—Mmh, ¿tienes algo bueno aquí, Holte? —
—Cuidado —replico, dándole un manotazo en el brazo cuando mete una mano en mi fiambrera—. Hoy no he comido todavía, así que no te metas.
—Oh, bueno, hay un puesto de comida junto a las pistas de tenis si quieres comer algo conmigo. De hecho, allí es donde me dirigía antes de que mi amigo te atacara con abrazos y besos —propone, tocando las puntas de sus rizos que cuelgan sobre sus hombros—. Tienen hamburguesas, tacos e incluso espaguetis, a no ser que quieras seguir con tu sándwich de jamón y queso —sonríe y deja caer el artículo envuelto en saran en mi bolsa de almuerzo.
—Oh, Harry Steele, la palabra «molesto» no podría ni empezar a describirte —resoplo, apoyando la barbilla en la cabeza de Lola mientras ella olfatea mi libro. De alguna manera, mantengo mis ojos en él mientras lo hago, rastrillando mi mano por su cuello. Mantiene mi contacto visual de forma ininterrumpida. Me recorre una sensación de nerviosismo y tengo que apartar la mirada. En cambio, me dedico a examinar el brillante pelaje de Lola. Incluso le doy un vistazo a su color rosa con lunares, encontrando su etiqueta plateada con el nombre de —Lola Steele —y el número de teléfono de Harry en la parte trasera.
Antes de darme cuenta, su correa rosa está en mi mano y está caminando delante de mí, con Harry a mi lado—. No te preocupes, dudo que alguien quiera molestarse con tu vieja colcha de abuela y tu novela romántica.
—¿Quieres callarte? Nadie te ha preguntado —bromeo, deleitándome con el rojo que sube a sus mejillas—. Oh, ¿dónde está tu respuesta mocosa? —
—Iba a pagarte la comida, pero no importa si te vas a poner en plan mocoso. Sólo puedo aguantar a una niña malcriada a la vez —murmura, chasqueando la lengua hacia mí—. Oye, no me pongas esos ojos tan bonitos —me advierte Harry, estrechando los suyos hacia mí incluso mientras se desliza las gafas de sol sobre los ojos.
Resoplando con una carcajada, desvío la mirada hacia la acera por la que caminamos, él guiando el camino. Tenía razón y en el puesto de comida, Lola hace unos cinco amigos más. Era algo totalmente distinto, casi surrealista, ver cómo Harry le presentaba a la gente. La forma en que dejó que lo persiguiera hasta mi lugar, yo llevando nuestros almuerzos que él había comprado amablemente. Tal vez su corazón no era de piedra, después de todo.
—¡Vamos, Lolls, puedes hacerlo mejor! —dice, echando a correr por la acera, con su correa olvidada en mis manos mientras bombea sus piernas más rápido—. ¡Ah! —grita cuando ella lo derriba al suelo sobre mi edredón.
—Vosotros dos sois otra cosa —digo entre risas, cruzando las piernas mientras me siento a su lado en la manta, entregándole la bolsa.
—Todavía no has visto nada. He traído esto para distraerla mientras comemos, le encanta —apartándose de mí, rebusca en la mochila amarilla mostaza que había traído. Sacando la mano del bolsillo más grande, vuelve con un balón de fútbol destartalado—. ¡Ve a por él, Lolls! —dice entusiasmado, lanzando el balón por la acera hacia el otro lado de la hierba. Ella se lanza tras ella, cogiéndola con la boca antes de que se estrelle contra un árbol.
—¡Oh, Dios mío! —exclamo, tapándome la boca con la mano cuando vuelve trotando hacia nosotros con ella en la boca—. Eso es divertidísimo.
—Lo hace desde que destrozó una de mis pelotas cuando era un cachorro. Sí, ¿verdad, cariño? —le arrulla, acariciando su cabeza antes de que se aleje para jugar con la pelota—. Le he comprado unas cuantas más desde entonces, más baratas, por supuesto. Siempre recibe uno nuevo por Navidad.
Riendo, me olvido de mi hamburguesa por un segundo y encuentro mis ojos en él. Volviendo a su propia comida, sus ojos se desvían hacia mí.
—¿Qué? —pregunta con una carcajada.
—Nada —miento con un movimiento de cabeza, ocupándome de desenvolver mi hamburguesa con queso.
—Fuera de aquí, Holte.
—Es que... nunca había visto esta faceta tuya —admito, mirando hacia él con timidez. Lo único que hace es sonreír antes de iluminar a Lola a unos metros de distancia en la hierba.
—No soy tan malo, amor. Ella es... bueno, es mi mejor amiga. Está ahí para mí cuando estoy feliz, y está ahí para mí cuando estoy triste. También es una gran sous chef.
Eso me arranca otra carcajada, que se prolonga mientras comemos nuestras hamburguesas, observando al cachorro que no deja en paz el balón de fútbol. Parecía una especie de sueño, comer hamburguesas con Harry, mi jefe, y su perro en el parque. Más aún cuando más tarde jugamos un poco de fútbol nosotros mismos con y contra Lola. Casi me sorprendió lo competitivo que era Harry y la velocidad de Lola. Lo que me dejó sin aliento fue cómo se tumbó después en el edredón para acurrucarse con ella, casi quedándose dormido al sol con el cachorro dormido.
Apenas le importó que le comentara que quería trenzarle el pelo, y el hecho de que casi lo hiciera. Lo bien que me lo pasé jugando un tonto partido de fútbol con él, cayendo sobre él una o dos veces, y las risas que siguieron. No me sorprendió que ambos tuvieran que marcharse, excusándose para hacer planes con su familia, y lo mucho que me entristeció.
Me dijo que tendríamos que volver a hacerlo pronto, pero no estaba segura de poder creerle, a pesar de lo mucho que lo había deseado.