Vaya, esa historia era nueva. —Nunca me lo habías dicho. —No se lo cuento a mucha gente, pero tú me recuerdas a él —Su voz se hizo más cariñosa—. Desde chico andabas inventando juegos, haciendo planes, moviéndote de un lado a otro. No eras tranquilo como tu hermano, eras más despierto, más temerario. No sé cuántas veces puse el grito en el cielo porque llegaste lleno de moretones después de haberte caído en una de tus aventuras, pero ni siquiera el dolor te detenía, al cabo de un rato ya partías a jugar feliz otra vez. Así mismo era tu abuelo, persistente e incansable. “El entusiasmo mueve montañas” solía decir. Tú tienes su misma energía, su mismo buen corazón y afortunadamente mejor cabeza. Miré a mi abuela emocionado. No me atreví a decir nada por miedo a que me vacilara la voz, pero