El viento mecía las copas de los árboles con tal gracia que el espectáculo parecía una danza bien ensayada de alguna pieza de ballet, el sonido de un piano rebotaba en los ecos del silencio de aquella enorme mansión bella y solitaria, ángeles esculpidos adornaban los elegantes jardines y las sombras angelicales que la luna proyectaba en el césped recién cortado parecían danzar al compas del nocturno 9 de Chopin, dedos gráciles se movían elegantes sobre las teclas del finísimo piano casi acariciando los más nobles sentidos si es que alguien estaba escuchando, la sensibilidad que aquella melodía le transmitía al joven de rubios cabellos platinos lo hacían derramar una sola lagrima en nombre de aquellos vividos recuerdos de infancia donde manos femeninas tocaban el delicado instrumento con la