Capítulo 2: Mi odiado enemigo

1474 Words
Adrián Bryrne, 23 años, menos de un año de egresado de su carrera como economista, el primer hermano de otros dos más, el hijo del dueño de media ciudad. Y quien estaba frente a mí observándome penetrantemente. Tal cual como si fuera un felino en la oscuridad. Sus ojos azules y su nariz cincelada a la perfección, más ese cabello y cejas negras, hacen una buena combinación. Combinación que es complementada con un traje, perfume y oficina que es muy probable cueste más que lo que necesito para vivir diez años. Era un hombre atractivo, una manzana brillante por fuera pero que alojaba gusanos por dentro. —¿Te quedarás allí todo el día? Siéntate — me ofrece. Ni siquiera es de día ya. Imbécil. —Oh sí, sí. Lo siento es que estoy algo nerviosa — río torpemente mientras me siento donde se supone debo estarlo. Adrián no me da palabras simpáticas, solo me mira como si mi presencia le molestara y comienza a leer lo que me doy cuenta es mi “currículo”. Tarda una eternidad leyendo cada línea de esa mentira descarada, y me doy cuenta de lo aterrada que estoy de que se ponga a debatir el examen del que me copie más temprano. —Háblame de ti — me dice sin mirarme. —Como puedes ver acabo de finalizar un contrato de dos años en- —Ya leí eso, cuéntame de ti — me lanza. —¿De mí? — inserte risita estúpida — soy alguien tranquila, me gusta leer en mis ratos libres, pasar mis fines de semana ayudando a los niños de mi comunidad con sus tareas y quisiera crecer en esta empresa, sería un honor para mí. Falso, falso, falso y más falso. Pero por lo menos parece que Adrián se la cree, no está muy emocionado que digamos con mi rol de niña buena, sin embargo, esto apenas comienza. —¿Por qué te interesa este trabajo y esta empresa? — me vuelve a preguntar. — Bryrne Holdings Co. Ha llegado a duplicar su tamaño en los últimos años. Me gustaría formar parte de- Bosteza. Adrián está bostezando y por más que su mano esté en su boca tratando de ocultarlo, eso lo hace en realidad. —Sigue, no me prestes atención — comenta tratando de disimular el sueño que parece le acabo de dar. —Como decía … — sonrío dulcemente haciendo contacto con sus ojos, no, no me sonríe de vuelta — Me gustaría formar parte de esta familia y aprender sobre- —Familia… — susurra mientras se rasca con uno de sus dedos la cabeza. —Sobre la dinámica empresarial y la actualidad del panorama asegurador en el país — contesto como puedo ante la pereza que le provoco a este hombre — ¿algo más que quieras saber de mí? —La verdad es que no. Muerdo mi labio para no responderle con el veneno que se cosecha en mí. —Pero fuiste la única que respondió la prueba completa y bien — ahora se concentra en la hoja que saca con ese examen infernal, estoy sudando dentro de mi ropa interior — ¿no crees estar sobrecalificada para este puesto? Es de secretaria. —Lo veo como una oportunidad para aprender, y quizás avanzar en un futuro. Daré lo mejor de mí y- —Si crees que podrás subir de puesto entrando como secretaria, estás equivocada. No pierdas tu tiempo — me aclara con… inocencia el mocoso este. —No sería la primera vez que- —No, no lo será. Y no lo entiendo, cuál es el empeño de tantos licenciados en ser mis secretarios. Sinceramente no necesito a ninguno, y también sinceramente no esperes que valoré tus esfuerzos y te ascienda. Soy un malagradecido, un odioso y un déspota — Adrián procede a sonreírme de manera satisfecha de sí mismo. Y yo no puedo dejar de preguntarme si es que ese hombre está en sus cabales. Por lo que podía entender… no lo quería, no quería a ninguna secretaria o secretario a su cargo. ¿Por qué? ¿No necesitaba a alguien que hiciera el papeleo aburrido? ¿Qué le llevará la agenda? ¿O yo qué sé, cualquier cosa que un heredero no hiciera en su vida? —Creo que… a las personas se les debe dar el beneficio de la duda. Más cuando han demostrado tanto interés y han pasado tantas pruebas — le trato de sonreír, pero él se cruza de brazos. —No necesito que una desconocida esté pegada a mí la mitad de mi día, tampoco que acceda a mi agenda personal. Puedo hacerlo todo yo solo. Un desconfiado. Adrían Bryrne ¿es un desconfiado? ¿Por qué esto me sorprende tanto? Cuando Jazmín me hablaba de él, no sonaba como uno de ese tipo. Aunque ya sabemos que los cazadores se camuflajean para dar con su presa. Puede que este fuese el verdadero Adrián después de todo. —Delegar asignaciones es un consejo que a cualquiera puede ser dado. Además ¿si no te interesaba dar este puesto? ¿Para qué abriste las postulaciones? — trato de indagar. —Mi padre quiere que tenga alguien que me ayude con mi agenda. Cree que estoy muy atareado de trabajo con lo del postgrado — refunfuña. Un postgrado tan cerca de graduarse. Sí, ya me lo esperaba, era un pretencioso geniecillo. Un terco al que debía convencer.  —¿Cómo sabes que no lo necesitas si no le has dado una oportunidad? — comienzo con mi campaña pro selección — puedo facilitar tu vida como no tienes idea. También necesito el trabajo, mucho. Uno mis manos tratando de hacer una plegaría muy visible, a lo que él… sigue sin sonreírme, sin verme amigablemente. ¿Así era como miraba a las cucarachas que quería aplastar? —No te podré contratar. Suerte con tu siguiente entrevista — me dice levantándose y queriendo pasar por mi lado. Soy más rápida que la luz cuando me levanto y le bloqueo el camino. Tengo que inclinar mi cabeza para observarle a los ojos. Ojos más fríos que el polo norte he de acotar. —De verdad, verdad necesito el trabajo. —De verdad, verdad no te necesito. Ni a ti, ni a nadie. ¿Qué le digo a este grano en el culo para que me contrate? Todo mi esfuerzo quedará en la basura. No puedo regresarme a la casa y ver a mi hermana en ese estado. —Nunca sabrás con certeza algo a no ser que lo intentes — le sonrío. Él da un paso a la izquierda queriéndose ir. Lo vuelvo a bloquear. —Soy tan pero tan eficiente y silenciosa, que no notarás mi presencia — otra sonrisa doy y él otro paso a la izquierda. Obviamente lo vuelvo a bloquear. —¿Te podrías apartar? — me reclama obviamente molesto. O más de lo que ya lo ha estado en esta entrevista de trabajo. Pues más molesta estaba yo. Sí, hice trampa e iré al infierno cuando muera por engañar a quien me hizo bien, pero continuar con estas sesiones de tortura por un conflicto entre padre e hijo es ridículo. —¿Podrías darme una oportunidad? O ¿Qué harás al salir de aquí? ¿seguirás con las entrevistas interminables? ¿Crees que todas esas personas a las que les hiciste perder el tiempo no tienen más que hacer? ¿Sabes lo difícil que es presentarse en una entrevista de trabajo? ¿Las ansias, el terror, los nervios? ¿para qué? ¿para enfrentarse con un empleador que no quería darles ni una oportunidad? No sé si sea la cercanía, mi tono apasionado o mi coraje, pero Adrián parece algo culpable. Hagamos crecer la culpa. —Estoy despierta desde las 3 de la mañana, viaje dos horas desde mi casa para esta entrevista, me sometieron a un examen sorpresa, duré más de tres esperando los resultados, y no tengo para pagar un taxi de vuelta. ¿No me vas a contratar? O- —¡Te daré un contrato de tres meses de prueba! — me dice alzando la voz obstinadamente y a mí haciéndome festejar en mis adentros. —No te arrepentirás, te lo juro. Yo… yo … — se lo digo con el sello maestro de una estafadora, los ojos colmados de lágrimas. —Solo vete antes de que el metro cierre — me despacha con prisas dándome la espalda para recoger una carpeta de su escritorio y entregármela — es un resumen de lo que necesito para estos días. Aferro la carpeta entre mis brazos y le agradezco, muchas, muchas veces mientras me voy de allí. Al entrar en el ascensor y las puertas cerrarse, limpio mi rostro mojado y una sonrisa maligna invade mi rostro. Había obtenido el trabajo.
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