas estas formas — toma una gran pila de hojas que me acerca — guíate por este ejemplo, y esta base de datos. Recibo la pila de hojas, y la tableta con la base de datos que me acerca. Después se concentra en lo suyo, sin pedirme que me marche. Puede que se le haya olvidado despacharme, pero me apoyo de eso e inicio a trabajar. O eso quiero hasta que oigo una tos falsa, de él. —¿No tienes tu escritorio afuera? —¿Pero y si me equivoco? No quiero arruinarlo — me rio toda inocente. ¿Hasta cuál punto soy capaz de humillarme por mi venganza? Mucho, porque Adrián me vuelve a mirar mal, y después continua cada quien en su trabajo. Para mi sorpresa, llenar las fórmulas es simple, y al hacerle algunas preguntas me responde de buena manera. Sin esperarlo la hora del almuerzo llega. —¿Comerás otra vez en la oficina? — le interrogo. —Sí, quiero paella. Paella quiere el jefe, paella tendrá, se la voy a buscar y regreso diez minutos después de chismes con Adrián. Este me espera en un sofá a su lado, uno en el que descansa a su frente una botella de agua en una mesa de café. Allí dejo su comida… y la mía. También me siento a su lado. Procedo a destapar el arroz que huele a- —¿Planeas comer a mi lado? — me interrumpe, le veo desconcertada. —¿No debería? —No, no puedes comer a mi lado. Trato de reír como si fuera un chiste, y de otra forma, mi rol de mujer dócil me diría que me fuese. Sin embargo, Adrián hacia desatar mi yo real. Tomo mi comida y me siento en la silla en la que he estado trabajando para él. Inicio a comer. —¿Qué parte de que no puedes comer a mi lado no entendiste? Veo a lado y lado. —Ni a mi izquierda, ni a mi derecha estás — digo con descaro. Adrián solo muerde su labio y vuelve a comer. La comida está rica, la compañía no tanto. Este hombre era el muro de Jericó prácticamente. —No sabe bien, no me gusta mucho — me comenta. —¿Qué tiene de malo? Para ser una paella de mariscos está decente, aunque el calamar está algo duro — opino. —El arroz… Tomo otro bocado para saborearle y creo entender a qué se refiere. —Está algo pasado, creo que usaron cebolla. Pero no está tan mal ¿no? — este se encoge de hombros y sigue comiendo, yo tratando de acceder a él — ¿eres exigente con las paellas? —Más o menos… viví algunos años en España de pequeño. ¿Estoy oyendo las campanas del cielo sonar? —España. ¿Cómo fue vivir allá? — comento simpáticamente. —Nada interesante. Era un niño cuando eso, no experimenté nada. El hijo perfecto no tiene espacio para esa clase de cosas — plantea con un resentimiento que se me hace inevitable de percibir. —¿Eres el menor o el mayor de tu familia? — cuestiono como si ya no supiera la respuesta. —El mayor… Un hermano mayor del que se espera mucho, más dos hermanos descarrilados por lo que he escuchado. —Deberíamos hacer una asociación de hermanos mayores no comprendidos. Yo también lo soy. Muchas expectativas sobre ti, expectativas que no te interesan o quieres cumplir ¿no? —Supongo… Él sigue comiendo con tranquilidad, y yo igual. —No tienes que cumplirlas. Las expectativas de alguien más. Es tu vida. No la de ellos para decidir — le aconsejo para que Adrián me mire sospechosamente, luego tristemente y asiente imperceptiblemente la cabeza. ¿Eres un niño tratando de convertirse en hombre o un actor consumado Adrián Bryrne?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD