El Príncipe pensó que aquello era verdad. Eso mismo era lo que él buscaba. No deseaba ser amado por ser el monarca de un reino. Quería ser amado como hombre. Eso era lo que buscaba cuando escapó. Entonces sintió miedo de sus propios pensamientos y se apartó de la claraboya. —Voy a ver qué están haciendo— explicó—, mientras tanto permanezca aquí y no hable con nuclee. —Si usted se va no tendré con quién hablar— respondió Sacia. El Príncipe fingió no escucharla. Salió del camarote y cerró la puerta. Cuando subió por la escalera escuchó que los recién llegados se gritaban unos a otros. Reían de una manera que le indicó que ya estaban completamente borrachos. El Príncipe permaneció en cubierta por un breve lapso. Los hombres que gritaban desaforadamente lo dejaron solo. Entonces se d