Tu Sugar

Guerra perdida

Esa noche, antes de irme a dormir, le escribo a Raúl:

Raúl,

¿Por casualidad conoces a un abogado y me puedes conectar de nuevo con tu amigo del banco? Necesito asesoramiento. No sé nada de estas cosas y están llegando mucho dinero y oportunidades maravillosas hacia mí, pero no sé cómo manejarlo.

Me meto en la cama con Brenda y la abrazo como cuando éramos pequeñas. Ella se queda quieta cambiando el canal y le doy un golpe en la cabeza.

—¿Cuándo metiste este artefacto del mal aquí?

—Esta caja mágica que alberga a humanos actuando.

—Sí.

—Soy una profesional, verás cómo me relaja cambiar los canales.

—A mí, igual.

—No puede ser. —Las dos reímos. —Mina, ¿qué te ofreció exactamente Felipe?

—Bueno... dejar mi trabajo y ser exclusivamente suya. Básicamente, su novia, pero con dinero de por medio. Y luego está Álvaro, que es un señor, pero es sexy y buenísimo en la cama y sabe lo que quiere. El problema con Felipe es que es inseguro, entonces, a la mínima cosa, me va a dejar, y Álvaro ofrece mucho más dinero de lo que no quiero pedirle a Felipe.

—¿Álvaro es tu jefe?

—Exacto…

—Si ambos quedaran en quiebra, ¿con cuál querrías iniciar de cero? Esa es la pregunta que debes hacerte. Tener dinero hace las cosas fáciles, divertidas, sexy, románticas si quieres, pero la pobreza, eso es amor de verdad. ¿Quién se quedaría si tienes cáncer o un problema de salud? ¿Quién respondería dando saltos en una pierna mientras esperan un hijo? Son cosas que quieres o pueden pasar, Mina.

—Sí… pero en este momento no quiero ser más una Sugar o una puta, quiero ser yo. Quiero levantarme e ir a trabajar a un lugar normal, quiero estudiar algo aunque me cueste, quiero desayunar todos los días con la misma persona y ser parte de algo, ser... yo.

—Hazlo.

—Necesito el dinero para renunciar. No es tan fácil, Brenda. No es como si pudiera irme cuando sea.

—Lo que quiero decir es: hazlo, estudia, trabaja duro en otra cosa hasta que puedas renunciar. Pero te voy a decir una cosa, sé que te va a doler. Ningún hombre que mágicamente venga y ponga su dinero en tu bolsillo para tener tu atención realmente te ama. Por más que me caiga bien Felipe y le tome aprecio, eso no es sinónimo de amor, eso se llama posesión.

Gracias, Brenda.

Gracias por la única gota de sinceridad que no puedo entender en el momento. Por eso, tan temprano como amanece, hago el desayuno. Comemos juntas, voy a dejarla de vuelta a casa y me voy en busca de Felipe, quien está en su ruta de correr y se ve maravillosamente guapo y sudado. Me mira divertido y me pregunta qué hago en el parque.

—Sé que te encanta y te he estado buscando.

—¿Qué vas a decir?

—¿Qué vas a decirme?

—Puedes pagar la cuota de cancelación de mi contrato, eso me ayudaría, pero no quiero que me quede ni una moneda. Si vamos a hacer esto, somos iguales, somos una pareja y la realidad es que yo no tengo mucho y tú tienes lo tuyo. Quiero esto, te quiero a ti, pero no de una forma en la que me domines o te deba, sino de una forma en la que nos amemos mutuamente. ¿Queda claro?

—Vale —responde Felipe y se acerca. Me rodea la cintura con sus brazos y me besa, un beso largo y apasionado en medio de la ciudad, con la gente transitando probablemente sorprendida.

Corremos hacia su casa, con ganas de arrancarnos la ropa, y cuando llegamos al edificio, el portero le avisa a Felipe que tiene invitados. Él ve la cámara de seguridad en la que anuncia que hace unos minutos han entrado sus hermanos y su madre.

