Cuando decía que vivía a dos horas de Bryrne Holdings Co., en eso por lo menos no mentía. Tampoco el mocoso bonito cuando me dio la idea de tomar el metro, llegue en una buena hora, de esas en las que la afluencia no es tan fuerte, ni tan pesada. Al llegar a la estación más cercana a mi casa, tuve que caminar alrededor de 30 minutos para pisarle. Y esa había sido la razón de que más temprano gastase lo poco que tenía en un costoso taxi.
Desde que llegamos a la ciudad pudimos alquilar en un barrio bastante alejado de todo. Para tomar el bus más cercano había que caminar 20 minutos, el metro 30 minutos. Era lo poco que tenía para alquilar algo dentro de la capital. Lo único bueno que le veía a este sitio era que aun en altas horas de la noche algunos vecinos se sentaban en las puertas de sus casas a charlar.
No era el sitio más seguro, pero aunque sea entre la gente del barrio no se robaba.
Saco mis llaves y abro la puerta, para recibir el aroma de un guisado bien condimentado.
—¡Lily ven a comer antes de que se enfrié! — el grito estridente de Dalia desde la cocina me hace sonreír cansadamente.
En mi camino a nuestra pequeña cocina me quito las gafas falsas y la chaqueta que dejo en una mesa cerca. Después me quito los zapatos que me quedan muy pequeños e hicieron ampollas en mis pies, también desato mi moño. Me siento algo más libre.
—¿Cómo te fue en la entrevista de trabajo cariño? — me pregunta la señora Dalia llenando un plato de arroz del guiso preparado.
—Diría que muy bien — dejo de verla para concentrarme en mi Jazmín, mi Jaz, me agacho hacia su frente y la beso con ternura — conseguí el trabajo hermana.
Solo cuando le hablo a Jazmín soy capaz de sonreír de corazón, soy feliz realmente, pero últimamente, solo preocupación siento al ver su estado deteriorado. Jaz no me responde solo se queda viendo a la nada sentada en su silla de ruedas. Estaba cada vez más flaca, más ida, y yo más preocupada por su salud.
Aprovecho para limpiar la frente que había manchado del poco brillo labial que me quedaba, y peino su cabello hacia atrás.
—El fin de semana iremos a pasear por la playa, y comeremos helado, helado de coco — comento.
—Coco … — me susurra en una sonrisa muy leve.
—Todo el que quieras, hasta que se nos congele el cerebro — le aseguro.
Hace un sonido imperceptible para comprobar que me escucho, sin embargo, de ahí vuelve a ser la misma muñeca que había sido desde hacia más de un año. Desde que ese hombre le hizo, esto. Es complicado explicar cómo había llevado a mi hermana a esta condición, y las cosas que lo hacían responsable, pero de eso no quería hablar conmigo misma, no por lo menos durante la cena.
—¿Jaz comió? — cuestiono a Dalia que ya me tenía la mesa montada.
—Se comió una taza entera de arroz. Como la campeona que es — me trata de animar, y yo solo le sigo el juego.
Me siento a comer y a platicar con ella, hasta que Dalia debe marcharse a su casa. Vive al lado, motivo por el que seguramente mañana la tendría puntualmente como todas las mañanas en la puerta.
Le pagaba a la señora Dalia para que cuidara a mi hermana cuando yo no podía hacerlo. Que sea una enfermera jubilada fue una bendición para mí, y mucho más que se haya ofrecido a semejante labor con no el mejor sueldo.
Del resto procedo a llevar a Jazmín a nuestra habitación, la única de este anexo al que llamamos casa. Y la cargo como puedo en su cama. Su peso ligero me ayuda, que huela a jabón, y tenga su pijama ya puesta, también. Dalia era nuestro ángel sin lugar a duda, antes debía hacerlo todo yo.
—Lily… — me sostiene levemente la pierna mi hermana.
—Dime bonita — digo al ir acomodando sus piernas.
—Lily…
De las más disparatadas y extensas charlas de conversación, pasamos a esto. De la más grande de las alegrías e inocencias pasamos a esto. Yo debía interpretar lo que quería y acoplarme a ello.
—¿Quieres que durmamos juntas otra vez? — indago creyendo saber lo que quiere. No escucho nada de vuelta y eso es una señal. La arropo lo mejor que puedo y me acuesto de lado en su cama — ¿Así consentida?
Al ver los ojos cerrarse de mi hermana, comprobé que eso era lo que quería. Y aunque esa no era mi idea, me quedé dormida a su lado.
…..
La brisa marina invade mis fosas nasales y al abrir mis ojos me encuentro lavando platos observando el mar. No pasa mucho para darme cuenta de que estoy soñando un momento de mi vida en el que creía era feliz. Hace un poco más de un año, en nuestro pueblo costero.
Desde que podía recordar habíamos sido Jaz y yo contra el mundo. De familiar en familiar, de caridad en caridad, pero dentro de nuestro pueblo en donde todos se conocían con todos. Tuve que sacar las espuelas desde muy pequeña para no ser una presa fácil, y proteger a esa niñita que un día mi madre me dijo era mi hermana. En ese entonces estábamos en casa de mi madrina, y yo que tenía 8 años, quedé más confundida que nunca al volverse a marchar.
