—¡Ajá! —exclama Harry cuando entro en su despacho después de haber llamado a la puerta.
—¿A qué viene el 'ajá'? —respondo, cerrando la puerta tras de mí con un forcejeo mientras sostengo una bolsa de comida y una de esas bandejas de viaje para las bebidas.
—Ya sabes... no creí que fueras a ganar.
—¿Ganar qué, Sr. Steele? —pregunto en un suspiro, quitando su café caliente con garabatos de sharpie en el lado y colocándolo en su escritorio.
Mis ojos se levantan y encuentran un ceño fruncido de desaprobación en su rostro antes petulante.
—¿Sabes cuánto me costó este escritorio, Holte?
—No. Lo siento, Sr. Steele.
—Se llaman posavasos, y si vas a estar aquí un tiempo te sugiero que aprendas a usarlos. Están en el segundo cajón a la derecha de mi escritorio. Calientes o fríos, espero que se usen cada vez que se ponga una copa en este maldito y caro escritorio mío —responde, sentándose y volviéndose a sentar en su silla después de rebuscar en sus cajones.
Veo cómo abre el cajón del que habla y vuelve a salir con un grueso posavasos n***o. Arroja el posavasos sobre el escritorio y vuelve a colocar la bebida sobre él.
—A menos que te pida que cojas algo mío, no te quiero en mi escritorio de otra manera. ¿Entiendes?
—Sí, por supuesto, señor Steele —respondo en voz baja, bajando la cabeza y metiendo la mano en la bolsa de plástico.
—Volviendo a lo que decía antes —comienza, y maldita sea, quiero suspirar—. Has tardado sólo nueve minutos y cuarenta y tres segundos, y con el tráfico de la hora del almuerzo es bastante impresionante, diría yo. Has batido el récord.
—¿Me has cronometrado? —cuestiono sorprendida, tendiendo sus cajas de comida. Cuando no hace ningún movimiento para cogerla, la dejo junto a su café.
—Por supuesto que sí. Cronometré a todos mis nuevos asistentes. Despedí a unos cuantos por tardar más de quince minutos, porque no debería tardar tanto cuando se trata de un tiro directo de la maldita empresa —responde, tirando de la ensalada con el pulgar y quitándole la tapa.
¿Despides al novato porque no consiguió tu Starbucks lo suficientemente rápido? Vaya, qué imbécil.
Dejo el resto de su comida en sus cajas y la enorme cosa de agua. Temo secretamente que sea de la marca equivocada o algo así. Ah, y no puedo olvidar las servilletas y los cubiertos de plástico empaquetados y su trozo de tarta... o lo que sea.
—Sin brócoli y con extra de col rizada. Buen trabajo, Holte.
Luego está el sándwich, que inspecciona antes de cogerlo y darle un mordisco. Sus ojos se dirigen a mí y me miran fijamente durante un segundo:
—¿Qué haces mirándome comer, eh? Ve a la sala de descanso y tómate treinta minutos para comer. Repasaremos tu currículum cuando vuelvas.
Me echa y tomo su comentario, contenta de estar media hora lejos de él. Porque, qué idiota. ¿Fue demasiado trabajo para él incluso dar las gracias?
No podría estar más de acuerdo conmigo mismo en que es un gilipollas unos minutos después, cuando me quedo en una esquina del vestíbulo, sin tener ni puta idea de dónde está la sala de descanso.
Mis ojos van de un lado a otro, ojeando los pasillos. Cuando veo que unas cuantas personas salen de una sala al mismo tiempo cerca del ascensor, me dirijo hacia allí, alegrándome de encontrar una pequeña habitación con una mesa y ganchos en la pared para guardar los abrigos y otras pertenencias.
El parfait de yogur me mira fijamente mientras me tomo mi tiempo para masticar el bocado de mi sándwich de ensalada de huevo. Los conductos de la calefacción zumban suavemente y la enorme magdalena con trocitos de chocolate que está sentada frente a mí me llama. Se oye un chillido y alzo la vista para encontrar a mi amigo de antes.
