¿Qué dices?

1263 Words
Álvaro me mira, intentando descifrar si me he vuelto loca o si simplemente soy terca. Como nada es fácil, dejo que el señor peligro nos invite a una copa a ambos. Yo elijo sin alcohol y Álvaro parece tentado a beber algo o en realidad a irse de ahí, pero en su lugar, me besa en la mejilla y se disculpa para cancelar todo el asunto. —Teníamos planes antes, lo siento Hugo. —Vale, han venido en pareja y las reglas son reglas —comenta el hombre mirándome.—Es totalmente mi pérdida —dice el hombre mirándome. Álvaro extiende su mano hacia mí y me conduce por el lugar. Ordena una habitación, la cual parece ser de cristal, todo se ve de adentro a afuera. Álvaro me mira, mientras se va desnudando, yo me quedo en silencio, observando cada paso que da, cada movimiento, queda en su ropa interior, descalzo frente a mí, se acerca, y roza mis labios con los suyos, luego mi mejilla, mi cuello, muerde mi oreja y acaricia mi cuello con la punta de los dedos, me mira a los ojos. —Te deseo, Mina. —Lo sé. —Y puedo compartirte con él todos los días con cualquier hombre, con uno que diga que te ama —mete sus mano bajo mi falda, acaricia mi clítoris despacio con su dedo. —Puedo compartirte y dejarte ser libre, creer que eres feliz, pero todos los segundos que seas mía, serás exclusivamente mía, solo pensarás en mí, me verás a mí dependerás de mí, cada que estés mojada y húmeda conmigo, se tratará de nosotros. Los dos nos observamos y quedamos en silencio, mientras él continúa tocándome. Álvaro no rompe el contacto visual y espera en silencio a que mi cuerpo explote de tensión y excitación. Detrás del cristal, hay un par de parejas mirándonos. Él dice en voz baja: —Incluso aceptaré que nos vean, pero... no podrán tocarte. Álvaro detiene su tacto sobre mi zona sensible y reparte besos alrededor de mi cuello. Se coloca detrás de mí y me rodea con uno de sus brazos, pasa su mano desde mi abdomen hacia mis pechos, los estruja sobre el top que he elegido y desabrocha la parte trasera de mi prenda. Luego la tira al suelo y continúa besándome el cuello, la espalda. Desabrocha mi falda y la deja caer, estruja mis nalgas, muerde una de ellas, muerde mis muslos y se pone en pie. Lo miro, buscando y anhelando su tacto, y él me lleva hacia la orilla de la cama. Se baja el bóxer y toma asiento antes de pedirme que le monte. Sonrío, lo beso, muerdo sus labios mientras deslizo lentamente su m*****o en mi interior. Muevo mis caderas despacio mientras lamo el cuello de Álvaro. Lo escucho reír mientras continúo moviéndome despacio, enloqueciéndolo. Álvaro me toma de las caderas y aumenta el ritmo. Desde mi lado, hay gente mirándonos, lo cual es excitante y sé que en el suyo también. Álvaro juega con mis pechos, ambos buscamos el contacto, buscamos el orgasmo y estallamos juntos ante las miradas de todos los ángulos posibles, pero solo importa él. Álvaro me mira y se acuesta en la cama, me acomoda encima de su cuerpo y me besa mientras acaricia mi pelo. —¿Quieres irte o quedarte? —pregunta. —Me gustaría que me trates como una dama y me lleves a cenar. —Siempre tienes hambre. —Sí, la verdad es que sí. —Y después... —Después quiero que hagas conmigo lo que quieras y que te quedes a dormir conmigo hasta tarde. —Wow, me encanta ese plan. Álvaro sonríe, me ayuda a vestirme y me acompaña fuera del lugar. Me lleva a cenar a un restaurante fino, el cual no deja que nadie cierre para que yo pueda darme el lujo de comer la mejor hamburguesa, con hongos y papas fritas, que jamás había probado y de verdad que valió la pena. Para él, no existen berrinches por llevarme las sobras, en su lugar, me deja traer un extra para así... a mitad de la noche me da hambre y cuando llegamos a casa, simplemente prepara la cena. Entonces no se trata de comer como monos, sino de cuidarnos el uno al otro, mimarnos, mientras el agua caliente nos envuelve, cuidar del otro y sentirse mimado. Luego vamos directo a la cama y dormimos. Yo me tomo un poco en serio eso de dormir hasta tarde, pero cuando despierto, Álvaro está con el computador sobre una almohada y revisando documentos con sus lentes de lectura. —¿Brunch? —pregunta y me da un beso en los labios. —Buenos días. —Son como las once, tu ex ha llamado varias veces a tu celular, así que lo he tirado por la ventana. —¿El ex o el teléfono? —Los dos reímos. —El teléfono, pero, ya en un rato te traeré uno nuevo —Veo seriamente preocupado a Álvaro y este explica que estaba intentando darle apagar, pero el celular no “obedecía” y él no quería despertarme. —Hay tantas cosas que están mal, pero no voy a ver las banderas rojas, Álvaro. —Mina, quiero que follemos con regularidad, sin ningún tipo de restricciones. Si irte a México te hace emocional y laboralmente feliz. Ve a México, yo volaré cada vez que quieras verme o te mandaré a traer si quieres verme. Cuando regreses en seis meses o tres años, aceptaré lo que decidas y tú lo que yo elija. —Vale, ahora… cuéntame, ¿quieres ser mi amigo con derecho o mi compañero s****l activo? —No, quiero ser… tu sugar. Quiero comprarte un apartamento nuevo, un auto nuevo, y que sepas que en todo lo que elijas te respaldo. Estamos juntos, pero no vamos a casarnos ni tener bebés. —¿Por cuánto tiempo? —Tiempo indefinido —responde. —Solo hay una regla. —¿Cuál es, si llegara a considerarlo? —¿No estás aceptando? —Estoy escuchando atentamente tu oferta. —Okay, no te enamores, Mina. Conmigo puedes tenerlo todo: la carrera, la casa, el auto, todos los caprichos y viajes que se te ocurran. Pero no te enamores. No es una orden, es una advertencia. No soy el hombre del que una mujer dulce, inteligente y sexy como tú deba enamorarse —responde y me da un beso en los labios. —Te estoy dando sexo, dinero y libertad. —¿Estás ofreciéndote para ser mi sugar daddy? —Tú tienes un papá —comenta divertido. —Yo, definitivamente quiero ser tu caramelo, así que acepto el reto. Seré tu sugar si nos hace sonar mejor —comenta divertido y comienza a repartir besos en mi cuello, mi pecho y va deshaciéndose de los botones de mi pijama. —¿Qué dices, nena? ¿Qué digo? Que Álvaro tiene toda la razón. Yo tengo un padre, ineficiente, estúpido, incompetente, loco, hiriente a ratos, y podría seguir hablando en negativo del hombre. Pero tengo un papá y aunque no ande llorando en cada rincón por haber perdido a Felipe, sé lo difícil que es ser amado y caer de la burbuja, estar desenamorado, sola de nuevo y recogiendo pedazos. —¿Por cuánto tiempo? —Tiempo ilimitado, la única que le pondrá fin a las cosas serás tú —me da un golpe en la pierna para que eleve las caderas y sacar mi pantalón. —¿Qué dices? —No sé, mueve tu lengua, tal vez lo piense.
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