El comienzo de un nuevo día se anunciaba con la llegada de los primeros rayos de luz solar que débilmente se colaban entre las cortinas de la habitación, el viento fresco mecía con delicadeza las nubes grises en lo alto del cielo, las hojas secas de los arboles caían de las copas al compás de la melodía silbante de la brisa matutina. Helena aún se encontraba durmiendo, suspiros largos y algunos entrecortados delataban la tranquilidad agradable que acompañaban sus horas de descanso, en medio de sus ensoñaciones aun podía ver al protagonista de sus idílicos sueños, los ojos de zafiro que de apoco comenzaban a invadir sus letargos la acompañaban casi cada noche cuando rendida por el cansancio se dejaba abrazar por los fuertes brazos de Morfeo para sumergirse en un mundo de sueños donde ya la