Sin mas opción
El viento sopla deliciosamente esta noche, las penumbras inundan las calles, cada rincón, cada recoveco esta plagado de las frías tinieblas de la madrugada, el silencio me envuelve, aun cuando se que mas abajo debe haber un tumulto tremendo, justo ahora me gustaría ver las siluetas que dibujan los autos con sus luces mientras recorren la oscuridad, pienso incluso en esos insectos que chocan intencionadamente contra la luz en los faroles, esos dientes castañeantes sin embargo, a momentos cortan el silencio, su indecisión se delata por los suspiros entrecortados mientas esa arma apunta hacia mí en el viejo tejado donde me encuentro…siempre me gustaron los rascacielos, recuerdo observarlos fascinada cuando recorría las calles junto a mi madre, creía que si subía hasta la cima de uno de ellos sin duda alguna podría tocar las nubes…bien, ahora mismo hay tantas de ellas que bloquean el paso de la luz de la luna y definitivamente no puedo tocarlas, entonces lo escucho, aquel sonido atronador que revienta mis tímpanos sin piedad, se ha decidido al fin, aquella arma se ha disparado rompiendo por completo el abrumador silencio de esta noche…la oscuridad me envuelve.
El tumulto de las multitudes ruidosas inundaba cada espacio público, hombres y mujeres iban de prisa hacia sus trabajos, escuelas, o el sin fin de actividades diarias que siempre hay por hacer, nadie tiene tiempo para ver la silueta femenina que por segunda ocasión en la semana se desliza casi imperceptible a los ojos indiferentes, después de todo, nadie voltea su vista hacia aquellos menos afortunados, Helena Morgan era una de tantos en una ciudad enorme, se había criado en ese barrio marginado donde cada quien vivía metido en sus propios problemas, donde nadie se metía en los asuntos de otros.
Aquella vieja y destartalada carnicería era un blanco fácil para un robo fácil, hacia meses que se infiltraba en ella con una habilidad prodigiosa, era como un ratoncito, silenciosa, imperceptible, su cabello rojizo se lo había sujetado en una cola alta que dejaba sus pecas mas a la vista, sus ojos verdes escudriñaban con suma atención cada movimiento dentro del viejo local esperando el momento mas oportuno para escurrirse dentro y tomar la tan preciada carne que se guardaba en los congeladores, seria estofado o un filete? No había decidido aún que prepararía para comer esa noche junto a su hermano, pero se aseguraría de que fuese algo delicioso, solo tenia 17 años, era esa edad en la que chicas como ella dedicaban sus tardes a quejarse de la tarea que les dejaba el colegio o a platicar hasta dejar su boca seca con otras chicas sobre el candente capitán de futbol americano, así debía ser, sin embargo, no era así para ella, sus tardes eran todas idénticas a la de ese día, espiar al robusto y malhumorado carnicero para colarse y robar, no se quejaba, no tenía sentido hacerlo.
Finalmente había encontrado su oportunidad, el viejo Tom había bajado la cortina, era momento de brincar hasta el techo y entrar por el ducto de aire, sabia bien que el carnicero se metería en la parte trasera a contar el dinero del día y entonces era su turno, tan ágil como una liebre brinco hasta alcanzar su objetivo y de nuevo se coló hacia el interior ya saboreando lo que cenarían para esa noche y los días siguientes, todo era silencio, solo el sonido exasperante de los congeladores hacia eco en la oscuridad que inundaba el pequeño cuartito, no había nadie, ni siquiera escuchaba el ruido que solían hacer las pesadas pisadas del viejo Tom, se habría marchado tan pronto? ¿Ese día habría decidido no contar las preciadas ganancias? No era su asunto después de todo, la vieja caja fuerte siempre estaba allí, podía contar al día siguiente si le pegaba la gana, después de todo ella no tomaba dinero que no era suyo, aunque la comida…era otro asunto, más indispensable.
Se dejo caer desde el ducto hasta el suelo, las medias luces de los congeladores estaban como siempre, la carne también, pero en efecto, no había nadie, estaba completamente vacío.