—Ey, Felipe —saluda un hombre mayor, una versión mayor de Felipe y sin duda alguna sé que es idéntico a su padre.

—Hola, papá —saluda y el hombre sonríe.

—Tú debes ser la famosa Mina que no come mierda —dice y estrecha mi mano. Yo sonrío y su hijo asiente sorprendido por la invasión—. Subamos, tu mamá está haciendo un desayuno militar. Ha traído la carne mechada sin salsa que te gusta, es muy pesada, está cocinando desde anoche para venir hoy y no ha dejado de decirlo.

Mientras subimos en el elevador, Felipe continúa viendo a su padre en silencio. Yo trato de no opinar nada mientras escuchamos la música.

—Hemos traído a Paco —comenta el hombre.

—Qué bien…

—¿Estás enojado?

—No.

—Estás muy callado.

—¿Qué hacen todos aquí? —pregunta el joven—. ¿Por qué no me avisaron?

—Yo no sabía y te escribí, pero no respondiste.

—Mi amor, mi bebé —grita una mujer en cuanto abren las puertas del elevador—, príncipe de mami, ven a saludarme de inmediato.

Felipe sonríe y suelta mi mano. Su padre mira que la única nuera en esta familia que está en problemas soy yo.

—Es su favorito y no lo disimula.

—Hola, Mina —saluda su hermana con un beso en la mejilla incluido—. ¿Felipe, qué putas le pasó a tu casa? No hay ni un solo carbohidrato, ¿te sientes bien?

—Mi amor, hija, salúdalo primero —le regaña su madre mientras le da una segunda inspección a su hijo—. Estás guapísimo, mi amor, me extrañaste.

—Sí, mamá —sus hermanos asienten de manera irónica y la mujer repara en mí.

—Hola, escuché que estabas insultando gente y dije, voy a ir a conocer a Mina. ¿Cuál es tu desayuno favorito en el mundo?

—Hola, soy Mina.

—Yo soy Carmela, pero todos me llaman Lita.

—No.

—¿Sí?

—Yo soy Carmina de nacimiento, pero Mina suena más ligero —la mujer ríe.

—Comprendo, es que ser Carmen es muy difícil.

—Esto pega más con nuestras personalidades.

—Llevo años intentando explicárselo a la gente, pero solo una Carmina puede entenderme.

—¿Qué se te antoja, huevos revueltos, fritos, con salsa, con queso, omelet?

—La verdad es que ya desayuné, pero como insiste en que desayune nuevamente, unos huevos fritos.

—Algo más, mi amor, tú pide.

—Tocino.

—Mira, ven a la mesa —dice y me lleva—. Tenemos tostadas, guacamole, carne mechada, frijoles, tomate picado, quesos, jamón.

—Felipe, tienes la mejor mamá del mundo.

—Por el amor de Dios, cásate con ella hoy, ya —exige su madre y todos ríen.

Enrique repara en nosotros mientras continúa con su llamada: "Monster, sí, logré arreglar cosas anoche en el club, llamé a Felipe, vino, lo arregló y obvio, solo sostuve la lámpara del celular y le molestaba la luz contra la computadora", él ríe de su chiste malísimo. "Dami, si puedes enviar a los técnicos esta semana genial, pero por ahora todo bien. Sí, sí, Gracias. Me tengo que ir, pero estoy súper agradecido. Bye".

El joven finaliza la llamada y guarda el celular en su bolsillo, se acerca a saludarme con un beso en la mejilla y le da un abrazo largo a su hermano.

—Nunca fue mi intención ofenderte, Felipe. Solo... la costumbre, pero Mina y su amiga tienen toda la razón. Es de mal gusto. Me disculpo si te ofendí o si te hice sentir incómodo.

—Hiciste ambas— murmuro, y Felipe sonríe.

—Gracias...