—Hola. Es Becky, ¿verdad? —dice, acercándose a un pequeño quiosco junto a la puerta y marcando algo en la pantalla táctil. Mierda, ¿debería estar haciendo eso también?
—Sí. Hola, Asher.
—Hola. Estoy un poco sorprendido de que todavía estés aquí si voy a ser honesto. ¿Cómo va, eh, todo?
—Bastante duro, la verdad —digo tímidamente, viéndole sacar una bolsa de plástico de la sencilla nevera blanca escondida junto al quiosco. La deja en el largo mostrador n***o antes de meter un recipiente en el microondas que hay junto a la pared.
—Ah, siento escuchar eso. Tenías una entrevista con Harry hoy, ¿verdad?
—Oh, ¿es su nombre de pila? Sí, ¿cómo lo has sabido? —pido después de tragar, dejar el sándwich y coger mi botella de agua. Mi pequeño café está al lado, ya ha hecho su efecto y me ha quemado toda la lengua.
—Oh, se ha hablado en la empresa de que hoy había un nuevo ayudante entrevistando a Steele —comenta, mirando tímidamente hacia otro lado y hacia abajo mientras se acerca con agua en la otra mano.
Permanezco en silencio y bebo un trago de mi agua para luego dejarla en el suelo.
—Es sobre todo porque el último renunció el viernes —revela en voz baja, echándose hacia atrás y sentándose en una silla de oficina giratoria y desvencijada al otro lado de la mesa.
Su bolsa de plástico cruje cuando mete la mano y saca una bolsa de sándwiches y un paquete de galletas de mantequilla de cacahuete.
—Oh —tarareo, mirando mi sándwich y notando las motas de eneldo en la mezcla de huevo.
—Sí, ¿y cómo le va a él, ya sabe, Sr. Steele?
—Bueno, sigue llamándome 'Holme' cuando mi apellido es 'Holte'. Luego, cronometró mi carrera en el Starbucks para conseguirle su loco y largo pedido de comida. Y para empezar, ha interrumpido mi entrevista en medio de ella porque, al parecer, hoy me está entrenando —contesté, terminando con un resoplido.
Una suave risita sale de sus finos labios mientras muerde un sándwich que rezuma gelatina púrpura por un lado, sus mejillas se juntan por la sonrisa.
—Lo siento, no debería reírme, pero eso es típico de él. Siempre confunde los nombres de la gente, quiero decir que ni siquiera se sabe el mío y tampoco pretende saberlo. Sinceramente, le importa una mierda todo, incluidos los nombres de la gente —dice Asher, con la boca medio llena de mermelada y mantequilla de cacahuete.
—No te lo tomes como algo personal, porque realmente no se sabe los nombres de nadie, ni los apellidos. Sólo se molesta en aprender como la gente grande de por aquí, y nunca ha llamado a su asistente por su nombre, nunca. Todo el mundo es su apellido, o ningún nombre, o normalmente algún extraño apodo degradante. Es como una extraña tradición por aquí.
—Oh, genial —suspiro, dejando mi sándwich, sin estar segura de cuánto más quiero comer de él, si es que quiero.
¿En qué me estoy metiendo?
...
Toqué suavemente la puerta.
—¿Quién es?
—Soy yo, Sr. Steele. Soy Becky —respondo gritando a través de su puerta, ajustando mis rizos castaños hasta el pecho y echando un último vistazo a mi vestido n***o de manga corta.
—¿Quién?
—¡Holte! —replico, suspirando.
_Oh, pasa, entonces —responde, y yo giro el pomo con alivio. Ya era hora.
—Estaba echando un vistazo a tu currículum —murmura el Sr. Steele cuando aparece, y es el epítome de la sorpresa.
Con los pies en botas de terciopelo marrón polvoriento apoyados en el borde de su impecable escritorio, inclinándose tanto hacia atrás en su silla que me sorprende que no se haya caído de cabeza. En realidad, me entristece que aún no lo haya hecho.
—¿No lo has visto antes? —pregunto suavemente, con las cejas fruncidas en forma de pregunta mientras doy un sorbo a mi café.