La excusa de no ser hijos de nadie prácticamente era que tanto padre como madre trabajaban en otra ciudad, y enviaban dinero para cuidarnos a nuestros familiares. Como es de esperarse, ese dinero dejó de llegar, y nos la tuvimos que arreglar. Conocimos a mucha gente buena, y mucha gente mala. No obstante, al no tener escapatoria de ese sitio, me adapte.
Si había que engañar antes de que te engañasen para sobrevivir y cuidar de mi hermana. Lo haría.
Todo comenzó con la explotación de los recursos a mi alrededor, nuestro pueblo había sido un sitio turístico de moda. De esos a los que vas para desconectarte del mundo exterior. Su principal encanto es que no había grandes hoteles o infraestructuras, solo posadas y atracciones naturales.
La primera vez que hurte la billetera de un turista muy confianzudo, tenía como 12; y ya luego, me fue inevitable continuar con mis tretas. ¿De qué forma podía comprar comida o largarnos de una casa para otra cuando los hombres de allí se ponían muy cariñosos?
Como pude termine mi educación básica, y criando en una burbuja de bienestar y cuentos de hadas, me aseguré que Jaz lo hiciera. Cuando llegué a mis 20, pude darle una mejor estabilidad, y en realidad no podía volver a mis viejos hábitos porque a mi hermana no le gustaba. No le gustaba que mintiese, no le gustaba que hiciese cosas malas.
Por ella traté de ser la mejor persona que podía. Y creía que todo iría bien al cumplir mis 25 y mi Jaz los 17, el siguiente año había decidido mudarnos a la capital para que estudiase en una academia de ballet de renombre. Todo apuntaba a que recibiría una beca. Y era evidente que no la dejaría a solas en esa jungla de cemento. Jaz era muy inocente, muy ingenua, creía en lo bueno de las personas y le faltaba malicia, esa malicia que a mí me sobraba.
En ese día viendo las olas con las manos llenas de líquido lavaplatos recuerdo que estaba a nada de finalizar mi turno en esa posada. Trabajaba en la limpieza de la cocina.
—Lo conocí hermana, lo conocí — me canturreo Jaz montándose en el mesón con una sonrisa enorme.
—¿A quién si se puede saber? — conteste sin prestarle atención, tenía mucho por lavar.
—A mi príncipe azul — respondió entre risas.
Hombres. Pensé en eso aplicada en mi labor. La vida de Jaz era el ballet, no tenía cabeza para chicos, algo que siempre había agradecido. Los hombres eran problemas y más problemas. Pero, con una niña de 17 años a mi cargo, era una faceta inevitable a vivir suponía.
—Los príncipes azules existen en los cuentos y películas Jazmín. No peques de tonta me haces el favor — le advertí en son de regaño. Ella me respondió poniendo sus ojos en blanco.
—Dices eso porque no crees en el amor. Pero yo sí. Imagínalo, perdido en las calles del mercado sin saber a dónde ir, y nos chocamos sin querer, nuestras miradas se cruzan en un instante mágico. ¿A qué le llamas eso?
—¿Torpeza? — respondí con maldad, ella golpeo mi hombro.
—¡Destino, Liliana!
—Sí, sí, el destino — me apresuré a terminar lo que hacía — ¿qué más pasó en tu novela?
—Un paseo mágico hacia la posada donde, oh oh el destino hizo de las suyas, y allí trabajo yo — suspiro — tienes que verlo hermana es tan guapo, y ocurrente, y alto, y dulce.
—Espero que el destino no te desvista en una habitación para él y no te deje usar protección tampoco — le advertí para después verle roja como un tomate y bajándose del mesón.
—¿Cómo puedes decir esas cosas? Es un caballero, y yo-y yo quiero que me lleves de blanco al altar — tartamudeo mi hermana.
Hasta donde sabía, y estaba 100% segura Jaz era virgen, y por lo que veía su ingenuidad llegaba a los extremos. No le debatiría que quisiese esperar más para tener sexo, me parecía como una buena idea de hecho. Aunque dudaba que llegase virgen al matrimonio. ¿Para qué la gente se casaba siquiera en la actualidad? Peor aún, no probar cómo era un hombre en la cama antes de enlazarte con él legalmente sonaba como un terrible plan.
—¿Por qué no vas a diseñar vestidos de novia y me dejas terminar con esto? — me burlé. Ella me sacó la lengua, y estaba dispuesta a irse, pero antes, algo pico en mi garganta — tu príncipe azul ¿cómo se llama? ¿Harry? ¿Guillermo?
Jaz me dio una de esas sonrisas luminosas que tanto me daba.
—Adrián. Se llama Adrián.
…..
Adrián, Adrián, Adrián. Me despierto con ese maldito nombre en la boca en la madrugada, y emprendo con mi propósito de este día. Ablandar a un idiota con ese nombre.
…..
Queridas lectoras, luego de una gran pausa he vuelto con un proyecto nuevo que me emociona bastante. Y sí, es la historia de Adrián, el hijo ya no tan pequeño del Cuervo. Pero ¿es el villano de esta historia? Ya saben que me gusta experimentar, ser dramática e indagar mucho, así que obviamente esperan más de una sorpresa.
Por mi IG @paola_yuu estaré posteando los modelos de mis protas y más pensamientos generales de la novela. Además, ¡mañana toca nuevo cap! ¿Emocionadas? ¿Qué piensan hasta ahora?