- En donde te has metido viejo Tom? ¿Esta vez no me vas a perseguir para evitar que robe la carne? - pregunto Helena en tono divertido y con intención de ser escuchada.
Aquello se había convertido en una especie de juego, por supuesto que Tom ya sabia que ella se infiltraba a robar, pero curiosamente nunca se lo impedía completamente, la perseguía y solía llamarla “pequeña rata pelirroja” pero jamás la había denunciado, ni siquiera ponía algún tipo de cancel sobre los ductos que solía usar para colarse dentro, no entendía el porque del proceder del viejo carnicero, pero tampoco lo cuestionaba, su situación no le daba el lujo de preguntarse el porqué, solo seguía el extraño juego y tomaba lo necesario para ella y su hermano, no quería preguntar ni tampoco cuestionar su suerte.
- Hey viejo, esta vez me llevare una buena tanda de filetes y verduras - dijo en voz alta, pero de nuevo no hubo respuesta.
Era un hecho, por primera vez en meses no había nadie, se saco la vieja mochila y la puso sobre el suelo, comenzó a tomar frutas, verduras, sopas y todo cuanto creyó necesario, entonces lo pensó, estaba sola, sabia que los mejores cortes se guardaban en los congeladores traseros, se aproximaba el cumpleaños de su hermano y quizás un buen corte lo pondría de mejor humor, caminando decidida hacia la parte trasera del recinto, pudo apreciar la caja fuerte, estaba abierta, porque en los nueve infiernos Tom no la había cerrado? Se acerco hasta ella y con sumo cuidado la cerro, mirando hacia las cámaras saco la lengua y camino hasta donde estaba segura, se encontraba reservada la mejor carne, la puerta del congelador era mas grande y se veía oxidada, abriéndola se introdujo dentro de que creía, seria un pequeño espacio, grande fue su sorpresa al darse cuenta de que solo habían escaleras allí que conducían a lo que parecía ser un sótano.
- Que extraño, pero imagino que los congeladores deben estar abajo - se dijo así misma y comenzó a descender por aquellas escaleras.
El sonido de voces que parecían hablar una a la vez comenzó a llegar hasta ella, no estaba sola, había mas gente abajo, con sumo silencio termino de bajar para esconderse finalmente tras un par de viejos estantes, no la habían escuchado, de eso no cabía duda, eran al menos 15 personas las que se encontraban allí, bastante mayores, podría adivinar que todos ellos rebasaban los 50 años, quizás más, todos lucían ropas que se notaban pulcras y elegantes, era imposible que aquellos extraños fuesen carniceros, el viejo Tom tampoco podía verse por ningún sitio, que diablos era aquello? ¿Porqué de todos los posibles escenarios un montón de dandis se encontrarían en una carnicería en un viejo barrio pobre y problemático en la parte más remota de la ciudad? Aquello no podía ser bueno, ¿mafias? ¿Drogas? Todos parecían molestos y mortificados, sea lo que fuese que estuviera pasando allí Helena no quería saber ni tener nada que ver, ese asunto cualquiera que fuese era mas que obvio que resultaría en algo peligroso, dando un paso hacia atrás sus nervios la traicionaron, esa vieja lata que hizo el estrepitoso ruido que la delato la había dejado al descubierto ante la mirada felina y amenazante de todos aquellos hombres, sus instintos le advirtieron del peligro y trato de huir, sin embargo, aquellos robustos guardaespaldas se lo habían impedido.
- Que tenemos aquí, una pequeña rata se ha colado - dijo un hombre de apariencia intimidante, su piel morena y mal acento delataban que no era de por allí.
- Un lindo pajarito petirrojo, que haremos con ella? – preguntaba otro hombre de acento curioso, sus ojos azules la miraban con burla.
