- ¿Comprometernos? ¿Es que acaso se volvieron locos? – exclamé levantando mucho mi tono de voz.
-Hija, tranquilízate por favor.
- ¿Y cuándo pensaban comentármelo? ¿Cuándo estuviera camino al altar con un perfecto desconocido o cuándo?
Creo que nunca me había sentido tan enojada en la vida como en este instante.
Lo que creí que era una cena familiar tranquila y divertida se convirtió en una pesadilla de un segundo a otro.
Mis padres y el señor Carulla se quedaron callados sin saber que decir.
Así que simplemente tomé mis cosas y me retiré de ese restaurante.
Iba caminando rumbo al estacionamiento cuando me alcanzó Rodrigo.
-Oye, ¿podemos hablar?
- ¿Qué quieres? – dije de muy mala gana.
-Oye, no tienes que hablarme de esa forma. Yo no te he hecho nada para que me pongas esa cara tan fea.
-Iba a disculparme contigo por hablarte de mala forma, pero ya que me acabas de insultar creo que estamos a mano – dije mientras cruzaba los brazos.
-En fin, ¿de qué quieres hablarme?
-Aparentemente tú tampoco estás muy de acuerdo que digamos con esto de comprometernos.
-Por supuesto que no, no tenía ni la menor idea de que planeaban hacerme o decirme algo así. Ni siquiera había escuchado tu nombre en toda mi vida, y ahora de buenas a primeras me dicen que serás mi esposo. Ni hablar. No lo haré.
-No tienes ni idea de lo aliviado que me siento al escucharte decir eso. También tiene poco que mi papá me dijo que estaba planeando junto a tus padres un compromiso contigo.
- ¿Es en serio? ¿Pero a qué diablos están jugando nuestros padres?
-No sé, pero creo que podremos unirnos para cambiar esto, ¿te parece?
- ¿Unirnos? ¿Te refieres a hacer planes para arruinarles sus propósitos como si estuviéramos conspirando en la primaria? – dije un poco escéptica.
-Reitero, no tienes porqué hablarme de esa forma.
-Lo siento, es sólo que sonó ridículo como lo planteaste. Simplemente podemos decirles que no y ya. Ya somos adultos por si no te has dado cuenta. No pueden obligarnos.
-No digas tonterías, claro que pueden.
- ¿En serio crees que nos casarían sin nuestro consentimiento?
- ¿Entonces no lo sabes? Todo lo que hay detrás de este compromiso.
- ¿No sé qué? Te acabo de decir que tiene 10 minutos que me acabo de enterar.
-Bien, entonces te conviene venir conmigo. Vamos a tomar un café o algo para que te cuente un poco mejor de que va todo esto.
Dudé un poco, después de todo tenía solo unos momentos de haberlo conocido, pero definitivamente me dejó con una curiosidad enorme sobre que es lo que pasaba.
-Bien, vamos a un café cercano que me gusta mucho.
- ¿Traes auto?
-Si, si quieres sígueme y yo te llevo. A menos que no traigas tu coche.
-No, vine con mi padre. Tendrás que darme un aventón.
-Ya que – dije suspirando – mi coche está por aquí.
Caminamos unos metros más y desactive la alarma de mi vehículo.
Entramos y enseguida nos pusimos el cinturón de seguridad.
El pobre era tan alto que iba con las piernas encogidas para que pudiera caber en el asiento delantero.
Al notar eso empecé a reír disimuladamente.
-Puedes hacerlo para atrás, ¿sabes?
- ¿Qué?
-El asiento, puedes hacerlo para atrás para que quepas sin ningún problema.
-Ah, gracias.
Dicho esto, lo movió un poco y estiro las piernas más cómodo.
-En fin, me vas a contar todo lo que sabes.
-Claro, no es tan fácil como crees. Además, te puedo asegurar que no es mi intención casarme con alguien como tú.
- ¿Alguien como yo? Qué demonios intentas decir.
-No te ofendas, es sólo que la idea de estar con una desconocida me da escalofríos.
-Parece que ya has hecho un juicio sobre mi persona en quince minutos.
El se sobó el puente de la nariz con frustración.
-No he hecho nada de eso, simplemente no me gustas.
-Ah que tierno, gracias por decirlo de una forma tan delicada.
- ¿Acaso te importa la opinión que tengo sobre ti?
-Claro que no, pero no es bonito saber que no te consideran atractiva.
-Como sea, si no me lo pareces no puedo hacer nada por ello.
-Ay mejor ya cállate, ya estamos por llegar.
Este tipo en realidad era un idiota sin el menor tacto.
Estacioné mi auto y bajamos para adentrarnos en mi cafetería favorita.
Era pequeña y muy discreta, pero el aroma a café era lo más importante. Inundaba todo el lugar dándole un ambiente cálido y hogareño.
Yo tenía un asiento favorito, que constaba de un sillón mullido con una pequeña mesita, pero ya que esta vez vine acompañada no me quedó de otra que sentarme en una mesa para dos.
El pidió un café n***o y yo un latte. Ambos sin azúcar.
-Muy bien, ahora si me puedes contar.
-Prepárate para lo que te voy a decir, no sólo quieren unir las familias con este matrimonio, lo que quieren hacer es fusionar las empresas.
- ¡¿Qué?!
-Como lo oyes, nuestras empresas familiares dejarán de existir como las conocemos para volverlas una sola.
Esto debía ser una broma, una de muy mal gusto. De un momento a otro sentí que me mareaba de la conmoción.