La mujer me prepara huevos fritos y regresa a la mesa. Todos dan gracias con las manos tomadas y yo me quedo en silencio siendo parte de su ritual. El papá de Felipe le sirve a su esposa mientras su hija cuenta una historia del menor de los nietos, quien parece tenerlos pillados a todos.

Felipe me sirve lo que se va sirviendo de comer y me sugiere probar los frijoles, el queso frito de su madre y unas pancakes, aunque no están bien hechas, pero están súper dulces.

—El chorizo lo he hecho yo desde cero —su esposa asiente—. Me he comprado una máquina y me lo he pasado bomba —Su esposa vuelve a sentir y sus hijos intentan no reírse.

—Madre, hemos venido a conocer a Mina, no a ti —le recuerda Enrique.

—Felipe no sabe de la máquina porque hace como dos meses que no se para por su casa.

—Felipe... ¿No te pasas por casa? —pregunto sorprendida—. ¿Con todo lo que cocina tu mamá? —Él me ve sorprendido.

—He estado trabajando, ¿recuerdas?

—Sí, perdón, es que cuando uno lo ve concentrado y animado jugando con el control del videojuego como que no parece trabajo —Todos en la mesa ríen.

—¿Tú a qué te dedicas?

—Estoy estudiando.

—¿Qué estudias?

—Ahora estoy estudiando belleza.

—Eso es muy bueno.

—¿Cuál es tu plan de vida?—pregunta la hermana de Felipe.

—No sé, por eso estudio belleza —todos en la mesa se ríen.

—¿De qué vives? —pregunta Carlota.

—Hola—interrumpe su madre.— ¿le van a ofrecer un trabajo o solucionarle la vida? Háganme el favor —le pide su madre y su hermano asiente.

Pienso en las cuartadas de mi jefa y suspiro antes de responder:

—Por ahora vivo de una herencia, me han dado dinero adelantado y vivo de eso. Además, tengo unos edificios y trato de encontrar algo bueno que hacer. Tengo experiencia en un montón de cosas. Podría ser barista, cocinera, limpiadora o empresaria, pero por el momento no sé qué quiero.

—Mi amiga te ha reconocido y ha dicho que hace poco te ha visto con Raúl.

—Somos amigos y él maneja mis inversiones.

—Raúl es un hombre casado, Carmina.

—Lo sé, y tiene dos hijas preciosas. Adora a Alina y habla muchísimo de ellas. —Respondo mirándola. —Raúl es un esposo enamorado de su familia. La razón por la cual hemos estado pasando tanto tiempo juntos es que no me llevo bien con mi papá, así que usamos a mi amigo Raúl como mediador. Además, cree que debería estudiar negocios y ponerme a trabajar con él o con mi padre, no va a pasar. ¿Necesitas una hoja de antecedentes penales o un expediente médico?

—El desayuno se ha tornado pesado, ¿por qué no volvemos a los chorizos? —sugiere su padre.

—Ella se ha fijado en Felipe porque le gustan los patos —comenta su hermana irónica—. Increíble.

—Carlota, ¿de qué vas?

—Felipe podría heredar un montón de dinero y anda con Mina, una mujer que comparte nombre con su madre, es rubia, joven, guapísima, y le gusta que este tipo con el cabello todo loco se la folle de vez en cuando. No trabaja, no hace nada más que existir y pasarla bien con tipos ricos. Felipe va a heredar millones en unos días, un conglomerado de empresas, y nosotros vamos a dejarle salir con una mujer que no trabaja y es muy mona.

—Correcto, Carlota, porque es lo que tu hermano ha elegido. Es su dinero, son sus acciones, su herencia y su vida. Mina es una mujer. Si ella quiere rascarse la panocha y él mantenerla depilada, es lo que van a hacer. —responde su madre. —Los invité a desayunar para conocerla, no para montarle un juicio, y si no te gusta, te vas.

cooomeeeenteeeeeeen

Están muy vaguitas esta semana, estoy intentando consentirlas, pero... se desaparecen.