¿Era su fin, aun cuando no había escuchado mucho de su conversación obviamente secreta, sabía que no la dejarían marchar, no con vida…como seria? ¿Terminaría en el fondo del rio? ¿Atada y colgando de cabeza en un puente? ¿O solo un tiro rápido en medio de sus cejas? De todas las múltiples opciones sobre el cómo terminaría su vida prefería la última, un tiro certero y una muerte rápida.
- Dime muchacha, que escuchaste? - cuestiono el hombre moreno de acento extranjero sin dejar de mirarla a los ojos.
- Aun cuando diga que no escuche nada igual no me dejaras marchar, así que, hazlo rápido - respondió Helena sin dejar de mirar a los ojos de miel del hombre moreno.
Risas inundaron la lúgubre habitación, sin embargo, Helena no las escuchaba, ¿solo pensaba en lo mucho que deseaba ver por última vez a su hermano…que sería de él? Ella estaba muerta y Mason solo en el mundo…sin poder valerse por sí mismo.
- ¿Tienes carácter pequeña, pero porque supones que será rápido? – dijo una mujer de ojos rasgados y rasgos asiáticos que la miraba con evidente molestia.
- Todos silencio, nadie le hará nada - interrumpió los murmullos el hombre de piel morena.
- Que tonterías estas diciendo, esa mocosa pudo haber escuchado nuestra conversación, debemos eliminarla - dijo un hombre moreno de rasgos latinos.
- Conoces a la niña? – finalmente preguntaba una mujer rubia de mirada feroz.
Helena los miraba a todos sin comprender nada, ¿quiénes eran todas esas personas? ¿Porque no la liquidaban de una vez?
- Así es, la conozco - respondió el hombre moreno que parecía no querer matarla…aun.
- Disculpe, pero no lo conozco – dijo Helena comprendiendo menos aun la situación.
- No me digas viejo, no sabía que te gustaban tan jóvenes, sabia que no podías ser tan recto como aparentas ser, no hay como la carne tierna - dijo entre burlas el hombre latino.
Helena sintió que un escalofrió la recorría, un sinfín de escenarios peores que la muerte comenzaba a dibujarse en su mente, si le esperaba un destino tan atroz prefería morir.
De un salto y una ágil patada logro zafarse del agarre de aquel robusto guardaespaldas y con la rapidez de una liebre tomo la pistola que colgaba de los pantalones del mismo apuntando el arma sobre ella misma, lo sabía, era imposible que aun con su agilidad saliera de esto, y si seria utilizada de maneras abominables su mejor opción era morir.
Todos los presentes en aquel lugar se quedaron anonadados al ver aquel acto que no sabían si juzgar como valiente o desesperado, solo una cosa era una verdad para admitirse, la jovencita de cabellos rojizos y de cuyos ojos verdes corrían lagrimas tenia valor, estaba lista para morir.
- No sé quiénes son todos ustedes ni me importa saberlo, pero prefiero morir antes que ser usada por cualquiera - dijo la chica decidiendo en ese momento disparar.
Nada paso…no hubo disparo, Helena sintió que sus piernas fallaban, ¿así terminaría su vida? ¿Usada para la diversión del hombre moreno que no la quería muerta por oscuros propósitos? Aquel hombre camino hasta ella y le quito el arma de las manos, gruesas lagrimas resbalaban de sus ojos mojando sus pecosas mejillas, tan solo habría querido ver a su hermano una vez más.
- Si quieres disparar debes quitar el seguro primero – dijo el hombre moreno quitando el seguro y devolviéndole el arma.
- Porque me das esto? ¿Porque me explicas? – cuestiono la pelirroja sin entender.
- Estas decidida a morir aun cuando no se ha decidido lo que haremos contigo – respondió el hombre moreno.
¿Qué estaba pasando? ¿Aquello era una pesadilla? ¿Aún estaba durmiendo? Mirando el arma de nuevo en sus manos volvió a colocarla en su garganta, si disparaba sería el fin, la sonrisa de su hermano menor se dibujo una vez mas en medio de sus turbulentos pensamientos, cerro sus ojos, seria mucho mejor para Mason aceptar que murió por un disparo a condenarlo a una vida sin saber cual fue su destino final, su dedo estaba sobre el gatillo, estaba decidida, dispararía.
