CAPÍTULO VI
El Príncipe sostuvo a Sacia entre sus brazos.
Entonces la hizo girar para quedar él de espaldas a la calle y Cella contra la puerta. Cuando la sintió temblar, los labios de él cayeron sobre los de ella y la mantuvo cautiva.
La besó de manera demandante, posesiva y apasionada, como si nunca fuera a dejarla ir. Por un momento la sorpresa dejó inmóvil a Sacia. Todo su cuerpo parecía derretirse sobre el de él. Sentía como si los besos del Príncipe la hubieran llevado hasta el cielo.
El Príncipe no supo por cuánto tiempo la besó. Sólo sabía que algo dentro de él se había roto y que-ya no podría vivir sin ella. Sabía que ahora ella era suya y que ya nada debía separarlos.
Por fin, después de lo que pareció una eternidad, el Príncipe levantó la cabeza.
—Mi amor, mi preciosa— dij
