Sinda es igual a la princesa patética de mis sueños, todo el tiempo disculpándose, agachando la cabeza y sonriendo por cada pequeña acción como barrer, limpiar el techo o cocinar, sí no fuera porque sueño con la princesa desde hace dieciocho años, diría que mis sueños usaron a Sinda como modelo. Hoy es un buen día, no me duele el hombro, creo que podría volar, princesa patética, ¿a dónde quieres…?, oh, cierto, Sinda no puede quedarse solo. Siento que adopté un hijo – oye, ¡ven aquí! – Sí, divinidad. – Daremos un paseo. A cien metros un diablo con poca suerte siente el llamado y vuelva en mi dirección para entregarme sus alas, cargo a Sinda, Viola tendrá que quedarse, mi condición no es tan buena y no quiero correr riesgos, es mejor si vamos nosotros dos. El cielo es rojo, no entiendo