Tengo que admitir que pase una buena tarde gracias a mi peor enemigo, irónico, algo repulsivo, pero era la cruda verdad. Como me dio libre el resto de la tarde, me regaló zapatos que me quedaron perfectos y me habían pagado la semana de trabajo por ser quincena, me fui de compras reconfortantes al supermercado. Compre algunos de los favoritos de Jaz y míos, como Nuggets de pollo, papas fritas y helado de chocolate. También su champú favorito, el de olor a coco, porque era una amante del coco. Llegué a casa feliz y para mejorar mi ánimo, mi hermana por igual se veía tan animada. Parecía que la terapia fue mejor de lo que esperábamos todas, y parecía que Dalia le había hecho creer el cuento de que estas estarían siendo pagadas por la empresa con trabajo honrado. Dormí como una bebé, y a