Si mover a alguien paralitico es difícil por más delgado que este sea, sin su colaboración es absurdamente complicado. A eso fue lo que mi hermana me sometió hoy después de una noche en la que sé me penetro con sus ojos marrones molestos. Creo que ni cuando tuvo que usar pañales en los primeros días del accidente me costó tanto subirla a su silla de ruedas o bañarla. Su molestia era provocada por sus suposiciones, muy acertadas, del dinero que traje anoche. Pero si ella estaba molesta conmigo en su silencio eterno, yo estaba igual de molesta que ella en mi silencio igual de eterno. Cuando la señora Dalia llegó temprano para acompañarnos a la consulta médica, se encontró con un ambiente extraño. Jaz estaba con un suéter a medio poner, porque no me lo dejó ponérselo bien, y yo estaba con l