Se sintió raro. No, no sólo raro.
Super.
Más allá.
Un tipo de rareza monumental.
Tanto es así que la ansiedad me recorre el cuerpo, de la cabeza a los pies. Sudores nerviosos. Tensión en el pecho. Respiraciones irregulares. Palmas sudorosas. Gorgoritos en el estómago.
Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
—¿Seguro que no quieres que vaya contigo? —kye murmura desde su posición en el brazo del sofá. Sus grandes y redondos ojos me miran interrogantes, de un verde gélido que envidiaré siempre.
—Sí, estoy bien, pero gracias. Sólo trata de guardar algo de comida para mí cuando regrese, ¿de acuerdo? Mejor aún, tal vez ir a comprar comida para mí.
—No puedo prometer nada —dice con una sonrisa de satisfacción, cayendo de espaldas sobre los cojines.
Pongo los ojos en blanco con un movimiento de cabeza. Cogiendo el termo púrpura de la mesita, empiezo a salir por la puerta.
—Siéntete libre de hacer algo de limpieza también. Ah, y no te adelantes a Breaking Bad, ¿vale? —le digo, observando cómo se coloca un mechón de su flequillo azul pastel detrás de su oreja con unos cinco piercings.
—Lo haré, Boops. Saluda a todos de mi parte.
—Claro que sí —gimo, pasando el brazo por la correa de la mochila. La vieja y raída cosa gris no la he usado para mucho desde la uni. Los lápices viejos, un frasco de loción y las almohadillas en el bolsillo delantero eran toda la prueba que necesitaba de ello.
La imagen de Skye de hace un momento se me queda grabada. Su pelo azul extendido sobre una almohada y una vieja camiseta del Manchester United sobre ella. Con un suspiro lleno de temor, subo al ascensor, cargando mi maleta y una mochila que parece de seis kilos. Llaves del coche en la mano y peso en mi paso.
Ugh. Vamos a terminar con esto.
En el momento en que entro por la puerta, me tiran en todas las direcciones. Los brazos de los miembros de la familia me envuelven, dándome abrazos insoportablemente largos y apretados. Lo que sigue es: «cómo has estado», «te he echado de menos», «¡estás genial!», y bromas sobre cómo he estado fuera tanto tiempo que habían olvidado mi aspecto. Mi salvación fue el fuerte olor a café y a comida de la cocina.
Sí, este es el hogar.
—Oh, deja que te las lleve, cariño —dice mi tía Beth, casi arrancando la caja de galletas que compré en la panadería de la calle. La mayoría de las veces es un crimen de panadero comprar en la tienda, pero todos sabemos que nuestra panadería rivaliza con la casera cualquier día.
Con una sonrisa divertida, atravieso la habitación, sorteando las plantas que abrazan las paredes. Cuadros enmarcados y escrituras adornan la entrada, pero mi atención se desvía cuando oigo risas y voces en el pasillo.
Las cabezas se giran cuando entro en la sala. Hay más sonrisas y otro abrazo aquí y allá, como si la mitad de ellos no me hubiera visto hace dos minutos. Me ponen en la mano un plato de algo caliente y pastoso con azúcar y mermelada. Tres o cuatro personas me preguntan si quiero café.
Asiento con la cabeza y corto lo que sea que haya en este lugar.
La masa se deshace en mi boca y pienso que esto es lo que más echaba de menos de mi casa. Me parece aún más cierto cuando miro más allá de los cuerpos que se agolpan en la cocina para ver las cazuelas que se alinean en el mostrador, y los platos de postres envueltos en sarán.
Mi familia. Tienes que amarlos.
Cuando mis ojos se desvían hacia la izquierda, hay alguien que no está muy contento de verme. Sus pequeños y delgados labios se fruncen con fastidio.
Rápidamente, mira hacia otro lado y hacia mi tío, que le pide que me traiga una taza de café.
Todos los demás son diferentes. Más viejos. Más grises. Más delgados. Tal vez incluso más gordos. Su pelo es más corto y parece que necesita un nuevo color para ayudar al rubio canoso. Sus ojos son oscuros y suaves, y siento que la culpa me invade por las cosas que le dije por teléfono. Pero también las cosas que ella me dijo me invaden. Con la culpa fundiéndose en pavor, vuelvo a mirar el cremoso pastelito y escondo mis sentimientos en cada bocado.
Mis varios tíos y tías llenan la siguiente hora de preguntas a través de la sala de estar. Junto con eso, hay un plato cargado con todo lo que estaba sentado en el mostrador. Es como en los viejos tiempos, bueno, excepto por la parte triste. También hay varias tazas de café, porque no hay suficiente. Todo tarda el doble de lo que debería cuando me asaltan con preguntas. Tienen buenas intenciones, pero acabo de pasar la mayor parte de la mañana haciendo la maleta y conduciendo. Ya es la hora de comer y estoy agotada.
La cazuela, las mitades de panecillos con mantequilla, el café azucarado de cojones, la ensalada de frutas y unas cinco cosas más me llenan el estómago mientras les respondo. No descuidan muchos temas, haciendo preguntas sobre casi todo bajo el sol. ¿Qué pasó con Andrew? ¿Cómo está Skye? ¿Cómo está Londres? ¿Llueve más allí? ¿Estoy a dieta? Si no, ¿cómo me veo tan bien? ¿De dónde saqué mi blusa? ¿Y mis zapatos? ¿Estoy saliendo con alguien nuevo? ¿Ya hay mascotas? ¿Qué pasó con el último trabajo? Por supuesto, ¿qué pasa con el nuevo trabajo? ¿Cómo es mi jefe? ¿Qué hago en el día a día? Ya sabes, todas las buenas. Las últimas se vuelven complicadas al tratar de encontrar una respuesta. A menudo, simplemente tomo un bocado de comida para no responder.
Con el estómago caliente y lleno de comida casera, me escapo un segundo para ir al baño. Quién iba a decir que podían estar llenos de tantas preguntas.
No puedo sacar mi teléfono lo suficientemente rápido cuando encuentro un punto de silencio. Sin ninguna otra notificación nueva, saco mi correo electrónico y lo actualizo. Suena un pitido y veo un nuevo correo electrónico en negrita al principio de la lista. Con un gemido, lo pulso y se abre un párrafo que se despliega ante mí.
De: harry.steeleatsteeleandlawson.org
Para: rebecca.holteatsteeleandlawson.org
Re: Nueva lista
«Hola, Holte. Bueno, me pediste cosas para hacer mientras estás fuera, así que aquí tienes. No intentes retractarte de tu palabra en esto, no funcionará conmigo ;) Espero que te hayas traído el diario negro... Haz lo que puedas, y si hay algo que no puedas hacer házmelo saber cuánto antes, ¿quieres?
- Tengo que confirmar la asistencia a la boda de un antiguo compañero. Normalmente las evito, pero esta debería ser divertida. Habrá mucho alcohol, así que podría ser. Puedes hacerlo por mí aquí. No debería ser muy difícil de rellenar, sólo necesito mi nombre y si voy a ir, así como si voy a llevar a alguien. Apúntame como acompañante, ¿quieres?
- Ya que estás en ello, pide también un buen regalo para ellos. Supongo que su registro está en esa ingeniosa página web de bodas que te he enlazado.
- Necesito una cita para la vista pronto. Además, no dejan de enviarme malditas tarjetas postales por correo para recordarme que me toca otra. Malditos idiotas. Cita por la tarde, otra vez.
- ¿Podrías encontrarme una bonita corbata negra online para esta función de mierda a la que tengo que ir? No importa el tamaño y toda esa mierda, sólo tiene que ser bonita. De alguna manera perdí mi vieja corbata, no sé a dónde ha ido a parar. Por favor, envíen una foto o envíenme el enlace antes de comprarlo, ¿de acuerdo? No quiero tener que preocuparme por los intercambios y toda esa mierda.
- Haz la programación para la próxima semana, obviamente. Pero recuerda que me gustaría empezar a tenerlos hechos con bastante antelación. Pronto, hay que dedicar algo de tiempo para que cada semana esté haciendo el horario de dos semanas por delante y ya tenga el de la semana siguiente hecho la semana anterior. Ahorra problemas, y me ayuda a tratar de entender qué demonios está pasando en lugar de tener que esperar a que tengas el maldito horario hecho.
- Responde a mis correos electrónicos, si es que de alguna manera te has olvidado de eso.
- Haz los pagos que deban hacerse pronto.
- ¿Cuál de estas camisas de Gucci te gusta más? No puedo elegir. ¿La primera opción o la segunda? (Ver archivos adjuntos)
Enviaré más cosas, a medida que se me ocurran.
H.S»
Con un suspiro, me paso los dedos por el pelo mientras asimilo todo eso. En qué coño estoy pensando. Un chirrido me hace levantar la vista. Sin previo aviso, me encuentro con la mirada condescendiente de mi madre mientras mis pulgares se mueven por la pantalla. Mis pulgares se congelan en medio de la escritura de una respuesta.
—Al menos puedes fingir que quieres estar aquí —murmura, las arrugas se agolpan alrededor de sus labios de un tono metálico de coral. Las gruesas perlas suben y bajan con cada respiración sobre su pecho.
—Es sólo un correo electrónico de trabajo rápido, mamá. Mi jefe me envió un correo electrónico y tengo que leerlo y responderle.
—Lo que tú digas, Rebecca… Nos vamos al hospital en diez minutos.
Sacudo la cabeza mientras se aleja, dejando la puerta abierta de par en par. Por supuesto. Mis pulgares recorren rápidamente la pantalla. Ni siquiera me molesto en leer mi respuesta antes de que se la lleven con un suave silbido para no volver a verla.
El ascensor es ruidoso y chirriante y huele a naftalina