- Eres la pequeña rata pelirroja que roba constantemente carne de aquí, debo admitir que tu habilidad para entrar y escapar es asombrosa, aun así, cuando nos visitas no haces más que robar carne y víveres, no has hecho por tomar dinero ni una sola vez, no tomas más de lo necesario para unos días, dime pequeña, ¿porque lo haces? ¿No sería mucho más fácil tomar el dinero? – cuestiono el hombre de piel morena.
Helena se sorprendió de lo dicho por aquel hombre intimidante, ¿él sabía de sus constantes hurtos? ¿Porque quería saber el porqué de sus acciones?
- Porque quiere saber? No tomo dinero que no me gane, la comida es vital, por eso la robo, no es pecado tomar comida para saciar el hambre y si quiere una disculpa por robar su carne entonces me disculpo, pero no me arrepiento de haberlo hecho – respondió la joven pelirroja.
Una sonrisa se dibujo en los labios del hombre moreno.
- Esta decidido, tomare a esta pequeña rata pelirroja bajo mi cuidado, no se encuentran jóvenes con esta determinación todos los días, será una buena adquisición a mis filas, su habilidad de liebre me será de mucha utilidad – dijo el hombre moreno con determinación.
- No estoy de acuerdo, no sabemos si saliendo de aquí no correrá a informar sobre nosotros, no tenemos garantía de que la mocosa permanecerá con la boca cerrada, por eso es mejor cerrársela para siempre – dijo el latino apuntando su arma sobre la chica.
El hombre moreno se poso protectoramente frente a la joven pelirroja que miraba con miedo a todos a su alrededor.
- He dicho que la tomo a mi cuidado, no le dispararas a un m*****o de mi familia, si quieres una garantía te la daré – dijo el hombre moreno para después marcar un numero en su celular.
- Un momento, yo no he aceptado ser parte de su familia, no me voy a convertir en una diversión para su uso personal – dijo la jovencita con voz quebrada.
- Ya dijo que no le interesa ser tu protegida, dejen que se mate y terminemos con esto de una buena vez, no tengo tiempo para estas tonterías – dijo molesta la mujer rubia.
- Estoy en la casa de la niña Morgan como me ordeno mi señor, el niño invalido parece estarla esperando, estoy apuntando a su cabeza, espero su orden –
El altavoz sonó con una voz conocida para Helena, era el viejo Tom el que estaba hablando.
- No, por favor, no le hagan daño, hare lo que sea – dijo la pelirroja derrotada y dejándose caer sobre el suelo.
El hombre moreno la miro con complacencia.
- Regresa, no dispares al chico, la pequeña rata a aceptado nuestra amable invitación – dijo entre risas el imponente moreno.
- En que momento mando a Tom a ver a mi hermano? ¿Como es que sabe sobre él? – cuestiono la chica con rabia en su voz.
- No creías que no mandaría investigar a la joven liebre pelirroja que se mete a robar mi mercancía o sí? Desde la primera vez que entraste aquí te he observado, tienes potencial para servirme, Helena Morgan que roba para alimentar a su pequeño hermano Mason, huérfanos, viviendo en aquel viejo departamento abandonado por el que estoy seguro se cuela el frio por sus ventanas rotas, tu pequeño hermanito no puede caminar, pasa sus días hacinado sobre el viejo colchón que da a la ventana, a veces tus amables vecinos se apiadan de el y le dejan algo para comer, pero nunca es suficiente la mediocre piedad que se les tiene, por eso vienes a mi carnicería a hurtar para alimentarse, no tienes estudios, solo terminaste tu educación secundaria, por tu joven edad no te dan trabajo, lo se todo de ti pequeña y tienes dos opciones, dispara esa arma que tienes en tus manos y acaba con tu miserable vida dejando al joven Mason solo para pudrirse en ese viejo colchón, o trabaja para mí, te someteré a un entrenamiento adecuado para desarrollar el potencial que tienes y al mismo tiempo trabajaras aquí mismo para cubrir todo lo que me has robado además de tener un salario que te ayude a salir del agujero donde te encuentras…o no decidas ninguna de mis anteriores ofertas y en lugar de haber una bala en medio de tus cejas estará una alojada en medio de las de tu pequeño hermano, no olvides que se donde encontrarlos y que no tienes medios para escapar de mí, toma tu decisión ahora – Dijo el hombre moreno con determinación.
