Capítulo 14

1580 Words
—¿Querías verme? —digo una vez que me dejan entrar, toda temblorosa por los nervios y una pesadez que crece en mi estómago por tener que hablar con él y estar en su presencia. Que me jodan, la verdad. Dios, pero nunca de esa manera. Aunque fuera guapo, que no lo es, es atroz en todos los demás aspectos. —Sí, quería hablar de tu actitud. ¿Cuál es tu maldito problema hoy, Holte? —responde secamente, manteniendo su tono bastante equilibrado. El Sr. Steele se sienta en su escritorio con las manos cruzadas en el regazo mientras su atención se centra en mí. Por primera vez, me gustaría que no fuera así. —Nada, señor... Sr. Steele. Me disculpo. —¿Y por qué te disculpas? —continúa, y se me hace un nudo en la garganta con las palabras o la falta de ellas. Sus cejas suben por la frente como si me desafiara. Como si dijera: «Sí, te estoy preguntando esto, y espero que respondas te guste o no». —Me disculpo por tener una actitud hoy, y por ser corto con usted. —¿Y? Le devuelvo la mirada, con los ojos entrecerrados por la confusión y por un montón de cosas más. La luz de la habitación se refleja en su reloj de pulsera, con los antebrazos al descubierto, ya que las mangas grises de su sencilla camisa abotonada se detienen en los codos. Un montón de tatuajes negros captan mi atención en lugar de intentar pensar una respuesta, o una para lo que está diciendo. ¿Por qué demonios me intrigan tanto? Mierda. —Y por no hacer tu mejor trabajo hoy. —Hoy he hecho lo que he podido —argumento, y de nuevo me doy cuenta demasiado tarde. Maldita mierda. Se inclina hacia delante con un movimiento de cabeza y un chasquido de lengua. Los anillos se le ponen en los dedos mientras deja las manos cruzadas sobre el escritorio. —Ahí está esa maldita actitud de nuevo. Me estoy cansando de ella, debo añadir. ¿Tienes algún problema conmigo, Holte? Porque noto que eres bastante amable y simpático con tus compañeros de trabajo aquí, y complaciente con las pocas necesidades del Sr. Jennings, y especialmente con un tal Asher Williams. —¡¿Qué, estás pasando tu tiempo libre espiándome?!— Exclamo, asombrada. Su nivel de enredadera acaba de ascender como cinco putos niveles a mis ojos. —No lo consideraría como espionaje, no. Eres mi asistente. Eres muy importante para mi trabajo y necesito saber cómo te desenvuelves en el trabajo y cómo tratas a tus compañeros. También necesito que mi ayudante se concentre en mi trabajo y no en hacer malditas charlas con cada persona que pasa —dice socarronamente, adoptando un extraño tono suave con su voz. Suena espeluznante y condescendiente viniendo de él. Esencialmente, hace su trabajo entonces. —No puedo hacer nada bien a sus ojos. ¿Puedo, Sr. Steele? —le respondo, con la derrota en mi voz. Ya no se inclina hacia delante, y se ha echado hacia atrás con la sorpresa pintando su cara. —¿Cómo te atreves a hablarme así? —Sólo estoy exponiendo una pregunta, señor —digo, dejando en la dirección al final sabiendo lo mucho que le molesta. j***r conmigo, y yo haré lo mismo. Ahora, su espalda golpea la silla y sus gruesos brazos se cruzan sobre el pecho mientras me mira, sin decir una palabra. Una línea entre sus cejas arrugadas se forma y su lengua sale para recorrer sus labios duros. —Sí, bueno, no me gusta, junto con ese tono que estás usando conmigo. —Responde a la pregunta —digo, intentando sonar más suave, pero estoy tan cabreada que es difícil. Un resoplido sale de sus labios y parece que le va a salir vapor por las orejas. Te entiendo, amigo—. Nunca he dicho que no puedas...— —Entonces, ¿qué querías decir esta mañana, entre comillas, con que “lo jodo todo” y “no puedo hacer bien mi trabajo”, ¿eh? O déjame adivinar, ¿eso fue “sólo porque…”? —No puedo creer la boca que tienes, y eres un maldito descarado. Debería haberte despedido en cuanto pusiste un pie aquí —dice, chasqueando la lengua varias veces. Trago saliva, tratando de ignorar la sensación de que los pelos se me erizan en la nuca y los latidos de mi corazón laten con fuerza en mis oídos. —No has respondido a mi pregunta. —Dios, ¿te oyes a ti mismo y a la forma en que me hablas, Holte? —retumba, con palabras exageradas que rebotan en las paredes con su voz