CAPÍTULO VII
—¡Ha sido maravilloso! — exclamó Sacia—, pero creo que hoy fue el mejor día de todos.
El Príncipe pensaba lo mismo.
Había llevado a su esposa a todos los lugares de Grecia relacionados de alguna manera con Afrodita. Todo el tiempo sentía que estaba dentro de una atmósfera vibrante que venía directamente de la diosa.
Como amaba a Sacia con todo el corazón y ella lo amaba a él, sentía que cuando hacían el amor era algo divino, como si estuvieran en el Olimpo.
El Príncipe sabía que aquel era el amor que siempre buscó y que hasta entonces nunca encontró.
Pero ahora lo tenía como por un milagro. Sabía que nada podía ser más maravilloso que el amor que Sacia le daba y que él le daba a ella.
A los dos les resultaba imposible hablar o pensar en otra cosa que no fuera en el amor
