Una puerta se cierra

1336 Words
Raúl es uno de esos mejores amigos que todos merecemos. Si estás triste, él está normal para ti, si estás contento, él está contento contigo. Si tienes miedo, él busca soluciones. Acabo de descargarle mierda de cero a diez mil millones y él simplemente ha escuchado, me ha tomado la mano y me ha limpiado las lágrimas y los mocos. Cuando termino, Raúl me abraza con tantas fuerzas que siento que me abraza el alma, no me siento quebrada ni lastimada sino reconfortada por su cariño. —Mina, todo eso es demasiado, es casi normal y obvio que quieras drogarte o morirte —dice y le veo seria antes de reír. —Yo estaría probablemente muerto. —Me imagino que sí. —Mina, lo que sea que quieras hacer, siempre cuentas con mi apoyo. Si necesitas alguien que te dé una pastilla, te contrato una enfermera porque eso se me puede olvidar o darte todo dos veces —yo intento reír. —Pero si quieres acostarte en una cama y dormir, vas a hacerlo. —Raúl —le llama una mujer y los dos la miramos. —Alina. —¿Me explicas? —Esta es Mina, mi amiga. —Tu amante. —No tenemos sexo —le aseguro y la mujer nos mira todavía abrazados. —Mire, tengo un novio celoso, un papá de mierda y Raúl. —La mujer entrecierra los ojos. —Raúl es la única persona que puede darme un poco de estabilidad y eso es mucho decir, no tengo un interés s****l en su amigo, pero lo necesito, unas dos horas al mes, todos los meses, para quejarme de lo mierda que es la vida, reírme de sus imbeciladas y sobre todo escuchar cómo intenta ganarse su corazón. Le prometo que nunca en la vida voy a tener sexo con Raúl. —¡Tú eres la que le dijo de las citas con las niñas? ¿Y el sexo oral? ¿Y el drive thru de los viernes? —asentí. —Dos horas, dos veces al mes, lugares públicos —concede Alina. —Tú convives con mi amante, yo con la tuya. —Genial, porque tenemos esa casa de invitados. —Raúl, no juegues con tu suerte —le advierte la mujer y se va. —¿Cómo sigues socializando con su amante? —Ella se complica las historias sola —responde mi amigo. —Su esposa y nosotros somos amigos de toda la vida, así que no la voy a dejar, no lo voy a contar tampoco. —No, no, no, no puedo con gente rica. —Bueno, yo he visto un par de revistas con el nieto de este señor muy rico. —Felipe. —Sí. —¿Por qué no estás aquí con él? —Mi papá y él están viviendo en mi casa, se odian y nos hemos peleado. —Mina, no estoy entendiendo, entonces no puedes ser mi amiga según él, no puedes ver a tu padre y ¿qué hay de tu hermana te deja? —Lo haces sonar peor de lo que es. —No, lo hago sonar porque quiero que seas precavida, hay muchas formas de abuso. —¿Raúl, abuso? —Bueno, no voy a clasificarlo, solo pon atención a los detalles. Raúl me dejó en casa después de una tarde que se nos hace eterna, me muestra unas fotos del recital de su hija y los dos reímos, un árbol demasiado reguetonero. Mi amigo se asegura de recordarme que no le importa lo que esté pasando, siempre que llame él estará ahí. —Espero a subir el elevador para llamar. —Solo probando. —Eres muy loca, pues prueba cuando quieras, eso sí, si me agregas al marcador rápido, quiero ser el número uno. —Con costos, te doy el nueve. —Bye. —Bye. Entré a mi apartamento y me encontré a Demetrio sentado en el sofá, sonrió al verme y tomó su maleta. —¿A dónde vas? —He rentado algo en el piso de abajo. —Estaré cerca pero no en tu espacio, subiré todos los días y cuando sea que llames. —Quiero que estés aquí. —No creo que sea lo mejor para tu relación con él. Demetrio me dio un abrazo y un beso en la frente, yo tomé la maleta y le rogué que se quedara, él me miró indeciso y reconoció que él y Felipe habían tenido una conversación mucho más honesta cuando me fui y a él le había quedado suficientemente claro por qué mi novio no me quería en casa, ni cerca. —La decisión de perdonarte o no es mía. Tú estás intentándolo, si te vas ahora entonces nunca lo resolveremos, no... te vayas, no me dejes. —Le ruego y la voz se me quiebra. Mi papá suelta la maleta y me abraza de nuevo, me da un beso en la mejilla y me promete que no se irá hasta que yo se lo pida. Voy a mi habitación y en ella está en su cama dormido, cuando me ve se acerca y me saluda, yo lo cargo y él me intenta lamer y voy por mi pijama, Felipe está fingiendo estar dormido, me cambio la ropa y me llevo al perro fuera de la habitación. Entonces él se levanta de la cama y viene a preguntarme qué ha pasado. —Felipe, no quiero pelear ahora, dejémoslo para mañana. —¿Quieres que me vaya?—pregunta. —No sé cuál fue tu conversación con Demetrio, pero es mi familia, él, Brenda, Raúl y tú son mi familia—le recuerdo. —Te amo, muchísimo Felipe, pero, la respuesta es no: no a renunciar a mi trabajo, no a dejar de hablarle a mi familia y definitivamente no voy a permitir humillaciones por parte de tu familia o escenas de celos injustificadas. Podemos hablar bien en la mañana, por ahora solo quiero ir a descansar. A la mañana siguiente, me despierto y escucho a Enzo y Demetrio. Definitivamente, son ellos, algo de la habitación de invitados y veo a mi papá intentando hacer pancakes, entrecierro los ojos y me acerco para revisar su masa, tiene una buena consistencia y le felicito. —Este jura que va a comer. —¿Le diste? —Se me cayó un pedazo —me río y él me mira divertido. —Felipe... se ha ido, ha dicho que llamará con respecto al perro. —¿Me ha dejado? —No sé... creo que solo está molesto. —Vale. Demetrio me da un pancake y mi café de la mañana. —Sabe, finge que no te importa. —¿Cómo? —Se está marcando un farol, ¿quién deja a su novia, no le dice de frente, pero deja al perro? Bueno, puesto así, u idiota que planea regresar y yo por supuesto a idiota que va a abrirle la puerta. —Según tu lógica, ¿qué debo hacer? —Venir a Cancún conmigo. —A Cancún. —Sí, si vamos a estar deprimidos que sea en una playa con piñas coladas vírgenes y música salsa. —¿Tú no eres ruso? —Eso no quiere decir que los mexicanos no se la pasen bien, con todas las tortillas, las salsas, frijoles, el queso y lo siento, pero me tomaré un par de tequilas. —Podemos hacer una escala de decepción en Nueva York. —¿Qué es una escala de decepción? —Cuando estás deprimida y alguien te compra ropa. —Vale, negociaremos en el avión, tenemos solo treinta minutos para recoger nuestras cosas. —¿En serio? —¿Qué hago con Enzo? —Obvio nos lo llevamos. —Okay —digo y voy corriendo al armario de entrada, reviso la maleta y sonrío. —¡Estoy lista! Demetrio sonríe y me escanea con la mirada antes de decir: —Mina, somos ricos y divinos, pero no vas a viajar conmigo en pijama. —Ya, sí, me baño rápido. —Sí, gracias.
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