Benjamín Ya era la media noche y Madison no había llegado a la casa, rompiendo así por completo las reglas de mi mansión, con esta era la tercera copa de vino que servía y ya estaba desesperado. Además, estaba demasiado enojado, ¿Como no? Si es que Madison ni siquiera había contestado mis llamadas y tampoco se dignó a devolverlas. Solo faltaban cinco para las doce de la noche, cuando el timbre de la mansión sonó, me levanté despacio de mi gran sofá, y yo mismo abrí la puerta, estaba tan consumido por la ira que no pude evitar hacerle mala cara. Ella se quedo viendome, sus ojos estaban llenos de lágrimas, y tenía aliento a licor. —¿En donde estabas Madison? —le pregunté con un tono de voz fuerte —Discúlpame, no fue mi intención demorarme Benjamín—ella se pasó por un lado y ent