Su oscura cabeza de rizos se levanta del único trozo de papel blanquecino, y recibo esa mirada. De nuevo.
—Lo siento, estaba demasiado caliente para beber durante mi descanso. Yo... puedo ir y...
—No, está bien. Pero no lo derrames, usa esto. Y por el amor de Dios, Holte, deja de disculparte tanto, se está volviendo molesto —murmura, sentándose en su silla y abriendo un cajón, arrojando otro posavasos sobre su escritorio para mí.
Tarareo un tímido "gracias" y dejo el vaso de papel medio lleno sobre el anillo de corcho n***o.
—No, Pete... digo, el señor Jennings lo tenía, ya que él suele encargarse de las entrevistas —suspira, poniéndose cómodo de nuevo e inclinándose hacia atrás de una forma tan extraña que me asusta.
No sé muy bien por qué cuando me doy cuenta de que verle caer y romperse la cabeza sería divertidísimo. Bueno, hasta que tuviera que ser yo quien le ayudara a limpiarla.
—Tu currículum es bastante bueno. Veo que has tenido muchos trabajos. ¿Por qué dejaste el último?
Para mi sorpresa, me mira y me lanza una versión de esa mirada, esperando mi respuesta. Qué puta pregunta.
—Eh, la dirección. La dirección no estaba... no estaba trabajando conmigo y no merecía la pena seguir en el trabajo por ello —respondo tímidamente, cruzando las piernas por el tobillo mientras cruzo las manos en mi regazo. La palabra "incómodo" no me hace justicia ahora mismo.
—Hmm —tararea, pasando la página con un sonido y hojeándola hasta que la deja al lado de su portátil y coge un pequeño y grueso paquete grapado—.¿Tendrán cosas buenas que decir de ti si les llamo para pedir referencias?
¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Intentas engañarme o algo así?
Han vuelto y son jodidamente verdes y brillantes, y no me dejan ni un segundo. Me mira fijamente, pero más bien me mira fijamente. Me tiembla el labio mientras mi cabeza trata de elaborar una respuesta que va lo mejor posible bajo tanta presión.
—Eh, creo que sí... quiero decir que eso espero.
—Casi te estás poniendo azul, Holte. Por favor, trata de recordar respirar para que no tenga un muerto en mis manos, ¿de acuerdo? —dice, sacudiendo la cabeza—. Es una maldita mierda tratar de conseguir un nuevo asistente últimamente, no puedo tener uno bueno que me deje ahora.
—¿Crees que soy buena? —pregunte rápidamente, animada por esas palabras. Su mirada pasa entre mi currículum y yo, y parece que se decide por el currículum.
—Tienes cierto potencial, pero tendremos que ver.
—Vaya, gracias, Sr. Steele.
—No me des las gracias, tienes mucho que demostrar, Holte. Y espero por Dios que no creas que esto va a ser un trabajo fácil, porque puedo decirte ahora que definitivamente no lo va a ser —responde, pasando la página.
Se calla mientras sus ojos recorren el texto escrito con una mirada de fastidio. Veo que frunce las cejas al leer algo, lo que hace que me mire de nuevo con una pregunta en los ojos.
Oh no, por favor, no me preguntes sobre eso. Por favor, no.
Repasamos mi currículum y mi solicitud de empleo de una forma no tradicional, o eso creo. El Sr. Steele siguió con las preguntas y preguntó por mi experiencia universitaria.
No ayudó su falta de sonrisas y bromas cuando se enteró de que no había terminado la carrera. Me sorprendió que no insistiera en el tema de en qué consistía mi licenciatura.
Agradecí en silencio al cielo que decidiera no insistir.
Lamentablemente, esto dio lugar a réplicas y demandas sobre por qué creo que merezco siquiera ser considerada para este trabajo si no tengo un título. Luego, se convirtió en: ¿Piensas volver? Lo cual fue un acierto o un error.
No mucho después, me despidió y volvió con el Sr. Jennings, que tampoco tenía mucho que decir, al parecer. Se limitó a hacerme algunas preguntas más, pero parecía estar agotado de ellas y quizá también de mí.
No eres el único.