alarmante. Parpadeo con fuerza, mordiéndome el labio mientras monto esta lucha. He aguantado mucha mierda en la última semana, pero ¿realmente quiero que me despidan? Nunca me había pasado antes, y no sé por qué estoy buscando el primero. —Sólo quería que respondiera a mis preguntas, señor. —Saca tu culo de aquí, no quiero otra maldita palabra tuya. Considérate jodidamente afortunado de que no te haya despedido ahora mismo. Pero, si tu actitud es la misma mañana cuando llegues aquí, estás acabado y lo digo en serio, Holte. Ahora, sal de mi puto despacho, no quiero ver tu cara ni un segundo más —escupe, su cabeza va de lado a lado con fervor, hasta el punto de que sus rizos hasta los hombros se mueven. —Con mucho gusto —murmuro, girando sobre mis talones hacia la puerta. —¡Y no vuelvas a olvidarte de mí maldito café, otra vez! —me llama, y me hace parar en seco. Eso es lo que realmente me afecta. Con un fuerte gemido, vuelvo a mi escritorio y saco mi teléfono del pequeño cajón. Código de acceso. Abre la aplicación. Pulse esto y luego esto. Pulsa esto. Pulse esto. Ajusta esto. Recorta esto. Teclea tipo de letra. Ding. Arranco el trozo de papel de la bandeja de la enorme impresora que me llega hasta las caderas y abro la puerta de golpe con un fuego que me quema por dentro. No hay tiempo para llamar a la puerta, ni para ningún motivo, así que abro la puerta de un empujón sin previo aviso. Por suerte, está al teléfono. Realmente me importa una mierda. La cara que pone cuando me ve entrar no tiene precio. —Disculpe, tendré que llamarle más tarde. Ha surgido algo. Sí, luego hablamos —dice el Sr. Steele en el teléfono inalámbrico n***o. Cae en la cuna con un clic, y se pone en pie de su altísimo metro ochenta. Oh, oh. Tal vez esto no era tan inteligente—. ¿Qué crees que estás haciendo Holte? ¿Venir aquí sin avisar y cuando te dije que te perdieras? —Si soy una cosa, o tal vez dos, es que soy muy trabajadora, Sr. Steele. Yo trabajo mi culo, disculpe mi lenguaje. Todo el día, pongo todo mi empeño. Llego aquí a tiempo, y por lo general temprano. Dedico tiempo en casa a trabajar en los correos electrónicos y a hacer cosas para usted, y a trabajar con los clientes y con 'su gente' —dice a trompicones y no sé a dónde voy con esto, pero espero que sea a algún sitio bueno—. Hago todo lo que quieres que haga y no me quejo, hasta hoy. Me llamaste mentiroso y me insultaste y lo mucho que trabajo, para ti. No me olvidé de tu maldito café, y aquí está el mismo maldito texto que me enviaste. Di que fingí, no me importa, pero no te mentí. Eso no es lo que soy, y he puesto sangre, sudor y lágrimas en este trabajo sólo por estar aquí una semana. Una maldita semana terrible, debo añadir, que has convertido en un infierno para mí, pero estoy haciendo lo mejor que puedo y esforzándome al máximo. No estoy pidiendo un agradecimiento ni nada por el estilo, pero no te he mentido. Por favor, que sepas eso. Por último, sepa que solicité este trabajo por voluntad propia y que sigo aquí, si es que eso cuenta. Mis manos caen a los lados y el papel revolotea en mis manos. De: «Mr. Steele». Leo en voz alta, levantando la vista para establecer contacto visual con él cada poca palabra, y maldita sea, parece incómodo. Bien. Me acerco y lo pongo sobre su escritorio. Encima de cartas, tarjetas y notas adhesivas garabateadas. Nerviosamente, mis labios se separan: «Siento haberme comportado como un imbécil contigo hoy, todavía estoy intentando acostumbrarme a todo esto. Sé que no es una excusa para mi comportamiento, y sé que hay muchas posibilidades de que me despidas ahora mismo... No soy un mentiroso, y lo pongo todo en mi trabajo. Debes gustarme un poco para seguir aquí, ¿eh? Tal vez, incluso te gusto un poco también». Resoplo y trato de no parecer un bicho raro en el incómodo silencio de su despacho, pero no ayuda que no haya dicho nada. Sus labios rosados no se mueven, aunque se mueven una o dos veces. De ellos no salen palabras en su voz cascajosa que no es tan mala cuando no se eleva. Sus manos se mueven ansiosamente a su manera, y oigo un resoplido. Entonces hay algo que nunca pensé que vería formarse en su cara. Una sonrisa.
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