CAPÍTULO V
Una hora más tarde, los gritos se acercaron.
Eso despertó primero al Príncipe.
Entonces se dio cuenta de que aquellos rufianes habían bajado por la escalera que llevaba a los camarotes. Aún más, pudo escuchar que derribaban las puertas.
Sacia despertó y los dos escucharon a los jóvenes que gritaban:
—Queremos mujeres.
—Mujeres para bailar.
—Mujeres con quienes jugar.
—¿Dónde están las mujeres?
Las voces retumbaban.
Se escuchó el ruido de otra puerta derribada y el grito de una mujer.
El Príncipe se puso de pie.
—Acuéstese en la cama— le ordenó a Sacia—, y cúbrase por completo.
Sacia obedeció de inmediato.
Ahora sentía mucho miedo. Pero estaba segura de que el Príncipe la protegería.
Él estaba de pie, escuchando que los ruidos se acercaban cada vez más. Cuando los
