CAPÍTULO IV El Príncipe y Sacia abandonaron el Castillo antes de que el Duque bajara a desayunar. Fueron a las caballerizas y pidieron que les ensillaran los caballos. Después de darle una propina a los mozos, cruzaron caminando el puente levadizo y atravesaron el bosque. Cuando salieron al campo abierto por el cual llegaron al Castillo la noche anterior, el Príncipe ayudó a Sacia a montar y después lo hizo él. —Eso fue muy emocionante— comentó ella—, nunca pensé que encontraríamos ese enorme Castillo. —Sin lugar a dudas fue muy interesante— estuvo de acuerdo-el Príncipe—, las pinturas son admirables. —Yo también las disfruté mucho— explicó Sacia— y como usted se mostró tan interesado en ellas, es obvio que posee algunas propias. —Sí, tengo algunas. El supuso que la joven deseaba