Helena no dudo en su respuesta, si tenia que trabajar para el mismo demonio para con ello mantener a salvo a su pequeño hermano lo haría sin dudar.
- Acepto, seré su diversión o lo que quieras que sea, pero no lastimara a mi hermano – respondió la chica decidida.
- Entonces está hecho – respondió el hombre moreno.
- Bien, entonces sigamos en lo que, si nos concierne, despide a tu pequeña rata pelirroja y terminemos con esto – dijo de nuevo impaciente la mujer rubia.
- Fue un gusto concerté pequeño petirrojo – se despedía el hombre de ojos azules y modales femeninos.
- Cuando empezare a complacerlo? – pregunto nerviosa la joven Helena.
La risa del hombre moreno resonó en el lugar.
- Oh no pequeña rata, tu no me harás ningún servicio como los que estas imaginando, yo no soy capaz de manchar a una niña tan joven, puedo jurarte que este Manoel Da Silva no se involucra jamás con niñas jóvenes e inocentes, tienes mi palabra como tu líder, eres bienvenida a nuestra familia – dijo el hombre moreno logrando calmar a la chica.
Las calles estaban oscuras, la noche ya cubría con su manto cada rincón y recoveco en aquellas ya desoladas calles, a través del cristal del lujoso auto que la dejaba en el viejo apartamento donde vivía podía ver lo mismo que sus ojos verdes miraban con tristeza siempre desde hacía varios años, delincuencia, vagabundos buscando en los botes de basura algo para llenar el hueco en sus estómagos, miro la enorme despensa que su nuevo “líder” le había dado como p**o adelantado por ser m*****o nuevo de sabrá dios que organización que se dedicaba a algo aun desconocido para ella, en su mochila había dinero, y solo recogerían a su hermano del triste lugar donde dormían y al que consideraban su hogar, vivirían ahora en otro lugar también desconocido para ella…no sabía si había sido afortunada o desafortunada, no tenia idea de lo que pasaría con ella desde ese momento en adelante, pero el rostro con lagrimas de su hermano la hizo olvidarse por completo de todo aquello.
- Dónde estabas? ¿Porque tardaste tanto? Pensé que algo malo te había ocurrido – Mason se abrazaba fuertemente a la cintura de la pelirroja, quien solo intento secar las lagrimas que caían desde los hinchados ojos verdes de su pequeño hermano.
- Es hora de irnos Mason – respondió con voz entrecortada la joven.
- Irnos? ¿A dónde nos iremos? – cuestiono el pequeño que no rebasaba los 11 años.
- A un nuevo hogar, he conseguido un nuevo empleo en la carnicería del viejo Tom, el ha sabido de nuestra situación y nos ha prestado un mejor lugar, ahí estaremos mejor – respondió Helena sintiendo un nudo que lastimaba su garganta, no quería mentir, pero debía hacerlo.
- En verdad? ¡Eso es genial! Finalmente lograste obtener un empleo y ahora tendremos una mejor casa – respondió emocionado el pequeño.
- Si, todo ira mejor ahora…no volverá a faltarte que comer y no habrá mas frio por las noches – dijo la pelirroja con su mirada perdida en la nada.
Sin mas opción, así se sentía Helena, aunque sabía que se había metido en la cueva de los lobos, no daría un paso atrás para proteger a su hermano.
Caminos inesperados se presentaban frente a la jovencita pelirroja, mientras el hombre moreno de ojos de miel miraba aquella grabación de la rata pelirroja que cerraba su caja fuerte.