¿Vienes o te vas?

1344 Words
Felipe, no entendía por qué su abuelo estaba tan pegado a él. Se permitía pensar que simplemente lo hacía y otras veces se sentaba inclinado a pensar que había elegido al azar a quien le dedicaría más tiempo a lo largo de su vida. Era innegable que él no sería lo que era sin el apoyo económico y social de su abuelo. Su empresa de videojuegos despegó porque él tenía contactos infinitos, tuvo el dinero para estudiar lo que quería y disfrutó de comodidades de las que muchas personas no habían gozado. Era un secreto a voces que Felipe heredaría mucho dinero, y ante esa realidad había dos tipos de personas: su hermano, quien había aprovechado en vida a su abuelo para construir sus negocios, pedir préstamos de su bolsillo que siempre regresaba, pagarse una carrera y generar su propio imperio; y otros, como su hermana y sus otras dos tías, que simplemente esperaban una manutención de por vida por ser nietas de quien era. Esto hacía que todos sudaran con respecto al futuro y que la pregunta sobre las habilidades de Felipe para gestionarlo todo y mantener en alto el apellido familiar se hicieran presentes constantemente. La verdad es que estaría tan preocupado como ellos por el dinero, porque al final, con él se mantienen no solo lujos y excesos, sino también a sus hijos. Felipe y yo permanecemos en silencio mientras su familia discute sobre el curso de nuestra relación. La mamá de Felipe es enfática en que ella había sido fuertemente criticada y desvalorizada al unirse a la familia y no permitirá que sus hijos se comporten de la misma manera. —Carlota —interviene su padre—. Yo a ustedes tres les di las mismas oportunidades. Todos fueron al mismo colegio, les pagué carreras universitarias, viajes recreativos y educativos, y siempre he apoyado cada uno de sus proyectos. El padre soy yo y lo que tenga para heredar es obviamente de tu madre. Tú tienes una buena educación y un marido, y si tus hijos tienen que cambiarse de colegio o tú de casa, habrá que hacer sacrificios. —Yo soy la única de las tres que trabaja en la compañía —responde Carlota. —Discútelo con el abuelo, Mina y yo no tenemos nada que ver. Mi relación con Carmina es privada, no permito más groserías en mi casa. Tú y tu marido, a mis ojos, son un par de vividores. El tipo pasa la vida jugando tenis, malísimo que ni distingue la raqueta del codo, pero te lo aplaudimos. Carlota, a mí no me preocupa si mi abuelo quiere donarlo todo a una ONG o venderlo para enterrarse con él, porque tengo un patrimonio neto importante. En el momento en que Carmina y yo queramos discutir dinero, lo haremos. Enrique tiene lo suyo y él sabrá con su mujer. ¿Entendido? —Todos observan en silencio a Felipe y yo sonrío levemente, porque parece ser parte de su rutina mantenerse en silencio mientras los demás tienen opiniones muy claras. —¿Entendido o no? —No me parece. —Fenomenal, no es lo que te pregunté. Ahora, haz el favor de irte de mi casa, mi mamá lleva horas cocinando para mí —responde el joven y toma la mano de Lita, quien le da una mala mirada a su hija y oprime los dedos de Felipe—. Madre, ¿qué tiene este chorizo? ¿Es pimienta cayena o algo muy aromático? —Huélelo bien. —Vas a flipar —asegura su hermano. —Cardamomo —insiste Felipe. —¿Es canela? —Enrique y su padre celebran emocionados y se ríen ante el paladar tan fino que tengo. Carlota toma sus cosas y se va del apartamento, y la mamá de Felipe procede a realizar una explicación rápida de cómo prepara la carne para tener ese sabor tan único. Sus hijos y marido la ven con adoración, y yo intento agarrarle el toque. —Mina cocina muy rico, hay una sopa que hace de pollo, muy buena. —Felipe, es lo más básico de la vida. —Eso es amor, así sé yo que estaba enamorado de mi esposa. —¿Con una comida básica? —pregunta su padre. —Sí, es obvio que he comido riquísimo en casa toda la vida, y al principio mi mujer, como estudiaba medicina, pasaba horas comiendo lo mismo: pescado con arroz y ensalada y hecha. Llegué de un viaje de negocios y me hizo un pescado con pimienta, sal, ajos y arroz blanco fresco, solo con sal, sin ajo, ¿pueden entenderlo? —todos en la mesa asienten—. No tenía ni un limón para la ensalada porque no había ido al supermercado, y yo me lo devoré, sin parar, saboreando y anunciando lo rico que estaba. Y ella me ha visto como si estuviese loco. Y ahí supe… —todos se ríen. —¿Te costó? —Un poco, primero era un poco selectivo, y después la encontré, y ella estaba muy metida en estudiar y su carrera, y nunca tenía tiempo, y cuando tenía, no quería embarcarse en una relación e insistí —sonrío. —¿Cómo se conocieron ustedes dos? Felipe, quien ha aprendido la historia del parque, se la cuenta a su madre y da unos cuantos detalles más. La mujer le mira sonriente, y me mira a mí con cierta dulzura. —Hijo, ¿cómo es la dieta? ¿Quieres que llame al catering y pida algo especial, algo rico? —Carne. Con eso estaré bien. —Vale, pediré algo especial para mi amor —le llena de besos y comienza a retirar los platos. Por educación, le ayudo, y ella comienza a meter cosas en recipientes. Todo lo que contiene carbohidratos lo envía con Enrique, y todo lo que es proteína se lo deja a Felipe en el refrigerador. Mientras tanto, mi novio y su padre conversan en el salón y beben un poco más de café. —Me disculpo eternamente por mi hija. —No pasa nada. —Sí pasa, y no tienes por qué aguantarte o permitirlo —responde la mujer mientras envía un par de mensajes de texto—. ¿Ya sabes lo que te vas a poner esta noche? —No, ¿hay algo que necesite llevar? —Vestido de gala, nada muy simple ni extravagante. Eres hermosa en segundos. —Mi amor, ¿estás lista? —Sí, a mí déjame en el salón de eventos, y tú ve al trabajo. —Tu mamá, mujer que no sabe conducir y cree que soy su chófer, se queja y luego sonríe antes de besarle en la barbilla. —Felipe, qué bueno verte sano, guapísimo y feliz —le dice su madre y le llena de besos—. Tocaya, un placer y nada de no aparecerte hoy en la noche. Mis cuñadas son peores que mi hija, pero creo que lograremos cerrarles la boca —me da un beso en la mejilla y un abrazo. Su esposo también se despide de nosotros y toma de la mano a su mujer, quien le mira sonriente mientras esperan el ascensor. Su esposo acaba riendo, y yo entiendo el concepto de chispa romántica tan solo con verlos. Felipe toma asiento en el banco cercano a la isla de la cocina, y le observo. —Entonces… —Mi abuelo podría heredarle todo a mi padre. —Sí, o repartir el dinero. —También… No suelo contar con lo que no tengo, y ahora mismo no me importa lo que él quiera hacer. Me importas tú, nosotros, y sé que la gala es importante para mi madre, pero si no quieres ir, está bien, iré solo. —Iremos juntos. Chicas atentas a las redes, comenté por ahí que iba a esta ausente, estoy un poquito desbordada con todas mis cosas, entonces, por fa paciencia, (estoy en exámenes, resfriada, cansadísima de las clases en la noche y tengo tres novelas que quiero escribir) espero de aquí al martes haber logrado ponerme al día.
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