Aysel Francesca vivía en la punta del cerro. Literalmente. Su casa, o mejor dicho su mansión, estaba en el sector de La Reina, en los faldeos de las montañas que rodean Santiago. De pie frente al portón, me sequé las manos en el vestido después de pulsar el timbre. —Tranquila —me dio ánimos Benjamin, tomándome la mano—. Todo estará bien. Fue la propia Francesca quien nos abrió. Sus ojos se agrandaron al fijarse en mí. —¡Amiga, te ves estupenda! —Me abrazó. Le devolví el cumplido mientras ella nos hacía pasar, mirando con disimulo a mi acompañante. —Soy Benjamin, el novio de Aysel —Se presentó él con una adorable sonrisa. Me encantó que él tomara la decisión por mí. Lo miré tratando de transmitirle en silencio mi gratitud. Benjamin me guiñó el ojo de manera cómplice mientras seguíamo