Regresé un poco más calmada a la mesa donde los dos hombres recién llegados ya se encontraban sentados.
Curiosamente el tal Rodrigo se encontraba frente mío.
Suspiré un poco frustrada y tomé asiento.
Toda la velada fue por demás incómoda, mis padres hablaban con el Carulla mayor muy animados, de verdad parecía que eran amigos desde hace mucho tiempo, por lo cual lo único que pensaba era en por qué razón nos obligaron a venir a los hijos si no nos iban a prestar atención.
Yo fácilmente podía estar en mi casa descansando, pero no. Tenía que estar en esa cena aburrida con un tipo odioso viéndome con cara de pocos amigos.
A lo que, por cierto, ¿qué demonios le pasaba? Rodrigo Carulla de vez en cuando posicionaba su vista en mí, hacía muecas y luego volteaba fingiendo escuchar la conversación de nuestros padres como si estuviera muy atento a lo que decían, pero claramente se veía igual de disperso que yo.
Iba contando mentalmente los minutos que había pasado en ese restaurante pensando en ideas que me dieran el pretexto perfecto para poder largarme de ese lugar. Justo cuando llegué a mi límite de tolerancia y decidí inventar una excusa para poderme retirar a mi hogar, un comentario del señor Carulla me llamó poderosamente la atención.
-En fin, estoy realmente contento de que nuestros hijos por fin se conozcan. Creo que es lo más importante para nuestras empresas.
-Así es, estamos muy contentos con este nuevo paso – dijo mi papá tomando la mano de mi madre.
Me sentí tan confundida que no pude decir palabra.
En cambio, Rodrigo bufó resignado y muy discretamente.
-Bueno, parece que ya podemos empezar a hacer todo oficial a partir de hoy, ¿no?
-Disculpen, creo que no estoy entendiendo nada – dije por fin - ¿de qué paso hablan? ¿oficializar qué?
Mis papás se vieron incómodas, pero fue nuevamente el señor Carulla quien me respondió.
- ¿De qué va a ser querida? Obviamente de la fusión y del compromiso.
Su respuesta me dejó más dudas que respuestas, así que sólo volteé a ver a mis padres esperando encontrar las respuestas que no obtuve.
-Verás Roberto -dijo mi padre ignorándome y refiriéndose a su amigo – aún no hemos tenido la oportunidad de hablarlo con Emilia.
-Si, sólo queríamos que los muchachos se conocieran hoy – agregó mi madre.
Cada vez me iba enojando más.
Esa costumbre de hablar de mí como si no me encontrara presente me hacía estallar de la rabia.
- ¿Alguien tendría la bondad de explicarme de que demonios están hablando? – dije con el tono de voz un poco elevado. Sentía que no podría controlar mi genio si no me daban respuestas satisfactorias en poco tiempo.
-Oh por Dios, entonces de verdad no lo sabes – dijo Rodrigo dirigiéndose a mí. En ese momento me dí cuenta que era la primera vez que hablaba en toda la velada.
- ¿Saber qué? ¿tú estás al corriente de que están hablando?
-Claro que lo sé. Quieren comprometernos.