La última llamada

1310 Words
Mi papá y Felipe tienen una cosa en común: son hombres privilegiados, crecieron con dinero y creen que las disculpas son materiales. Las de Felipe minimizan un poco el acoso, las de mi padre son acosos encubiertos. Leo la tarjeta de las flores y en ella veo la letra de Felipe, horrible porque todos saben hacerlo con tecnología, pero alcanzo a leer: "No tengo palabras para disculparme." La tarjeta de mi papá dice: "Eres y siempre serás mi bebé, y siempre que me necesites estaré ahí, Mina. Cuando tengas en tu corazón una onza de amor para perdonarme, haré todo lo posible por ganármelo. Por ahora, solo te estoy dando espacio. Llámame y hablemos." Álvaro preparó un desayuno completo en tres segundos. Para ello desordenó parcialmente la cocina y la limpieza, pero no me importó. Me puse a limpiar detrás de él y después brindamos con nuestras tazas de café. Él me dio un beso en la frente, sonrió y me preguntó si ya tenía una respuesta. —Álvaro, estamos desayunando. —Sabes, eres la única persona que me llama Álvaro. —¿Cuál es tu nombre? —pregunto divertida. —Varo. —¿Corto de “Álvaro”? —Respondo—Álvaro. —Carmina. —La diferencia es que a mí me encanta llamarte Álvaro, y tú, todo tu cuerpo responde a la mención completa de tu nombre cuando viene de mis labios. A ti te encanta llamarme Minie o Mina. —Es un nombre poético, sabes. Eres la mínima de las cosas para quien lo eligió o lo más sagrado. —¿Sabes quién es mi padre? —Y sé cómo llamó a su primogénito, sé la ilusión que le causó llamarlo: “Máximo” con solo ponerlo sobre sus brazos. —¿Tú y yo, eso es lo que buscas, una rivalidad? —Mina, Minie, Moe, hago siempre lo que quiero y lo que quiero ahora es tenerte a ti. Te quiero, me gustas y te quiero para mi vida. No me importa nadie que pueda o no ser parte de tu vida, especialmente Demetrio y sus opiniones. La verdad, si comparas que me ha llamado "Mínima" y a su hijo mayor "Máximo", se hace doloroso. Damián como Demetrio y Luna como el astro que todos quieren conquistar, no necesito una lección de cómo Demetrio me quiere menos que a nadie en su familia. Álvaro parece darse cuenta de que su comentario no ha sido fácil ni gracioso de digerir. Me mira a los ojos y me toma de la mejilla. —Prometamos no volver a hablar de Demetrio. —Acepto. —Lamento haberte herido con el comentario, no eres lo mínimo, Mina. Estoy seguro de que si un hombre que tiene más de doce minas en un solo país eligió ese nombre para ti, es porque cree que vales oro. Y si él no lo hace, y sí, por eso prefiero llamarte Mina. Le miro a los ojos y veo toda la sinceridad en sus ojos que en sus palabras, el poder que llevan y la forma en la que las entona, asegurándose de que entienda que para él o para quien sea, soy todo menos poca cosa. Me besa y yo a él, porque es fácil estar cerca el uno del otro. Decido no darle la satisfacción a Álvaro de ser elegido al primer segundo, porque todas las relaciones son una negociación, son poder y eso me puede dejar en desventaja. Tenemos sexo en el sofá, nos reímos y vemos el sol meterse un poco más tarde, se nos ha ido el día simplemente conociéndonos, besándonos, disfrutando de nuestros cuerpos y así debería ser: fácil. Mi celular suena mientras Álvaro duerme en mi cama abrazado a una almohada. Yo tomo la llamada sin fijarme y sé que es Felipe por el silencio. —Mina. —¿Hola? —Mina, yo solo quiero la oportunidad de disculparme en persona y hablar las cosas. —Felipe, hemos terminado, ya sea por teléfono o en persona. —Mina, cometí un error. —Sí, pero para mí no es uno solo. —¿Todo lo que he hecho bien? —pregunta. Es la misma pregunta que me he hecho durante las últimas horas. En las últimas 48 horas, su familia no parece avergonzada ni de mi lado. No espero rosas, pero sí una justificación que respalde el caso de Felipe. Él solo ha demostrado que todos los que ponen una sonrisa e insisten en que no les importa mi infancia o mi pasado, en realidad estaban deseando este momento. Y él, Felipe, es uno de esos hombres de comida los domingos con su familia, veranos navegando juntos. Y aunque yo quiera una familia, nunca tendremos una, porque quiere decir que los domingos mis hijos y mi esposo irán a otro lado y yo me quedaré en las sombras. Por lo menos hoy, prefiero que alguien se disculpe viéndome a los ojos cuando se disculpe y diciendo verdades en lugar de medias mentiras. —Mina, ¿me estás escuchando? —No estamos listos, Felipe. No somos la mejor versión de nosotros ni completamente lo que el otro soñó. Te amo muchísimo y estoy agradecida por todo lo bueno, pero creo que nuestra relación se ha ido fracturando poco a poco y al final, lo que pasó en la fiesta solo fue un estallido de eso. Te amo y amo que me dieras el empujón para encontrarme a mí misma. Siempre estaré agradecida, pero no puedo mentirte ni mentirme. —¿Estás con alguien más? —No oficialmente, pero sí, he empezado a salir con alguien. —¿Y lo quieres? —Es diferente. —Él entiende, él sabe todo. —Él lo sabe y no le importa. No tiene un padre juzgándome ni una madre intentando advertirme que no es posible. Él quiere lo que pueda darle Felipe. —Lo escucho sollozar y me limpio las lágrimas. —Tal vez, en unos meses, cuando se te pase el enojo, cuando encuentres a alguien que llene todas esas casillas, sea más fácil. —¿Él llena todas las casillas? —pregunta mientras me limpio las lágrimas. —No llena ninguna, pero sus imperfecciones le hacen entender las mías. —Mina, yo te amo. —Y yo a ti, Felipe. Pero esto nos deja igual que al principio. Sé honesto, tú quieres una ama de casa, una mujer que siempre diga que sí, que baje la cabeza, que se contente con flores y diamantes. Y a pesar de que quiero la casa en la pradera, no seré feliz entre cuatro paredes. —Se trata solo de ti. —Se trata de que nuestra relación no funciona en cada uno de los lados. —Felipe, no quiero seguir discutiendo. Él se queda llorando y pregunta por el amor que ha puesto en la relación. Me pregunta por los sacrificios que ha hecho por nosotros, las discusiones con su familia, las peleas con sus amigos, lo mucho que ha retrasado su trabajo por estar conmigo. Yo lloro desconsolada mientras habla de los planes, mientras asegura que ha comprado una casa y que planeaba pedirme matrimonio. Me dice que vaya al cajón de abajo de la cocina, y yo voy. Entonces, lo encuentro: una caja negra con un diamante precioso en forma de lágrima. Lloro desconsolada en el suelo de la cocina y cierro la caja, cierro la gaveta. Él dice: Tu papá y yo no peleamos por ti, peleamos porque me dijo que no era el hombre suficiente para que quisieras quedarte toda la vida. —Le acusa y yo lloro. —¿Mina? —me llama Álvaro, mientras se inclina a mi lado y me acaricia la espalda. Lloro desconsoladamente entre sus brazos mientras felipe describe todo lo que podríamos ser, espero cuando cuelgo la llamada finalmente sé que no lo seremos.
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