Vivir un rato

1282 Words
Dios de mi vida. ¿Qué les diré? Tengo la oportunidad de recibir amor adecuado o tener buen sexo, y parece fácil, pero implica la misma estabilidad y pensar en mí. Lo que es mejor para Mina exclusivamente, ser egoísta nunca ha sido específicamente lo mío, así que encogí los hombros, porque sea lo que sea, no quiero que sea falso. —Felipe, ¿tengo que responder ahora? —No. Felipe y yo nos quedamos mirando en silencio y él saca la propuesta que Maddison le ha enviado, básicamente ganaría un total de cinco millones, él cree que al finalizar podría terminar disfrutando de una vida cómoda, iniciar un negocio digno y estar feliz con mmi vida, incluso si las cosas salen mal, si salen bien… Bueno, podríamos formalizar un poco la relación, él pagaría la cláusula de cancelación de mi contrato y nuestras vidas podrían ser otras por completo en unos dos años. —Gracias. —¿Gracias? —Sí, por la oferta y por dejarme pensar. —Regularmente, puedo saber si mis posibilidades son buenas o malas solo con na conversación, pro no puedo descifrarte. —Lo siento felipe, pero no le tengo miedo a dejar mi trabajo, le tengo miedo a lo que siento por ti. —¿Es por eso que estoy tomando esta decisión? —¿Qué pasará en “dos años”? Felipe habla de boda, niños, casa y todo lo que sena perfecto, lo dice, todo lo que a mí me gustaría. —¿Por qué estás haciendo esto? —Porque te quiero. —¿Me quieres a mí o quieres poseerme? ¿Cómo funciona en una relación que hayas pagado seis meses por tenerme? ¿Cómo funciona cuando alguien lo descubra y nos lo eche en cara? ¿Cuándo nuestros hijos hipotéticos descubran mi pasado? No me conoces, no podrías entenderlo. —Sé lo importante —No es un no, pero, tampoco es un sí. Felipe deja los documentos cerca de mi bolsa y toma asiento a mi lado, me da un abrazo y un beso corto en los labios, me observa expectante y yo sonrió antes de acariciarle la espalda. —¿Quieres echar una siesta conmigo? —susurra contra mi oído. —¿Una siesta? —repito incrédula, y él sonríe. —Estoy muerto o no dormí bien pensando estupideces y luego salí a correr y al gimnasio. —Y he trabajado todo el día. —Entonces, tu fantasía conmigo es acostarte en ese sofá y ya. —Felipe me mira divertido e inclina para besarme. —No, pero definitivamente no me siento con ganas de nada más que estar contigo en el mismo espacio. —Bien. Él pone una alarma en su teléfono, que deja sobre su escritorio. Yo me acuesto en el sofá y Felipe se quita los zapatos para acostarse a mi lado, me llena de besos el cuello y sus manos me acarician la espalda, puedo escuchar su corazón y sentir su calor, disfrutar de su aroma y puedo imaginarme la vida así, bonita y fácil al mismo tiempo. Cuando Felipe despierta de su siesta, me pregunta si quiero ir a comer algo rico antes de que vuelva a trabajar. —No, y no has dicho nada de mi fleco —menciono y él ríe. —Te ves preciosa. ¿Te apetece quedarte hoy en mi casa o necesitas espacio para pensar también? —Me apetece quedarme contigo. —Vale, pasaré por ti —Felipe me llena de besos y me pregunta por qué he elegido un flequillo mientras abre su caja con comida. —No sé. ¿No se ve bien? —Te ves guapa, mi mona, pero... solo... por qué. —Iré a ver a Brenda, ella será sincera. —él se ríe y me acompaña al exterior. —Y le cuentas de nosotros. Miro a Felipe, él se queda en silencio mientras esperamos el elevador. Él es la persona que no quería saber de mí ayer porque tengo clientes, pero en unos meses cuando los dos estemos en una nube de pasión y amor y lo recuerde, será peor, para mí, para él, recordar que a pesar de que nos queremos mucho, no podemos lidiar con el pasado. Voy a casa de Brenda y recuerdo que no he comprado nada para la fiesta de la mamá de Felipe y que se supone que debería estar haciendo maletas. Mi amiga propone ayudarme con la maleta porque está de vacaciones y yo le doy todas las gracias del mundo. Rod nos advierte que no hagamos ninguna estupidez y las dos asentimos mientras lo miramos como si se hubiese fumado algo. En cuanto llegamos a mi casa, Brenda parece genuinamente sorprendida por el espacio. —¿Te gusta? —Sí, es muy mono. —¿Quieres que cocine... o... qué quieres hacer? —Podemos pedir algo mientras vamos hablando y por el amor de Dios, di algo de mi flequillo. —Tienes un pelo muy lindo, ahora no te gustó y tienes que esperar MESES a que eso crezca y te va a dar un ataque. —Yo siento que me veo mona. —Sí, ligeramente inocente y sexy. —Ahh, gracias, eso es lo que buscaba —Mi amiga se ríe y yo le pregunto qué le apetece. Tomo mi celular y leo un mensaje de Álvaro: ¿Has pensado un solo minuto del día en mí? Mina No. Álvaro Escuché que alguien ha pensado algo parecido a mí, no sé qué te ha ofrecido él, pero esta es mi oferta. Veo un documento como los que me entregó Raúl esta mañana, solo que en digital, una cifra de dinero ridícula para indemnizarme después de nuestra relación y una especie de manutención mensual. —¿Pasa algo? —No. —Respondo de inmediato.—Comida china, un arroz de esos que vienen cargados, con extra chorizo chino, pollo y camarón. —Mina, comes como una maratonista. —Y papas fritas y coca cola. Reímos y ella me apresura para terminar con la maleta. Mientras vamos doblando ropa, le cuento la verdad de que Felipe ha pedido una cláusula de exclusividad absoluta mientras gestionamos nuestra relación y que Álvaro ha hecho lo mismo, pero con un enfoque aún más fuerte porque él tiene la oportunidad de cancelar mi contrato de una vez por todas. En aproximadamente un año saldrá con los bolsillos llenos y podría invertir o hacer un montón de otras cosas. —Mina, no sé qué decirte o cómo ayudarte. —Es demasiado incluso para mí. —Sí, pero lo importante no es el dinero, es que estés cómoda. En diez años, tener esta plata te va a ayudar, pero no te va a liberar de la vida. —Álvaro ofrece quince millones, para disponer en lo que yo quiera. Y el contrato de Felipe, al menos cinco, y sé que si le pido más, él los daría. —¿Tanto? —Asiento. —Bueno... con quién te sientes más cómoda o cuál oferta te va a hacer estar más segura. De quién podrías enamorarte y de quién no. Esas cosas son importantes. —Claro... sí. —respondo. —¿Quieres ir a bailar? —Exactamente, a esto se refería Rod. —Es que bailo y me surgen ideas —Las dos nos reímos y voy a mi closet en busca de algo que ponernos para ir a movernos en alguna pista de baile. La comida llega y Brenda, que tiene ochenta años en lugar de veinte, insiste en que lo mejor es quedarnos en casa. Yo sigo alistándome hasta convencerla de que lo mejor será olvidarnos de ser responsables y vivir un poco .
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD